ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La Misión lleva a las zonas más recónditas del país los valores culturales de Nuestra América. Foto: de la autora

Miranda, Venezuela.— Consuela de la lejanía y del paso por caminos nuevos o que ya casi habíamos olvidado, llegar a algún paraje y ser recibidos por el cariño.

«¿Qué tal el viaje? ¿Todo fino?», indaga solidaria una mujer mestiza cuando hemos llegado a la urbanización Colinas de Maurica, Parroquia Mamporal, en el estado Miranda.

—Todo fino, comentamos.

—Ah, esa es la actitud…

Atrás, no muy distantes —porque Miranda es estado vecino de la capital—, hemos dejado los edificios altos y grisáceos, y los cerros preñados de casas multicolores, esos que nos hacen pensar siempre en milagros por aquello de que la Tierra haya dejado acomodar sobre sí tanto atrevimiento de construcción, gigantesca obra encajada en la corteza por obra y mandato de la necesidad.

Al final de la travesía, al filo de las diez de la mañana, nos recibe una comunidad que aún se despereza. Es domingo y ya es evidente que habrá música y danza, y reunión con los pobladores; pero todavía no aparece la gente, y solo un grupo de jóvenes, presilladora en mano y con varias telas de satín, se afanan en preparar el escenario donde acontecerá todo en horas de la tarde.

¿Por qué hemos llegado hasta aquí de la mano de Elvia Núñez Pérez, vicecoordinadora nacional de la Misión Cultura Corazón Adentro que hace posible la labor en Venezuela, en sus 24 estados, de 162 cubanos? La motivación es ser testigos de cómo trabajan los colaboradores nuestros en acompañar el desarrollo cultural de la nación bolivariana.

La imbricación de venezolanos y cubanos en tal propósito cuenta para su despliegue con los mundos de las artes plásticas, la música, la danza, el teatro y la literatura. Cada manifestación se expresa a través de eventos cuyas protagonistas por excelencia son las comunidades.

Este domingo, en la urbanización Colinas de Maurica, veremos bailes y una obra teatral. Es fácil comprender por qué la Misión se llama Corazón Adentro: la impronta de los colaboradores nuestros, su voluntad de sumar experiencias metodológicas a la riquísima cultura y al talento de la nación sudamericana, tienen como destino los sectores más humildes y los lugares más recónditos de Venezuela.

EL ARTÍFICE

Osmel Clavijo Caballero ama la danza, y el arte todo. Este santiaguero de 31 años, formado como Instructor de Arte, ya va para tres años aquí haciendo lo que le fascina: encauzar el talento de los pobladores. Es él quien preparó la función cuyo escenario se alista desde temprano en la mañana. No tendremos noción exacta de cuánto ha hecho hasta que no veamos la obra. A modo de preámbulo le hacemos algunas preguntas que responde sentida y pacientemente.

«En realidad no me puedo quejar, expresa. Cuando llegué fui para Barlovento, en el municipio de Acevedo. Allí todo era más bien tranquilo. Luego tuve otras experiencias. He trabajado en el estado Miranda en lugares de extrema pobreza; estuve en varias parroquias, hice cosas con personas discapacitadas».

Osmel dice haberse desempeñado como un trabajador social. Ha visto disímiles problemas del ser humano, puede llegar a lidiar con los asuntos de 400, 500 pobladores. Ha sido una suerte de médico del alma, de sicólogo. Es lo que aquí se conoce como «trabajo comunitario integrado». Del país sudamericano confiesa que le ha conmovido todo.

«Al venezolano no le gusta sentir que intervienen su cultura, pero yo he trabajado maravillosamente con ellos, he respetado sus costumbres y les he transmitido tradiciones de mi país», valora Osmel, que ha tenido entre sus desvelos mostrar a los anfitriones cómo se elabora un guion, cómo se hace el diseño coreográfico de un tema, de una historia, o cómo se construye un programa cultural.

«No es nada diferente de lo que hacemos en Cuba —enfatiza—; emprendemos acciones formativas, fomentamos valores».

Lo que Osmel no dice es que lo que veremos hoy es fruto de la voluntad más natural y apasionada de los «artistas». Nadie ha venido hasta la urbanización a decir cómo hacer las cosas. Es lo que dice Elvia Núñez: «Hay que tener mucho sentido de pertenencia en una comunidad, para hacer funciones como la que veremos, solo con la ayuda de ellos mismos».

LA OBRA

Pasada la hora del mediodía los vecinos del lugar han ido llegando. Los niños fueron los primeros en reunirse. Las pequeñas andan ataviadas con batas y peinados impecables. Los adultos han puesto una carpa y han traído sillas para que muchos se acomoden. El escenario está listo. En los alrededores, diversos detalles hablan de una urbanización humilde y limpia: ropas colmando tendederas, tanques plásticos colocados en el suelo, vendedores ambulantes de chucherías. Los perros, siempre grandes y mansos, se pasean como personajes fieles y notables del paisaje.

Empieza la danza aderezada por tambores y cantos. Osmel es uno de los bailarines además de haber organizado la función. Los niños embelesados, y mujeres y hombres de todas las edades, se concentran cada vez más frente a los movimientos que despliegan los aficionados.

El espectador advierte el hilo común de Nuestra América. Es la misma gestualidad, el ritmo heredado de África, el dolor del negro azotado por su amo y que tantas veces se cuenta en la danza. Voces jóvenes comparten profundidades de la tradición popular: «El perro no muerde al hombre, sino el hombre a la mujer»; «para bañar necesito un río claro de agua, y para lavar mis penas me basta con tu mirada…».

La obra es larga, un regalo de los pobladores a sí mismos. Detrás del guion, que incluye una obra teatral con mujeres adultas cuyas ocurrencias arrancan carcajadas a niños y ancianos, está el corazón adentro y abierto de Osmel, quien ya sueña, para cuando llegue a Cuba, organizar un nuevo espectáculo.

Al final de la función, coronada con un desfile de niñas bailadoras, la comunidad se reúne frente al mismo escenario para hablar de sus asuntos cotidianos. En una de las casas nos brindan una sopa inolvidable. Osmel, callado, como si hoy no hubiese pasado nada extraordinario, disfruta un sabor que conoce de memoria y que llevará entre sus recuerdos por siempre.

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Pepecito dijo:

1

30 de enero de 2017

11:31:11


Que decepción el programa bailando en Cuba, creo que esto no contribuye al desarrollo de nuestras raíces ni de nuestra cultura, por favor con otra tónica se realizaría un mejor programa.