Era una mañana aparentemente tranquila en la ciudad costera de Nagasaki, al sur de Japón, donde aún se vivían los desmanes de una guerra mundial que demasiados días de agonía y sufrimiento ya había costado al planeta. El jueves 9 de agosto de 1945 el día estaba cálido, con un poco de nubosidad, los gorriones anidaban en los tejados de adobe y una infinidad de transeúntes iban y venían por las calles angostas.
Nadie podía estar preparado para el infierno que se desataría en aquel lugar en cuestión de minutos. La noticia de que la ciudad de Hiroshima había sido devastada por un arma desconocida hasta aquel momento, recorría la prensa local como un aviso silencioso de lo que estaba por venir.
Mientras tanto, el joven cartero Sumiteru Taniguchi preparaba su bicicleta con la entrega matutina. Justo a las 11:01 de la mañana un destello cegador iluminó el cielo circundante.
–¿Será una bomba, cuándo acabará esta maldita guerra?–, pensó.
No era la primera vez que un avión aliado lanzaba una carga explosiva sobre la urbe.
Cuarenta y tres segundos después, un fuerte estruendo sacudió la tierra y lo arrojó lejos del ciclo. Desorientado y con mucho cansancio, Taniguchi continuó caminando. A su alrededor yacían cuerpos desmembrados, rostros inexpresivos, con la sorpresa de la muerte súbita reflejada en el semblante. Había también mucho silencio, como si la vida se hubiera extinguido por completo durante la explosión.
Al palparse la espalda notó la ausencia de tejido epidérmico y que, en su lugar, tenía unos trozos de piel colgándole hasta la cintura. Sumiteru sobrevivió a estas graves quemaduras, pero cientos de miles de personas no tuvieron la misma suerte y otras tantas, a siete décadas de aquel fatídico día, sufren las consecuencias causadas por los altos niveles de radiación que persisten hasta la actualidad.

Así de triste es la historia de estos dos pueblos, víctimas de los embates de un imperialismo despiadado, al cual nunca le ha importado el valor de la vida humana a la hora de satisfacer sus pretensiones hegemónicas. ¿Qué crimen habían cometido los pobladores de estas ciudades reducidas a escombros en tan solo segundos? Ninguno; pero para Estados Unidos esto no fue suficiente y simplemente las lanzaron.
¿Cuál fue la excusa empleada por el gobierno de Estados Unidos, presidido por Harry Truman, para intentar justificar semejante barbarie? La de que Japón no había aceptado la rendición propuesta por los aliados.
Pero, ¿realmente era necesario atacar con tanta crueldad dos poblaciones indefensas para terminar con el conflicto armado?
Quien haya estudiado en profundidad la historia contemporánea puede dar respuesta a esta interrogante a partir del verdadero trasfondo detrás de este lamentable hecho. Italia y la Alemania Nazi (los otros países integrantes del Eje además de la tierra del sol naciente) habían firmado la rendición incondicional. El hastío bélico soportado por el pueblo japonés en ese momento era insostenible.
Lo que está claro entonces es que el verdadero propósito de aquel crimen fue demostrar al mundo, y en especial a la urss, el poderío destructivo de las armas nucleares en poder de Estados Unidos. En un prepotente acto de desprecio, acabaron con la vida de personas inocentes. Los inocentes pagan siempre los delirios de grandeza de las naciones poderosas. Poco importaron los niños, mujeres y ancianos que habitaban aquellas localidades, mucho menos importaba la destrucción masiva que ni siquiera el todopoderoso dólar puede reparar. Tenían un «juguetico nuevo» y querían darlo a conocer.
¿Existe tanto cinismo como para que la nación responsable de este genocidio diga ser defensora de los derechos humanos? ¿Acaso esta es la historia que pretenden que los pueblos olviden?

En la actualidad:
Las consecuencias a largo plazo de la bomba atómica estadounidense en Hiroshima han sido: anemia, leucemia, tumores malignos, deformaciones físicas y mutilaciones, graves trastornos síquicos y alteraciones de la conducta social.
Además, han causado trastornos del crecimiento, envejecimiento prematuro, ceguera, daños en el sistema nervioso central, abortos, importantes taras síquicas y físicas entre los recién nacidos, entre otros muchos problemas de salud.
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Ramón. dijo:
1
9 de agosto de 2018
02:05:53
luis blanco dijo:
2
9 de agosto de 2018
09:37:20
Taboada Lorenzo Respondió:
11 de agosto de 2018
08:57:55
Orlandi dijo:
3
9 de agosto de 2018
20:12:45
José Manuel Lapeira Casas Respondió:
17 de agosto de 2018
12:12:25
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