ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La Fiesta del Caribe es uno de los eventos culturales de mayor convocatoria en el país, surge en 1981. Foto: CubaTravel

En nuestros días, la palabra Caribe indica una noción que recoge no solo una incuestionable diversidad cultural extendida a lo largo de numerosas islas –en verdad archipiélagos, algunos aún inexplorados–, circunvaladas por territorios continentales sobre todo en ese arco que va desde el golfo de México y la Florida hasta las costas brasileñas de San Luis de Marañao pasando por las de América Central, específicamente aquellas latitudes tales como Puerto Limón, en Costa Rica; o Bluefields, en Nicaragua.

Lo que hoy conocemos como Caribe era conocido, al menos en la primera mitad del siglo XX, bajo el nombre de Antillas y en sus territorios se forjaron esas culturas que hoy, en su diversidad, demuestran la existencia de un mundo enorme con características diferenciadas.  Ya en 1934, el joven poeta camagüeyano Nicolás Guillén enarbolaba, como una bandera de identidad, su divisa: «Esto fue escrito por Nicolás Guillén, antillano», puesta al final de su fluvial y largo poema West Indies, Ltd.

Las Antillas de entonces, devoradas por las fauces imperiales, sin conciencia apenas de su amarga historia, a pesar de todas las trampas políticas, se arremolinaban buscando su ser, el cual, por otra parte, recorría lo que algunos han querido llamar Torre de Babel. Lo cierto es que ese Caribe de nuestra época ha forjado su unidad muy a pesar de las diferencias lingüísticas que las Antillas ostentan.

Hispanas, inglesas, holandesas o francesas, estas islas, mayores o menores integran, como se sabe, esa Torre de Babel cuya existencia no ha impedido la más sencilla comunicación a través de la música y la danza.

Suena el tambor desde tiempos inmemoriales –como legado de la esclavitud, de la economía de plantación, de la dependencia colonial– y todos sabemos a qué atenernos sea cual fuere nuestro origen, sea cual fuere el color de nuestra piel o el idioma que hablemos.  Aparte de hablar las lenguas metropolitanas traídas por los conquistadores, hemos sido capaces de crear nuevas lenguas, terceros idiomas, que se conocen como los creoles. Pero la danza es aquí un gesto de entendimiento y comprensión, de identidad en plena combustión.

En el Caribe no podemos hablar de una sola literatura sino de diversas expresiones literarias que se manifiestan en distintos idiomas. Lo más interesante de ese proceso es la aparición de literaturas escritas en creole, es decir, en los distintos creoles que son la manifestación más auténtica del habla popular.  Entre nosotros, no hay literatura sin registro del habla. De ahí que haya una literatura emergente, de gran éxito, fundamentada en esos creoles que revelan secretos del alma y la sicología social de la región. Así nos entendemos.

Nuestro arte, múltiple y dinámico, marca la diferencia porque en él transpiran la experiencia histórica común del látigo y la explotación, la injusticia y la desigualdad. El arte y la literatura del Caribe alcanzaron su esplendor claro que con las elegías de Nicolás Guillén y las aproximaciones al enigmático símbolo de Calibán que nos legara Roberto Fernández Retamar. Pero también, en 1992, tanto Derek Walcott, oriundo de la isla de Santa Lucía; como Dulce María Loynaz, nacida en Cuba en el seno de una familia de nobleza patriótica, se alzaron con sus obras para alcanzar, respectivamente, el Premio Nobel de Literatura y el Premio Cervantes en esa fecha. El martiniqueño Patrick Chamoiseau obtenía el Premio Goncourt ese año de 1992 para integrar, junto a Édouard Glissant y Frantz Fanon, la tríada más trascendental del universo francófono.

Quien recorra algunas islas anglófonas como por ejemplo Jamaica o Trinidad y Tobago se asombrará en su recorrido de encontrar nombres hispanos y franceses en dos países donde la población habla, preferentemente, el inglés. Amanecían anglófonos y, por la tarde, se volvían franceses. Ocho ríos, Sabanalamar, entre otros, son los nombres de regiones legítimamente autóctonas. Somos un crisol de culturas. Somos una civilización: una suma de civilizaciones.

Ambas con la más firme voluntad de luchar por un mundo mejor, que es posible. Como decía Alejo Carpentier, las culturas de los pueblos que habitan el Caribe nos rodean, son inmensas, telúricas y, aunque rodeadas por un mar poderoso, se asientan en una legendaria historia imposible de ser olvidada, imposible de ser negada.

Diseño: Guillermo Meriño Suárez
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Edgardo Martínez García dijo:

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24 de septiembre de 2018

09:26:17


Magistral artículo ,la cultura del caribe es algo que motiva a todo ser humano ,es muy variada, a la historia y las tradiciones de cada isla se le puede dedicar un artículo ,la revolución haitiana fue uno de los acontecimientos históricos de mayor significado para la humanidad desde 1492 hasta los días de hoy ,en la independencia de América existió una contribución humana de gran valor de los habitantes de las pequeñas islas del caribe ,hombres de Haití, Cuba y República Dominicana formaron parte del ejército Libertador de Simón Bolívar ,ritmos caribeños como el Regee trascendieron fronteras su ritmo y sus texto basado en las realidades de vida del caribeño hoy son símbolos musicales de varios pueblos caribeños y suramericanos ,en San Luis de maranhao brazil el Regee tiene un espacio en la cultura de sus habitantes ,también en el norte y sur de maranhao el Regee es un símbolo de buena música que sus habitantes disfrutan ,pero el kompa, el son cubano, el merengue también se disfrutan en el mundo entero ,más si de Globalizar la Solidaridad entre los pueblos se trata en tonces allí bañada por las aguas del Golfo de México se encuentra una isla de 12 millones de habitantes se llama Cuba ,la Olímpica Cuba que hoy lleva sus conocimientos médicos, docentes agrícolas y deportivos a todo el mundo cultura de colaborar y compartir sabiduría ,bellos países del Caribe que vivan y perduren por siempre sus tradiciones , nuestra hermadad siempre será mayor .