ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Después de la Convención Demócrata, Hillary ha avanzado en la aproximación a los sectores demócratas que la enfrentaron en las primarias. Foto: AP

En el mes transcurrido desde las convenciones nacionales Republicana (18-21 de julio) y Demócrata (25-28 de julio), Trump ha redoblado su estilo de campaña contrario a las usuales normas del “bipartidismo” político estadounidense.

En cuatro semanas, Trump ha acumulado un grueso expediente de confrontaciones. En este periodo ha seguido recurriendo co­mo principal arma a provocativas declaraciones públicas, tales como la polémica con el padre y la madre de un capitán del ejército (todos musulmanes) caído en Iraq en el 2004; la declaración deseando que Rusia hubiese penetrado el correo electrónico de Hillary Clinton y captado todos sus mensajes; la insinuación de que los partidarios del porte de armas en Estados Unidos pudieran impedir la elección de Hillary Clinton; la advertencia de que las elecciones del 8 de noviembre serían amañadas; la afirmación de que había visto un video donde Estados Unidos cargaba en un avión en Ginebra 400 millones de dólares que estaba pagando a Irán como rescate por ciudadanos norteamericanos prisioneros en ese país; la afirmación de que Minnesota al aceptar a refugiados somalíes se había convertido en un terreno fértil para el reclutamiento de terroristas; la afirmación de que Sanders había vendido su alma al diablo: la “granuja” Hillary Clinton.

En ningún momento pueden considerarse estas declaraciones como exabruptos o formuladas en el calor del momento, como pretendió hacer creer Trump al presentar tardías disculpas a quienes sus palabras po­drían haber causado algún dolor personal, cuando finalmente lo hizo durante un acto de campaña la noche del 18 de agosto en North Carolina, solo para volver a recurrir al mismo tipo de actuación a las pocas ­horas.

Este comportamiento de Trump es premeditado y constituye (como él mismo lo ha declarado en reiteradas ocasiones) un ardid para atraer la atención pública sobre su persona, desviarla de la propaganda demócrata a raíz de la exitosa Convención Demócrata y de paso ahorrarse unos cuantiosos dólares al no tener que desembolsar dinero alguno para pagar publicidad en los medios de difusión.

Esta línea de acción le está pasando la cuenta a Trump. La abrumadora mayoría de las encuestas de opinión pública muestran por el momento una amplia ventaja para Clinton en el ámbito nacional y en los estados pendulares; y hasta en algunos estados considerados predominantemente republicanos hay señales de descontento en grupos numerosos de la población, tales como Utah, Kansas y Georgia.

Trump no ha podido en estas semanas lograr avances en atraerse a los grupos de su partido que se le opusieron durante las primarias. El 7 de agosto, 50 destacados integrantes de la “comunidad de seguridad nacional” que trabajó en los dos mandatos presidenciales de George W. Bush emitieron una carta pública donde expresan que Trump “carece del carácter, valores, y experiencia para ser Pre­sidente”. Entre los 50 firmantes están Micharl Hayden, quien fuera director de la CIA; Tom Ridge y Michael Chertoff, el primero y el segundo en ocupar el cargo de Se­cretario de Seguridad Interna (Homeland Security); Robert Zoellick, quien fuera Presi­dente del Banco Mundial y John Negro­ponte, el primer director nacional de inteligencia. Prácticamente todos ellos están entre los 121 republicanos que habían firmado una carta pública de rechazo a Trump dada a conocer el 2 de marzo pasado.

Siguen latentes las diferencias y contradicciones entre Trump y los dos principales líderes republicanos: Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, y Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Re­pre­sentantes, a quien corresponde el tercer lugar en la línea de sucesión de la presidencia del país. Tampoco ha dado señales de contar con apo­yo sustancial en otros grupos. Colabo­radores de exrivales como Ted Cruz y Ben Carson, que se habían incorporado al equipo de campaña de Trump, lo han abandonado o han sido despedidos.

Además, diversos políticos republicanos que ocupan cargos de senadores, representantes o gobernadores se van sumando a una creciente lista de personalidades que expresan públicamente su rechazo a Trump y hasta anuncian la decisión de abandonar las filas republicanas y sumarse a los demócratas o votar por Clinton. Un despacho de la AP del 15 de agosto pasado afirmaba: “Más de 100 funcionarios republicanos, incluyendo al me­nos seis que fueron miembros del Con­greso (federal) y más de 20 que fueron asistentes del Comité Nacional Republicano, firmaron una carta enviada a Reince Priebus, pidiéndole dejar de ayudar a la campaña de Trump”.

