Pregunté a la cardióloga que me atiende, doctora Sheila Hechavarría, cómo habían pasado las vacaciones sus dos hijos. Ella, con su hablar rápido pero tierno me respondió: «Bien, ya el lunes Mauricio, el más pequeño, comienza el primer grado, está muy embullado. Allí estaré con él. El otro, Diego, ya está en 5to. grado y le va bien».
Aunque el momento del diálogo con el «ángel de la guarda», como la llama mi hija, fue en el propio local donde momentos antes me realizó un ecocardiograma, el tema del nuevo curso escolar me hizo meditar un poco más allá de estos dos pequeños, que son parte de los 1 700 000 que acudirán a clases este lunes en toda Cuba. Léase, en toda Cuba…
Entonces me detuve a pensar en otros niños, en otros lugares. En los más de medio millón de menores sirios que hace ocho años tuvieron que abandonar sus escuelas, sus casas, y hasta su país, para escapar de una guerra impuesta, que ha cobrado cientos de miles de vidas infantiles.
Miraba la bata blanca de mi médica y oía las explicaciones que daba a dos jóvenes doctoras residentes del Instituto Nacional de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, y recordé aquella fecha del 21 de mayo de 1963 cuando Fidel envió la primera brigada de galenos a Argelia. Desde entonces, suman 407 000 profesionales de la salud los que han prestado sus servicios en 164 países.
Actualmente más de 55 000 colaboradores brindan ayuda en 60 países, gracias a las potencialidades del sistema sanitario cubano y bajo el principio de que la salud es un derecho del pueblo.
Me vienen a la mente imágenes de los niños centroamericanos que mueren en la frontera con Estados Unidos; o los menores africanos hambrientos y enfermos que el ébola les quita la vida o son carnada de contrabandistas que se enriquecen montándolos en frágiles embarcaciones para que se lancen al mar Mediterráneo con la ilusión de llegar a Europa.
Esta doctora, que cumplió misión internacionalista salvando vidas en Haití y en Venezuela, es una dentro de ese gran ejército de las batas blancas. Es especialista en una rama tan complicada como la cardiología, y organiza su vida y su tiempo para tenerlo todo listo cuando este lunes 2 de septiembre, Mauricio y Diego acudan a sus respectivas aulas.
Sus hijos no han tenido que poner en crisis la economía familiar de sus padres por tener que pagar matrículas y libros, o altos precios por uniformes.
Entonces leo en internet un artículo del diario español El País, que, en una de sus partes dice: «la vuelta al cole costará a las familias españolas 372 euros este año» y «el coste promedio de libros y uniformes se incrementa un 1,22 % con respecto al pasado año».
También, «el coste medio de libros de texto por alumno es de 168 euros. El incremento del 3 % del precio de textos infantiles ahora es de 172 euros para la enseñanza primaria». En cuanto a los uniformes escolares, en general, este 2019 el precio ha subido un 1,03 % hasta los 204 euros promedio.
EN ESTADOS UNIDOS
Y, aunque el curso escolar en Estados Unidos comenzó hace varias semanas, dos características matizan su desenvolvimiento: la inseguridad de los alumnos ante la creciente ola de tiroteos en las escuelas, y el cada vez más alto costo de la enseñanza.
The Washington Post señala que en los últimos 18 años se han perpetrado 220 tiroteos en institutos y colegios de primaria y secundaria, a los que han estado expuestos más de 218 000 estudiantes.
Recordemos que Estados Unidos es un país con 326 millones de habitantes y 393 millones de armas. En 2018 un macabro récord se rompió en la sociedad estadounidense: 25 tiroteos en escuelas, 94 alumnos recibieron disparos, de ellos 33 murieron y 61 resultaron heridos.
Un elemento adicional es que ese nivel de violencia armada ha obligado al cierre de centros escolares, con la consiguiente afectación al programa de estudio. Entre los testigos de los tiroteos han estado 220 000 niños que acudían a jardines infantiles y tenían menos de siete años.
Como dato adicional, este año las familias estadounidenses han tenido que sumar a los gastos por estudio, unos 200 dólares promedio en materiales antibalas. Las mochilas antibalas se ponen de moda y el negocio de sus fabricantes florece.
Según despachos de prensa, «en ningún lugar del mundo cuesta tanto ir a la universidad como en Estados Unidos. Algunas instituciones privadas cuestan más de 50 000 dólares al año, solo en matrícula, o sea, que eso no cubre hospedaje, alimentos, ni libros. Todos los estados tienen universidades públicas que normalmente cuestan entre 20 000 y 30 000 dólares.
En Cuba, aunque nos resulten impensables realidades como la inseguridad de los estudiantes ante posibles tiroteos en sus centros escolares, o la pesadilla familiar que implicaría una enseñanza privada con altos costos de matrícula, libros de texto, uniformes y otros gastos, conocer estas realidades –las buenas y las malas– es parte de la hermosa tarea que significa la educación para todos los seres humanos.
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Rosaxdelin Gómez Zaldívar dijo:
1
29 de agosto de 2019
13:14:04
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