Era impensable para mí, desde mi crecimiento inocente dentro de esta Isla real y maravillosa, que millones de criaturas en el mundo vieran tronchados los más simples atributos de una vida plena.
Tuvieron que pasar muchos años, leer experiencias sin fin, escuchar en mis oídos poco habituados a las vulgaridades de lo cruel, para entender que fuera de mi mundo particular, hombres, mujeres y niños claman por justicia.
Los ejemplos, a mi pesar, emborronarían demasiadas cuartillas: infantes tratados como mercancías, mujeres utilizadas como esclavas sexuales, hombres torturados por defender sus ideales, familias separadas por sus creencias espirituales, son solo algunos de ellos.
Según la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, los derechos humanos son inherentes a todas las personas, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición.
Como plantea la página del Alto Comisionado, en el año 1993 se celebró en Viena la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, donde se determinó que los Estados tenían el deber, independientemente de sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Sin embargo, el hecho de que existan determinaciones legales para proteger y preservar la vida humana con la importancia que amerita, no es garantía de nada, ya que como bien reza un dicho popular el que hizo la ley hizo la trampa, ¡y vaya qué trampas y lagunas encuentran quienes no tienen escrúpulos!
Un ejemplo claro de esto lo vivió la periodista Lydia Cacho, escritora de Los demonios del edén, un libro que cuenta sobre una red de trata y explotación infantil en el Estado de Quintana Roo, México, y por el cual fue torturada hace 13 años atrás.
Luego de seguir investigando y de rastrear la etiqueta «tortura», me encuentro con muchos ejemplos, variados y contundentes, y una vez más quisiera poder cerrar los ojos y no saber.
Mas la única arma que poseo son las palabras y me visto de ellas para darle voz a quienes merecen ser escuchados. Por eso, invoco a Víctor Jara y su muerte temprana y a los miles de torturados, muertos o desaparecidos por las dictaduras en Chile, Argentina y otras de Sudamérica.
Ni qué decir de cómo el presidente Donald Trump defendió a capa y espada a la actual jefa de la CIA, Gina Haspel, luego de que ella misma dudara de sus posibilidades del triunfo por conocerse su «pasado oscuro».
Haspel, como se lee en el diario El País, fue una entusiasta del programa de torturas para sospechosos, en las cárceles ilegales de Abu Ghraib, en Irak, y en la base de Estados Unidos en territorio ilegalmente ocupado en Guantánamo, Cuba, luego del atentado a las Torres Gemelas estadounidenes del 11 de septiembre del 2001. Entre las técnicas utilizadas por ella para «obtener información» se destacan la privación del sueño, la desnudez, el sometimiento a frío intenso, el encerramiento en cubículos y la asfixia en agua (waterboarding).
Al sur del continente americano, el electo presidente de Brasil Jair Bolsonaro, en un rejuego político hipotecó el bienestar y la salud de millones de ciudadanos de su país, al dinamitar con amenazas y ofensas el programa Más Médicos, donde prestaban servicio más de 8 000 galenos cubanos.
Cuándo la vida es desechable, canjeable por oportunidades políticas, ascensos al poder, o dólares en una cuenta de banco en algún paraíso fiscal, los ciudadanos dejan de ser personas para convertirse en mercancía con fecha de caducidad.
MI ISLA Y SUS DERECHOS
Como parte de este país en el que habito, me parece inaudito escuchar algunas personas o leer algunos despachos de la prensa internacional, hablar de violación de los derechos humanos en mi terruño.
Convivo en mi hogar con una abuela octogenaria que vivió con los nervios destrozados por culpa de aquella época, la de Batista, donde muchos amigos fueron torturados o silenciados por pensar en algo mejor.
No soy utópica, conozco los problemas de mi sociedad, pero si alguien viene a insinuar que acá, donde nací, somos terroristas o violentamos los estatutos que deberían regir a muchas naciones que no se tildan de extremistas, mi dolor es por ellos, por no saberse verdaderamente libres y protegidos.
Es triste leer cómo un Informe sobre los Derechos Humanos en Cuba, publicado por la Embajada de Estados Unidos en el año 2017, expresa: «(…) cabe citar la tortura de presuntos adversarios políticos; las duras condiciones de encarcelamiento amenazantes para la vida; los arrestos y detenciones, a veces violentos, por motivos políticos; la ausencia total de independencia judicial»...
No hay un ápice de verdad en ese texto, es sobre esas mentiras y calumnias en que se sustentan para fijar apelativos que no llevamos.
Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores, dijo en la pasada Asamblea General de la ONU, sobre las nuevas justificantes estadounidenses para sostener el bloqueo contra la Isla que: «Las enmiendas de los EE. UU., si no fueran un hecho políticamente grave, provocarían risa». Frente al texto citado vale la misma expresión.
Caminar aquí, es la prueba más certera de que vivimos en este pedazo de tierra, seguros y acompañados de todo lo que nos representa, donde se puede soñar en las calles, a deshora, corriendo sin miedo a las bombas, a la muerte o la crueldad del mundo.
Cuba tiene garantizado a todos sus habitantes el derecho a la educación integral e inclusiva de calidad y totalmente gratis; una atención médica como en muy pocos países del mundo; derecho al trabajo; a la seguridad social; derecho a la vida que es el primero y más importante de todos los derechos humanos.
Y ha alcanzado esos altos índices de bienestar social frente al cruel bloqueo del imperio más poderoso del planeta, que es el principal obstáculo al desarrollo de Cuba y una violación flagrante de los derechos humanos de su pueblo.

CONSEJO DE DERECHOS HUMANOS
Según las Naciones Unidas, el Consejo de Derechos Humanos es el principal órgano de las Naciones Unidas en la promoción y protección de los derechos fundamentales. La Asamblea General lo creó el 15 de marzo del 2006 para reemplazar a la Comisión de Derechos Humanos, establecida 60 años antes, y continuar su labor.
El Consejo proporciona orientación sobre políticas, examina los problemas que surgen en el ámbito de los derechos humanos, elabora nuevas normas internacionales y vela por su cumplimiento en todo el mundo. El Consejo puede evaluar la situación de los derechos humanos en cualquier lugar del mundo y estudiar los datos presentados por los Estados, las ONG y otras fuentes.
EXAMEN PERIÓDICO UNIVERSAL (EPU)
Según la página oficial de las Naciones Unidas, es un proceso singular que incluye un examen de los expedientes de derechos humanos de todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas. El EPU es un proceso dirigido por los Estados con el auspicio del Consejo de Derechos Humanos, que ofrece a cada Estado la oportunidad de declarar qué medidas ha adoptado para mejorar la situación de los derechos humanos en el país y para cumplir con sus obligaciones en la materia.















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