La noticia, por casi increíble que sea, me resultó imprescindible para encabezar este comentario. El mercado de los esclavos en Libia, junto a otras atrocidades que se cometen contra emigrantes africanos, forma parte de lo que la Organización Internacional de Migraciones ha llamado «un valle de lágrimas».
Recurro a la memoria y con ella reviso decenas de despachos noticiosos relacionados con ese país norafricano, que hace diez años era ejemplo de beneficios sociales que favorecían a la población más pobre, y que en vez de crear un mercado de esclavos en su territorio para los hambrientos africanos, ayudó económicamente a las naciones de ese sufrido continente y concibió una nueva Organización para la Unidad Africana que fomentara proyectos de desarrollo para esos países.
Y aunque resulte demasiado arriesgado, me atrevería a asegurar que Libia fue una antes del 2011 y es nada después de esa fecha.
Ahora, un nuevo y suculento negocio -además del petróleo- es punto de referencia en Libia. Se trata del tráfico de seres humanos y la utilización de ellos como esclavos, en pleno siglo XXI.
Los testimonios estremecen al más impávido de los mortales.
Esta gran tragedia es continuación de la guerra que ha vivido Libia desde el 2011, cuando fue bombardeada por Estados Unidos, Francia y la OTAN y asesinado el presidente Gadafi.
Fue el 19 de marzo del 2011 cuando el gobierno francés –como en los buenos tiempos de la colonia–lanzó una ofensiva militar usando 20 aviones de guerra, incluyendo cazas Rafale y Mirage 2000.
Para los que aun puedan tener dudas, acudo a lo publicado el 17 de marzo del 2011 por el New York Times, en cuanto a que «Estados Unidos estaba pensando atacar por aire a los aviones, tanques y artillería pesada del ejército de Gadafi.
También consideraba la posibilidad de transferir dinero de las cuentas bancarias bloqueadas de Gadafi a los rebeldes para que pudiesen comprar armas. El oficial del Departamento de Estado, William Burns dijo que el Consejo Nacional de Transición podría abrir una oficina en Washington».
Hay datos de instituciones internacionales que fijan entre 10 000 y 15 000 los muertos por la guerra.
Para ese entonces, Europa era el principal exportador de armas a Siria por valor superior a los 343 millones de euros.
Unos y otros, Estados Unidos y sus aliados europeos, estaban al acecho, como buitres, del petróleo libio, cuyas reservas son las mayores de África y ocupa el noveno lugar en todo el mundo.
Libia está considerada una zona de petróleo altamente atractiva, tanto por la gran calidad del crudo que allí se extrae como por su bajo costo de producción y la proximidad a los mercados europeos.
Hay reportes de Naciones Unidas en que se advierte sobre la situación de especial vulnerabilidad de las personas migrantes y refugiadas en Libia, que se ha convertido en país de destino y de tránsito.
Llueven las denuncias de múltiples abusos -extorsiones, trabajos forzados, violencia sexual y arrestos arbitrarios- por parte de traficantes de seres humanos involucrados en redes de trata, así como de grupos armados y también de funcionarios.
El cierre de las fronteras de países de la Unión Europea, lejos de ser una solución, ha contribuido a hacer crecer ese gran cementerio en que se ha convertido el mar Mediterráneo.
Se patentiza con la llegada de más de 100 000 personas a las costas de Italia, en su mayoría provenientes de las costas de Libia.
Unos 3 000 murieron en el mar en el intento de cruzar hacia el mundo rico.
En mi opinión, es hora ya de que las tenues denuncias de instituciones de la ONU y otras sobre la fragilidad de la situación en Libia y la libertad con que actúan allí verdaderos esclavistas de empobrecidos africanos, se haga cambiar con el concierto de todos y en primer lugar con el consentimiento de los libios.
De lo que no parece haber dudas, es que en la solución del problema libio debe desaparecer, en primer lugar, la injerencia foránea y el uso de la fuerza militar.
De igual forma, cualquier arreglo interno debe contar con las bases tribales que forman parte importante del entramado político-religioso y étnico de esa nación.
Será muy difícil para el país poner freno a ejercicios tan denigrantes como el de la esclavitud y el tráfico de personas, sin contar con una dirección administrativa central, no dividida, e instituciones que puedan poner orden a lo dejado por las guerras impuestas, los bombardeos de potencias extranjeras y la lucha tribal generalizada.
Mientras, ese territorio no pasará de llevar el calificativo de valle de lágrimas, por el sufrimiento de empobrecidos africanos que al llegar allí son sometidos a una esclavitud inconcebible en pleno siglo XXI.
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Rogelio dijo:
1
16 de mayo de 2017
04:41:35
Rogelio dijo:
2
16 de mayo de 2017
04:53:06
Bárbaro dijo:
3
16 de mayo de 2017
08:20:28
Jorge Respondió:
17 de mayo de 2017
10:33:57
OrlandoB dijo:
4
16 de mayo de 2017
10:11:31
Miguel Angel dijo:
5
16 de mayo de 2017
10:56:15
Yudith Fernández González dijo:
6
18 de mayo de 2017
11:38:40
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