
Romper el techo de cristal que impide el ascenso laboral de las mujeres al interior de las organizaciones, constituye una de las proyecciones de la Conferencia Regional sobre la Mujer que se desarrolla regularmente desde 1977 en América Latina y el Caribe.
Como resultado de la última conferencia efectuada en Uruguay, surgió la Estrategia de Montevideo, el documento que ahora traza el camino para la necesaria equidad entre géneros en el continente.
Al respecto, Granma conversó con la uruguaya Mariella Mazzotti, presidenta actual de este espacio que realizó su 56 Mesa Directiva en La Habana, recientemente.
«La Estrategia fue la conclusión de la última conferencia regional de la mujer, en octubre del año pasado en Uruguay. Allí nos reunimos todos los países de América Latina y el Caribe y acordamos este documento, que es muy importante porque la mayoría de las naciones de la región lo firmaron.
«Por un lado señala los desafíos de nuestros países para avanzar hacia una justicia de género. Además les muestra a las naciones el camino a seguir, con diez líneas de acciones para llevar a la práctica las políticas públicas que hemos delineado», explicó.
—Aun cuando se trata de líneas para ejecutar a largo plazo, ¿qué problemas visibiliza la Estrategia?
—La desigualdad económica es un tema fundamental. Esto forma parte, lamentablemente, de nuestro continente y afecta directamente a las mujeres. En América Latina ha aumentado la pobreza de estas, lo que repercute en adolescentes y jóvenes.
«La cultura patriarcal, la cultura de los privilegios que se despliega desde las instituciones, afecta a las mujeres», insistió Mazzotti.
«Por otro lado –puntualizó– hacemos énfasis en el trabajo. Las mujeres latinoamericanas hemos salido de casa a trabajar de manera remunerada y, sin embargo, prácticamente no hemos tenido cambios en el trabajo en el hogar: cocinar, atender a los hijos, los mayores y los enfermos».
En ese sentido, Mazzotti apreció que la Estrategia de Montevideo visibiliza a través de políticas la necesaria remuneración de la mujer por su trabajo. La calificada por ella como «política de cuidados», es «una de las fundamentales para luchar contra la desigualdad».
También, dijo Mazzotti, la atención a la cultura, a los valores asociados a ella, y al acceso a los servicios, resulta fundamental para alcanzar la igualdad en cada una de nuestras naciones.
«En Montevideo también señalamos que América Latina es el continente más desigual; África es el más pobre, pero América Latina el más desigual», enfatizó.
«Hay desigualdad entre países y entre las propias mujeres. No todas tenemos las mismas oportunidades, y ello tiene que ver con la raza y la etnia. En el continente, los pueblos indígenas y los afrodescendientes sufren discriminaciones específicas y, por ejemplo, las mujeres rurales no viven igual que las de las zonas urbanas. A su vez, dentro de los entornos urbanos hay distinciones: no es lo mismo estar en los centros que en las periferias. Trabajamos, además, los grupos etarios: nos interesa ver qué pasa con las mujeres jóvenes, con las niñas, con las de la tercera edad».
—Este encuentro en Cuba conmemora los 40 años de la primera Conferencia Regional sobre la mujer del continente, ¿cómo valora la gestión del país en esta esfera?
—Cuba tiene mucho que enseñarnos en cuanto a sexualidad y género y todas las políticas de la diversidad sexual y la identidad de género. Ser mujer transexual implica una desigualdad específica, como lo implica ser lesbiana o tener VIH SIDA o ser discapacitada. Todo eso está nombrado especialmente en la Estrategia de Montevideo y es un paso de madurez de los países porque luego se expresa en las políticas que hacemos.
«Los países tampoco somos iguales y aquí en la Estrategia de Montevideo algunas naciones insulares del Caribe evidenciaron cómo las mujeres tienen una afectación específica en todo lo que está pasando con el cambio climático.
«Lamentablemente este mes han sido impactados notoriamente países del Caribe. Estamos admirados por el esfuerzo, el compromiso y la política pública de Cuba, que en pocas semanas ha permitido disminuir muchos de los efectos del reciente ciclón, si se compara con otros países insulares, donde las mujeres y niñas han sido víctimas.
«Un elemento sustantivo es, en el caso de Cuba, el reconocimiento al papel de las mujeres y al movimiento feminista liderado por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
«Hay un eje de implementación específico que trata sobre la participación popular y ciudadana. Esta incluye todos los grupos y organizaciones: indígenas, afrodescendientes, rurales, los cuales deben ser reconocidos y establecer diálogos con nuestros estados, lo cual resulta fundamental para consolidar la democracia».
—Usted ha advertido sobre las desigualdades entre las propias mujeres. Mientras algunas llegan a la política, otras permanecen silenciadas. ¿El hecho de que una mujer se empodere y escale a la política es necesariamente un indicador de avance hacia la igualdad entre géneros?
—El cambio cultural que queremos promover es para beneficio de mujeres y hombres. Sin embargo, hay que reconocer las condiciones de desigualdad entre las mujeres y, si una mujer en un cargo utiliza el poder para beneficio propio, a esta, como feministas y progresistas, debemos cuestionarla para que el cargo se utilice a favor de las mayorías.
«Como hemos estado tanto tiempo en la casa, nos ha costado mucho llegar al mundo de la política. En Uruguay, de donde yo provengo, a pesar de ser un país que se toma como ejemplo en relación con muchas políticas de derechos de las mujeres, son muy pocas las que acceden a cargo de decisión, ya sea en el mundo de la política, de las instituciones o de la economía. Bien sabemos, cuando hay una mujer en el poder y este está bien utilizado, beneficia y coloca en la agenda pública temas que a veces a los varones no se les ocurren. Por ejemplo, toda la política de embarazo adolescente, el derecho de ser acompañadas en el parto, la política de a igual trabajo, igual salario.
«La mujer en la política padece una violencia específica; en las leyes de lucha contra la violencia de género, nosotros tenemos una dimensión que es el acoso político. Hay países de la región donde mujeres que han militado y han participado por los derechos de las mujeres han sido asesinadas por su militancia» concluyó.
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