Luego del fracaso en la frontera el 23f, quizá porque ya la mayoría de los recursos en suelo venezolano fueron ensayados y cayeron en el descrédito, golpe de Estado incluido, guarimbas, sabotaje a gran escala; se apuesta por establecer una representación diplomática paralela a nivel internacional. Para ello, la derecha venezolana tiene sus propios «embajadores» en Estados Unidos, los cuales llevan a cabo la ocupación de las sedes diplomáticas del país bolivariano, en una flagrante violación de los principios del Derecho Internacional.
Las leyes consensuadas a nivel mundial establecen que las embajadas son territorio jurisdiccional del país que las posee, independientemente del Estado que las acoge como sede. Así, la ocupación de las legaciones venezolanas es otra violación unilateral de los principios que rigen los tratados entre países y sientan un peligroso precedente, de cara a otras posibles usurpaciones de facto que ocurran en nombre de la fuerza.
Juan Guaidó no perdió tiempo al declarar que con la ocupación de las legaciones se demuestra la «debilidad» de Maduro. Sobre el favorito de Washington pesan acusaciones muy graves, como conspirar contra la patria a favor de una intervención militar y el tácito apoyo de Guaidó al apagón que afectó a casi todo el país durante varios días.
Carlos Vecchio, servidor de Guaidó en Estados Unidos, declaró que la ocupación de las sedes acontece para «salvar» el patrimonio venezolano en Norteamérica, a la vez que acusó al Gobierno de Caracas de «desmantelar» la red de consulados. De esa manera, la estrategia de un gobierno paralelo, fracasada en Venezuela, continúa en el exterior, para generar el espejismo de que Guaidó en efecto tiene a su cargo el país.
En tanto, la Cancillería venezolana condenaba la ocupación y hacía responsable al Gobierno estadounidense de las violaciones a la Convención de Viena acerca de las misiones diplomáticas y su función alrededor del mundo.
Mientras, el «eje Washington-Brasilia» no descansa, en una reunión entre los mandatarios Jair Bolsonaro y Donald Trump, ambos jefes se declararon enemigos del comunismo, reiterándose el discurso macartista de limpiar a América de ideas izquierdistas. En el caso de Trump, el discurso fue en extremo agresivo contra Venezuela, ya que hizo hincapié en una posible intervención armada y en el recrudecimiento de las sanciones económicas.
Bolsonaro no fue tan enfático como Trump, ya que dijo que la cuestión de la «salida» de Maduro era secreta y estratégica.
En el encuentro, Trump buscó establecer una especie de cruzada anticomunista a la que, según él mismo prevé, se incorporarán más gobiernos de la región.
Mientras que en Venezuela, en medio de lo que muchos derechistas ya llaman «una vaina», Guaidó pasa a ser con rapidez un muñeco de paja en manos de Washington. En las campañas internas, ya no usa mucho la frase «vamos bien», pues en las redes sociales corre el chiste de «vamos bien mal».
Al parecer, el smarth power norteamericano quiere desmarcarse de un líder viciado por sucesivos fracasos, a la vez que toma distancia de la política de sanciones, la cual privó a Estados Unidos de un cercano proveedor de crudo, lo cual redunda en daños a empresas de Norteamérica.
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Avelino dijo:
1
19 de marzo de 2019
23:14:01
Diana Respondió:
20 de marzo de 2019
09:03:35
amado dijo:
2
20 de marzo de 2019
08:28:48
yk dijo:
3
20 de marzo de 2019
08:46:05
JPJPG dijo:
4
20 de marzo de 2019
14:49:52
Pedro dijo:
5
20 de marzo de 2019
20:43:15
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