La sociedad japonesa es conocida y admirada por poseer estilos de vida de extrema dedicación a cualquier tarea que realicen. Pero, eventualmente, la consagración total a una labor se puede salir de control y convertirse en un inconveniente.
Hace algo más de un año, Matsuri Takahashi, una japonesa de 24 años, murió por «karoshi», como llaman en la nación asiática a los fallecimientos por exceso de trabajo. La joven trabajadora de Dentsu, mayor empresa publicitaria nipona, se suicidó luego de encadenar jornadas de 20 horas de labor y varios meses superando las 100 horas extra de emprendimiento.
Poco antes de finalizar el 2016, el Ministerio nipón de Trabajo anunció que llevaría a esa compañía, la mayor del país y quinta del mundo, ante la justicia por la muerte de su empleada. La medida no solo provocó la renuncia del presidente del consorcio dada su responsabilidad en la tragedia, también reavivó el debate sobre las muertes por exceso de trabajo en el país asiático.
Según los reportes de las autoridades, Dentsu incumplió las leyes laborales de la nación y por tanto tiene responsabilidad legal en la muerte de la joven. De acuerdo con las leyes niponas, para que un caso sea catalogado de «karoshi» la víctima tiene que haber trabajado más de 100 horas extra en el mes anterior a su muerte u 80 en dos o más meses consecutivos de los últimos seis. De acuerdo con las investigaciones, Takahashi trabajaba hasta 105 horas extra al mes.
Aunque la historia de esa joven, que tan solo pudo resistir siete meses de trabajo excesivo en ese gigante de la publicidad, conmovió a la sociedad, no se trata de un caso aislado para Japón, donde los fallecimientos por estrés laboral son un fenómeno de tal magnitud que fue reconocido oficialmente como un peligro para la salud por el Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar desde 1987.
De hecho en los primeros años las cifras oficiales reportaron unos 200 casos anuales, pero en el 2015 el número de víctimas alcanzó las 2 310, según esa propia institución.
Para las autoridades de esa cartera «el aumento de la tasa de mortalidad por complicaciones de salud, como derrames cerebrales o ataques al corazón, debido a un exceso de trabajo y estrés laboral es considerado karoshi». Además, de acuerdo con informaciones del ministerio, la muerte súbita de cualquier empleado que trabaja como promedio más de 65 horas a la semana durante más de un mes puede ser catalogada de la misma manera.
En ese sentido, varios analistas han indicado que las altas tasas de suicidio y las muertes repentinas por ataques cardiacos y apoplejías podrían estar muy relacionadas con las extenuantes cargas laborales y largas horas de trabajo a las que se someten los japoneses.
GÉNESIS
Para entender el fenómeno, que no es exclusivo de Japón, hay que remontarse a los años de la posguerra. Los rápidos éxitos logrados por la nación del sol naciente, que permitieron la transición de un país devastado por la Segunda Guerra Mundial a una potencia económica y tecnológica, solo pueden entenderse gracias a esa cultura de consagración al trabajo.
De hecho, investigaciones sicológicas demostraron que esa entrega a la faena significó una nueva motivación para los hombres y mujeres de un país que debía reconfigurarse.
En los años posteriores, cuando el crecimiento vertiginoso de Japón alcanzó su techo y entraron en una época conocida como «burbuja económica», donde los salarios llegaron al límite y la vida se encarecía cada vez más, los japoneses ya mantenían un ritmo laboral agobiante que desencadenó el problema de salud pública que enfrentan hoy.
Aunque el gobierno de Shinzo Abe ha reafirmado su voluntad de ordenar el mercado laboral japonés y erradicar los abusos, ese estilo de vida que aún demanda de los nipones entre 60 y 70 horas de trabajo semanal, cuando en la mayoría de los países occidentales por ley se exige que las jornadas laborales no superen las 40 horas semanales, desembocó en trauma nacional que, de acuerdo con el Consejo Nacional en Defensa de las Víctimas de Karoshi, en realidad puede cobrarse hasta 10 000 víctimas anuales.
Para paliar este fenómeno que se repite cotidianamente en Japón, el Estado, de conjunto con algunas empresas, puso en marcha una serie de planes que buscan limitar a un «nivel razonable» el número de horas extra, así como intentar ofrecer soluciones para ofrecer un mejor equilibrio entre la vida personal y la profesional.
Aun así, todas estas medidas de contingencia no han tenido el efecto deseado en una sociedad extremadamente tradicional y que ve en la consagración al trabajo la vía para aportar al futuro de la nación. La pregunta aquí sigue siendo: ¿cuánto trabajo es demasiado?
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Luis dijo:
1
6 de enero de 2017
04:55:22
mabuya dijo:
2
6 de enero de 2017
08:37:23
Bárbaro Rafael Cabrera reyes dijo:
3
6 de enero de 2017
12:05:42
ludie dijo:
4
6 de enero de 2017
15:42:24
Miguel Angel dijo:
5
7 de enero de 2017
10:21:25
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