Las ansias de matar y el estímulo Trump

Muere en Miami un exasesor de Barack Obama, que promovió las relaciones normales entre ee.uu. y Cuba, y en lugar de pésames o solidaridad con la familia de origen cubano, sobreviene una ola de comentarios fundamentalistas a la noticia publicada en el diario –no menos ultraconservador– El Nuevo Herald, fabricante de mentiras y tristemente célebre como plataforma de esbirros prófugos de la justica, mafias y terroristas.

Al anuncio le acompañan los más cavernícolas improperios, al estilo oeste americano: «el mejor indio, es un indio muerto», pero se montan en la onda Trump y exhortan nuevamente a que «el mejor comunista es un comunista muerto». Uno de los comentarios trató de frenar infructuosamente lo que él mismo calificó como una «marea de basura humana». Hoy como ayer, el extremismo no tiene cerebro, solo armas y no oculta sus deseos de matar.

Para los fanáticos trumpistas y seguidores de Marco Rubio, todo lo que huela a mejores relaciones con Cuba se asume como procomunista, no importa que haya sido empleado de la Casa Blanca, pero lo más preocupante es que no se le perdone como pecado capital haber promovido desde allí las buenas relaciones entre dos países vecinos o la aproximación entre los cubanos separados por más de 61 años de odio imperial.

Otro recordatorio para ingenuos o desentendidos de que está vigente el reclamo de la licencia para matar, que exigen las organizaciones terroristas de la Florida o Nueva Jersey, para el día después de que «la Revolución se venga abajo».

Más alarmante aún es que no se trata de un hecho aislado. En redes sociales o en las calles de Miami se quitan la careta los mercenarios, quienes cobran de los millones destinados a la subversión contra Cuba, con discursos, pancartas, marchas o conciertos que convocan al bloqueo naval, el estrangulamiento económico del pueblo cubano, la invasión militar contra la Isla o a la desobediencia civil y el terrorismo.

Todo vale en el desespero por aprovechar al máximo el «estímulo Trump», la hora de las ideas descabelladas, de los insultos y amenazas, de apoyar el genocidio por hambre, no importan los nietos, sobrinos u otros familiares en Cuba; de los absurdos antidiplomáticos o antidemocráticos, del desprecio al medioambiente y al multilateralismo, del empoderamiento de la mentira, de los magnicidios y pretextos, de los favores electoreros pagados con sanciones y más castigos contra los adversarios políticos internos o externos.

El negocio de la guerra contra Cuba, del que viven los congresistas anticubanos de ayer y de hoy, así como un puñado de millonarios camaleónicos vinculados o capos de mafias y organizaciones terroristas, aprovechan sin escrúpulos los nuevos tiempos del macartismo y el fascismo a lo Trump, Pence y Pompeo, para hacer millones a costa de más bloqueo, odio y restricciones para tratar de estallar a la Revolución desde dentro.

Entre esos mercaderes sobresalen los organizadores del «primer
concierto anticomunista», que se autotitulan ser parte de un «movimiento musical histórico» para «divulgar la amenaza que encarna el comunismo para el mundo».

Son días que recuerdan los años 90, cuando nos auguraban la hora final y promovieron ametrallamientos y bombas contra hoteles, centros recreativos y aviones de pasajeros; decenas de planes de atentados contra el Comandante en Jefe; provocaciones aéreas y flotillas navales; infiltraciones de hombres armados; guerra biológica; promoción de las salidas ilegales; secuestros de aeronaves y mucho más, pero todo derrotado por el pueblo cubano con resistencia, inteligencia y firmeza, pese a las limitaciones económicas y escaseces de casi todo.

Nunca faltó ni faltará la fuerza invencible de la unidad, el espíritu de victoria, la fidelidad a la Patria defendida y la convicción de que sí se puede contra las ansias y estímulos macabros, demostrados en la Sierra Maestra, en las arenas de Playa Girón, durante la Crisis de Octubre y a lo largo de más de seis décadas.