
El ambiente de guerra es el mismo. Las provocaciones israelíes contra territorio sirio no son nuevas. Involucrar a la República Islámica de Irán en todo lo que sucede en la región, es la «comidilla» cotidiana de Tel Aviv y de Washington. El poder mediático occidental hace otro tanto. A fin de cuentas la comunidad internacional es víctima de lecturas diferentes sobre un mismo tema y un peligroso capricho.
Más o menos, en mi opinión, en esa circunstancia se llegó al pasado sábado cuando la Fuerza Antiaérea de Siria derribó un avión de combate F-16 israelí que bombardeaba su territorio.
El montaje del tema fue cuidadosamente preparado por Israel y por Estados Unidos: había que involucrar a Irán en el asunto. Y para ello se fabricó la fábula del supuesto «dron» iraní que incursionó territorio sionista. Esa versión, sin comprobación alguna, había que hacerla centro mediático, para desviar la atención del avión derribado y las continuadas acciones armadas de Tel Aviv contra posiciones militares y poblaciones civiles del país árabe víctima del terrorismo.
Una opinión muy sensata sobre el derribo de la aeronave militar la dio el Movimiento de Resistencia Islámica del Líbano (Hezbolá), cuando aseguró que esto supone el «comienzo de una nueva etapa estratégica».
Incluso, doy valor a lo publicado por un especialista militar israelí en el periódico Haaretz Amos Harel, que afirma que «Damasco ha mostrado este sábado una mayor confianza en sí misma, lo que fuerza a Israel a repensar su estrategia y las implicaciones tácticas ante esta nueva situación».
Ambas formas de ver el hecho parecen coincidir en lo necesario que resulta cortar las alas sionistas de un Israel acostumbrado a bombardear, masacrar palestinos, ocupar ilegalmente territorios –incluso de Siria, como las Alturas del Golán–, amenazar a Irán con lanzarle la bomba atómica y otras tantas bravuconerías propias de quien se siente muy seguro ante el apoyo militar, financiero y diplomático que le brinda Washington.
Pero el momento es otro aunque las noticias vuelen por el mundo con distintas versiones, algunas de ellas adulteradas en su totalidad.
Hoy día Siria respira otros aires. Su territorio –con la valiosa ayuda de Rusia– está casi libre de los terroristas del EI, aunque aún ocupen algún espacio los también terroristas del grupo Al Nusra, abiertamente apoyado por EE. UU.
Pero la realidad ha cambiado. La pesadilla de casi cinco años de guerra, la muerte de unos 250 000 sirios, la destrucción de una buena parte del país, parece haber llegado al comienzo de una cuenta regresiva, para bien.
Los sirios y sus aliados han reaccionado a tiempo y saben que la nación árabe es solo un trampolín en el mapa geopolítico de las aspiraciones mayores de Estados Unidos e Israel. Irán primero y Rusia, finalmente, son dos grandes piedras en las botas de las doce leguas calzadas por el arrogante imperio y su discípulo más aventajado para la región del Oriente Medio.
Ya ha dejado de ser un secreto que fueron Estados Unidos e Israel quienes fomentaron las acciones de grupos terroristas contra Siria e Irak, entre otros aspectos, para dividir el mundo musulmán y así poder limitar la influencia de la Revolución Islámica de Irán.
Sin embargo, aunque existen versiones diferentes, me atrevería a recomendar a quienes se empeñan en atizar un conflicto de incalculables consecuencias, hagan una lectura real y reposada sobre la realidad actual.
Hoy Siria ha demostrado con sus fuerzas armadas y la colaboración rusa, iraní y del movimiento Hezbolá, estar en capacidad de vencer a los terroristas y, además, rechazar a quienes –terroristas también– usan la aviación militar israelí para bombardear posiciones en su territorio y se empeñan en involucrar a Irán, contando para ello con el poder mediático occidental y el incentivo de un Complejo Militar estadounidense que, vampiro al fin, se alimenta con las fabulosas cifras de miles de millones de dólares por la venta de sus armas.
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Miguel Angel dijo:
1
16 de febrero de 2018
07:40:59
EDUARDO LOVOTTI dijo:
2
16 de febrero de 2018
20:21:42
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