No han sido pocas las veces que el mundo ha conocido, a través de alguna foto o de una nota informativa, de la muerte de un niño o niña, ahogado en el Mediterráneo y empujado por olas hacia la arena, sin que se sepa su nombre ni el de sus padres o demás familiares.
Simplemente son algunos de los miles que fueron llevados a las frágiles embarcaciones, luego de pagar a los traficantes de seres humanos que nunca han puesto reparo para saber los nombres, nacionalidad, edad o país de procedencia de sus «clientes».
Es la conversión de sueños en pesadillas, para quienes el desespero y la incertidumbre los hacen elegir la emigración como opción de vida.
Así transcurren los últimos años —pueden ser diez o 20— en una veloz carrera estimulada por el hambre, las enfermedades, las guerras y otros conflictos que azotan a la sufrida África y a los países del Oriente Medio.
Emigrar ha sido y es la palabra que resume una tragedia mayor y que involucra a una Europa sacudida por la contracción económica y una brusca caída de sus niveles sociales, ahora con un alto flujo de personas llegadas a sus fronteras y las pocas o ningunas soluciones que tienen los países del Viejo Continente para afrontar la oleada humana.
Detrás de esta verdadera tragedia, hay muchas aristas de las que poco se divulga en la prensa internacional. Los que huyen del hambre en África, para poder enrolarse en la aventura de cruzar el peligroso mar, venden lo que pueden de sus modestas pertenencias, incluso sus tierras y piden dinero prestado a familiares para pagar la travesía.
Esta sola acción implica otros lastres para países sufridos: muchos campos de cultivo son abandonados, la fuerza de trabajo agrícola disminuye, el desarrollo —si es que se avizora alguno—queda en manos de transnacionales o caudillos locales que buscan a otros seres humanos para explotarlos.
Termina el año 2016 y el fenómeno de la migración, tiene como saldo un total de 7 189 personas fallecidas en estos últimos 12 meses, de acuerdo con cifras informadas por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
En un reporte de la agencia italiana ips, se recoge que el número de los que mueren al tratar de cruzar el Mediterráneo se multiplicó por cinco en comparación con el 2015.
Si el pasado año se producía una muerte por cada 269 personas que llegaban a Europa, en el presente la cifra es de un ahogado por cada 88 emigrados que han llegado vivos, según precisó William Spimdler, portavoz de la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
En la ruta entre Libia e Italia, la probabilidad de morir es aún mayor, una persona cada 47 que llegan. La proporción en ese trayecto empeoró incrementándose en más de 5,7 veces.
Esta historia tiene el otro componente en los países europeos a los que pretenden emigrar millones de africanos o del Oriente Medio. En la sociedad de la opulencia —y también del desempleo— los que han llegado con vida, se han encontrado todo tipo de problemas, que van, desde la represión, la discriminación y hasta la expulsión, o a «vivir» —si es eso vida— tras grandes alambradas levantadas con urgencia o —en los casos menos tristes— en campamentos, también hechos a la carrera, adonde les puede llegar alguna ayuda humanitaria mientras se «define» su status migratorio o el destino futuro de parias dentro de poblaciones que rechazan su presencia.
Los citados despachos de prensa refieren que el plan de la ue de reubicar a 120 000 hombres y mujeres, solo llegó a reasentar a 327 personas en toda Europa. El presidente del bloque, Jean-Claude Juncker, calculó que a ese ritmo la implementación de plan se extenderá hasta el 2100, refiere ips.
En este trance entre el desespero de los que buscan en Europa una vida mejor y la realidad que allí se encuentran los que logran llegar, los traficantes de seres humanos se frotan sus manos que ya acarician unos 65 000 millones de dólares de ganancia con sus frágiles embarcaciones llenas de personas que intentan cruzar cada día el Mediterráneo.
La vida para quienes emigran se debate entre los sueños y las frustraciones y en el caso de los niños inocentes que ni siquiera han llegado a soñar, solo se conocen fotos de frágiles cuerpos tirados por las olas en desconocidas arenas.
COMENTAR
Miguel Angel dijo:
1
24 de diciembre de 2016
08:47:59
victor ramos dijo:
2
25 de diciembre de 2016
14:41:32
Pedro dijo:
3
26 de diciembre de 2016
20:01:06
pedro Respondió:
27 de diciembre de 2016
06:51:32
Responder comentario