ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Edad: 61 años.
Lugar de nacimiento: Transkei, Sudáfrica.
Cargo: Directora Ejecutiva de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres). Afiliación política: Partido Congreso del Pueblo y Congreso Nacional Africano.
Foto: ONU

Parecía improbable que una mujer negra, en un país donde el Apartheid fue régimen imperante, llegara a la vicepresidencia. Pero así fue el día del 2005 en que  la sudafricana Phumzile Mlambo-Ngucka ocupó su silla junto al presidente Thabo Mbeki y los demás hombres empoderados de su tierra.  

Antes de llegar a ese alto escaño político -hecho sin precedentes en la patria de Nelson Mandela-, la sudafricana había sido miembro del Parlamento: encabezó el Comité de Cartera de Servicios Públicos y fungió como viceministra de Comercio e Industria entre 1996 y 1999. Desde entonces era posible avizorar su proyección a favor del desarrollo y su activismo sociopolítico, con un peculiar foco en las mujeres.

A sus roles como figura pública, sumó el de fundadora de la Corporación de Desarrollo de la Comunidad Guguletu y su membresía en el comité ejecutivo nacional del Congreso Nacional Africano (ANC).

En esas labores tenía experiencia, por haber trabajado con la Asociación Mundial Cristiana Femenina (YWCA), desde la cual abogó por la creación de empleos para jóvenes dentro del sistema de la ONU y por la educación para el desarrollo promovido en África, Asia y Oriente Medio.

Ya no se juzgaba quimérico que una mujer negra, llamada Mlambo-Ngucka, trascendiera las fronteras de un país para proyectar su voz hacia el orbe. La antigua maestra de KwaZulu-Natal -una de las nueve provincias que forman la República de Sudáfrica- contaba con lo necesario para representar a las féminas en una instancia global como  ONU-Mujer.

Cuatro años han transcurrido desde que, en el 2013, Ngucka ascendiera por derecho propio al cargo de directora ejecutiva de la organización. Semanas atrás cumplió su primer periodo de mandato y, sin embargo, este 4 de julio el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, la ratificó en la posición.

Un comunicado de prensa emitido por el organismo, expresaba que la decisión resultó de varias consultas con los estados miembros de la ONU y con la junta ejecutiva de la entidad encargada de promover la equidad de género y el empoderamiento de las féminas.

Desde ahí, Ngucka se ha pronunciado por estas causas, a veces soslayadas y vistas como caprichos de las mujeres y demás activistas que las apoyan. Al respecto, resulta esclarecedora la declaración de Mlambo-Ngcuka, y de la directora ejecutiva interina del Fondo de Población de las Naciones Unidas, Natalia Kanem, con motivo del Día Mundial de los Refugiados, el pasado 19 de junio.

«Nadie elige abandonar su hogar y sus pertenencias con ligereza. Para que una persona se convierta en refugiada, debe haber experimentado circunstancias insoportables: de peligros inmediatos a riesgos incalculables. Estos contextos afectan especialmente a las mujeres y las niñas, quienes enfrentan condiciones y derechos inciertos, además de peligros y altas probabilidades de sufrir violencia sexual. Según el Fondo de Población (FPNU), en la actualidad, 26 millones de mujeres y adolescentes en edad reproductiva necesitan ayuda humanitaria en todo el mundo».

Mlambo-Ngcuka, la educadora de 61 años, ha liderado desde su actual puesto campañas por la igualdad y contra la violencia de género. Sus premisas van en la línea de la emancipación consciente, con verdadero enfoque de género que incluya la formación de hombres y mujeres en ambientes de equidad. Ello contribuiría al desarrollo del ser humano, a fin de cuentas.

En sus discursos es constante una idea: «el mundo se ha comprometido como nunca con la causa de la igualdad de género y la protección de las personas refugiadas. La comunidad internacional debe renovar su compromiso para centrar la acción humanitaria para las personas refugiadas en las mujeres y las niñas, al igual que en los hombres y los niños. Nosotros -y ellas- no podemos permitir menos que eso».

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