Inmensa y rara noticia de las últimas horas

CARACAS, Venezuela.—En las aguas tormentosas donde puede navegar el ser humano contemporáneo si se trata de titulares, de noticias impactantes, de historias insólitas, se pescan, de modo recurrente, el drama de la guerra, ciudades que evocan paisajes lunares por obra y desgracia de las bombas, millonarios que donaron su fortuna, o pobres diablos que se hicieron ricos, caprichos de farándula, suicidios, anoréxicos, escándalos financieros…

Raras veces, sin embargo, se magnifican las verdaderas buenas noticias, esas que están poniendo a salvo a la humanidad. Lo decía en la noche de este jueves, con razón, el presidente bolivariano Nicolás Maduro durante el acto que en Caracas, Parroquia el Valle, declaró al hermano país como territorio ciento por ciento Barrio Adentro Salud.

Desde el primer Centro de Diagnóstico Integral (CDI) que inaugurara el Comandante Hugo Chávez cuando nació la Misión Barrio Adentro, Nicolás Maduro decía en clara alusión a esa madeja perversa de los medios en que el bienestar y la lucidez del ser humano han dejado de ser el centro de toda intención: «Que Venezuela haya llegado a récord mundial no es noticia; para qué, no importa…; pero lo logramos…».

Lo que ha sucedido en tierra de Bolívar es, si no el más importante, uno de los más grandes sucesos en el contexto de mucho tiempo transcurrido, y en el espacio no solo nacional sino también del hemisferio y del mundo: la nación bolivariana es la segunda en el orbe, después de Cuba, que logra una total cobertura de atención médica a sus casi 32 millones de habitantes.

Emocionado, profundamente agradecido a Cuba, a Fidel, a Raúl, a los médicos cubanos y venezolanos que han hecho posible llegar a una condición tan importante, el mandatario calificó este 20 de abril como día de felicidad. «Gracias, mil veces gracias», expresaba ante todos los que estuvimos presentes en el acto, y ante todos los medios del hermano país, los que están con la Revolución y que al unísono transmitían la noticia.

El presidente obrero, enérgico, a quien los médicos le obsequiaron una bata blanca y un estetoscopio momentos antes de comenzar el acto, dijo contento que se declaraba «el doctor Amor», en clara oda a ese sentimiento que construye desde una Revolución mientras el país sufre el odio de una oligarquía antipatriótica y partidaria de la violencia.

Ofrecía cifras, especialmente a los periodistas, en aras de que la verdad no sea silenciada: gracias a la misión nacida hace 14 años se han hecho en el país, gratuitamente para el pueblo, 71 900 000 exámenes médicos (desde una extracción de sangre, hasta una tomografía axial computarizada), y casi tres millones de intervenciones quirúrgicas. Se han salvado 179 191 vidas; se han graduado 830 médicos indígenas (que no se divorciarán de las costumbres ancestrales de sus comunidades), y se están formando otros miles.

Otros números anotó esta cronista en su agenda antes de la comparecencia del presidente: Ciento por ciento de cobertura significa que Venezuela cuenta con casi 600 áreas de salud, más de 500 CDI, más de 580 salas de rehabilitación, más de 30 Centros de Alta Teconología (CAT), más de 300 ópticas, casi 2 000 puntos odontológicos, más de 22 000 médicos integrales comunitarios, más de 33 700 estudiantes, y más de 63 000 profesionales de la salud. Por cada 250 familias,  hay disponible un equipo de salud.

Esa verdad tiene que existir en una bruma de engaños, distorsiones e invitaciones al olvido y a la ingratitud. Pero es inmensa: está hecha de puros hechos y no necesita de montajes desesperados, de esos más de cien millones de dólares, por ejemplo, que los enemigos de la Revolución Bolivariana, los que tienen en sus manos tecnología y medios de comunicación, invirtieron para magnificar una marcha blanca que palideció todavía más cuando este 19 de abril el mundo pudo contrastarla con la marea roja del pueblo que en las calles dijo sí al actual gobierno en el poder.

Ojalá los milagros obrados por los pueblos fueran el desvelo noticioso de todos los periodistas y medios del planeta. Así ya muchos sabrían, a estas alturas, que en Venezuela —allí donde alguien crea que la civilización no puso sus ojos, donde tribus indígenas viven como llegaron al mundo—, puede llegar la voluntad de un médico y salvar callada, heroicamente, una vida.

No importa que los titulares, como calidoscopios, nos fragmenten la realidad, nos toquen las emociones como se pincha nuestra piel con una aguja: lo grande, como decía el revolucionario Nicolás Maduro, es que Venezuela lo logró, y que el milagro humano, tratar a nuestros semejantes como lo que son, está en marcha por millones.