ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

CARACAS.—Un domingo antes, muy temprano, desde el ventanal del apartamento caraqueño que lo aloja, este reportero vio a los miembros de nuestra Misión Agroalimentaria en la cercana azotea del «Simoncito» —nombre genérico de los círculos infantiles— enseñar con sus manos, a vecinos del barrio, los secretos de la agricultura urbana. Siete días después, al ver la repetición del operativo, el periodista sintió que era el momento de preguntar.

Para las repuestas, nadie mejor que el ingeniero agrónomo Rafael Rodríguez Pérez, jefe de los cooperantes agropecuarios cubanos en tierra bolivariana, quien explicó:  «Nuestra misión y el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura Urbana (Minppau) se reunieron con la autoridad única de ciudad Tiuna y representantes del urbanismo y desarrollamos una estrategia en función de fomentar un proceso popular agrario», explica.

—¿Por qué ahora y aquí este programa tan familiar en Cuba?

—Apuntamos primero a crear y arraigar una cultura de producir hortalizas, así como la que hemos creado en nuestro país. Este movimiento comprende cultivos de ciclo corto que en breve tiempo aseguran resultados y resolverán, en cierta medida, la alimentación en esta situación de cerco imperial que nosotros conocemos muy bien.

«Venezuela tiene material humano, un clima que le favorece: agua, superficial y subterránea, y una temperatura óptima. Es un país eminentemente agrícola que antes del boom petrolero contaba con grandes siembras de café y cacao. En 1715 el café llegó a este país, que en 1919 era el segundo exportador mundial. Tienen todo el potencial para el desarrollo agrícola».

—¿Cómo la estructura de la misión cubana puede propiciar el despegue que hace falta?

—La Misión Agroalimentaria cubana tiene en Venezuela 25 asesores y espera la llegada de otros cinco, lo cual permite llegar solo hasta el nivel de estado, pero prepara a los movimientos sociales en función de multiplicarse en cada región.

—¿Apuntan a toneladas, áreas de fomento u otro indicador?

—Buscamos desarrollar el programa y capacitar productores, pero también evaluamos las toneladas. No las medimos nosotros, sino los hermanos venezolanos; solo llevamos esa cuenta para tener la certeza de qué puede abarcar cada colaborador y del impacto de su ayuda. Defendemos la tesis de alcanzar cinco o seis espacios de referencia por colaborador.

HORTALIZAS DE LA FELICIDAD

Para la directora general de la Fundación de Capacitación e Innovación para Apoyar la Revolución Agrícola (Ciara), Vanessa Torrealba Landaeta, la Revolución está en un momento muy importante. «Tratamos de resistir para poder ser felices. El bloqueo es cada vez más perverso y quien lo sufre es el pueblo, históricamente oprimido por grandes corporaciones que siguen jugando con el alimento de los venezolanos.

Se trata de ser libres y soberanos, pero definitivamente felices. Pelear por la felicidad se traduce en sembrar desde la insurgencia», afirma.

Considera que pueden generar otro tipo de economía, de relación social y construcción económica desde el pueblo: «Por eso constituimos un movimiento nacional agrourbano donde combinamos la pasión y las ganas de la juventud con la experiencia de los adultos».

—Tradicionalmente, ¿estas producciones eran nacionales o importadas?

—Desde que se descubrió el petróleo, las hortalizas, leguminosas, los cereales y tubérculos han sido en mayoría importados. Nos hemos dado cuenta que no podemos seguir importando. ¡Tenemos que producir y hacerlo en guerra, porque el bloqueo no nos permite acceder a ningún recurso!

—Usted enlaza, como no siempre se hace, la agricultura con la política. ¿Dónde coloca a Cuba en su visión?

—Es que ninguna actividad en Venezuela está disociada de la política. La política revolucionaria debe vincularse en todos los espacios. No podemos hacer nada sin una presencia masiva, consciente, de nuestro pueblo. ¡Eso es política!

«No pudiésemos hacer nada sin nuestros compañeros cubanos. Gracias a la Revolución, contamos con carreras como la agroecología, y los cubanos, que además tienen conocimientos científicos, son esenciales. La fuerza que nos dan para ser mejores, resistir y no decaer, es fundamental. Nos enseñan a “verle el queso a la tostada”: ver lo bueno en lo más duro, saber que siempre se puede».

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