Tampoco marchan bien las cosas en el equipo de campaña de Trump, quien ha dado fehacientes muestras de que no pretende adaptarse al estilo “bipartidista” de campaña electoral. El 17 de agosto, menos de tres semanas antes del Día del Trabajo en Estados Unidos (en esta ocasión el 5 de septiembre) cuando tradicionalmente se efectúa el lanzamiento de la fase final de la campaña electoral, Trump anunció una reorganización de su equipo, designando a Stephen Bannon en el inusual cargo de “ejecutivo en jefe” y la promoción de su asesora en comunicación social al cargo de “administradora de la campaña”, sin sustituir a Paul Manafort, quien ocupaba ese cargo desde meses atrás. Estos cambios no favorecen el acercamiento entre el equipo de campaña de Trump y el Comité Nacional Repu­bli­cano. En realidad reafirman la decisión de Trump de mantener su estilo personalista. Bannon es un ferviente partidario de Trump y desde su posición de presidente ejecutivo del sitio web de extrema derecha Brei­bart News ha sido uno de los más firmes defensores de la candidatura de Trump. Ban­non es conocido por su oposición al Comité Nacional Repu­blicano pero no tiene experiencia alguna en conducir una campaña elec­toral. En realidad, la administración de la campaña recae en Kellyanne Conway, quien ha sido promovida del cargo que ejercía como asesora de comunicación, aunque tampoco tiene experiencia en la dirección de una campaña electoral presidencial.

Según informaciones de CNN, tanto Ban­non como Conway tienen estrechos vínculos con la familia Mercer, de Nueva York, quienes han sido fuertes donantes a las campañas de Newt Gingrich en el 2012, de Ted Cruz y del propio Trump en el 2016. Se considera que fueron los Mercer quienes impulsaron a Trump a designar a Bannon y a Conway en sus actuales cargos.

Mucho han tenido que ver estos cambios con los enredos en que está envuelto Paul Manafort, quien está entre los que investiga el FBI por posibles manejos ilegales en su trabajo de cabildeo en el 2012 a favor del anterior presidente de Ucrania, Víctor Yanu­ko­vich y del Partido de las Regiones. Dos días después de estos cambios, Manafort presentó su renuncia al cargo, inmediatamente acep­tada por Trump, quien lo despidió con las usuales palabras de reconocimiento y agradecimiento.

Pero más allá de toda especulación, lo cierto es que a diez días del Día del Trabajo y a menos de dos meses y medio de la votación final, Trump no cuenta con un equipo de campaña ni tiene creadas las relaciones de trabajo imprescindibles con el Comité Na­cio­nal Re­publicano. Solo como botón de muestra: a fines de julio, el equipo de campaña de Trump tenía contratados 83 funcionarios, mientras el de Clinton alcanzaba la cifra de 703.

Sin embargo, Trump sigue siendo el candidato de uno de los dos partidos mayoritarios y no existe nadie que pueda desplazarlo de esa posición. Pero si estas fallas en el desarrollo de la campaña electoral llegasen a restarle un cinco o diez por ciento de votos en el ámbito nacional, se traduciría en una derrota estruendosa de la aspiración presidencial republicana y hasta para la pérdida de la ma­yoría, al menos en el Senado federal.

Trump se ha colocado en una de las antípodas del sistema político electoral bipartidista de los Estados Unidos. Ha adoptado como eje central de su campaña una nueva fórmula: la movilización multitudinaria de los votantes y la difusión masiva de sus posiciones, sin priorizar el trabajo en la base. Rompe todos los esquemas y reglas de juego empleados por ese sistema en los Estados Unidos. Es algo nunca utilizado en los procesos electorales en los Estados Unidos por un candidato que haya triunfado en la contienda.

En la antípoda se sitúa Hillary Clinton. Si la campaña de Trump se caracteriza por la improvisación y la extravagancia, la de Hi­llary Clinton tiene como características centrales la normalidad y la organización clásicas. La otra antípoda del sistema electoral bipartidista. Trump quiere emplear el partido para desplazar a los poderes fácticos republicanos; Hillary trata de aunar a los poderes fácticos demócratas para garantizar la estabilidad del sistema político-electoral.

Después de la Convención Demócrata, Hillary ha avanzado en la aproximación a los sectores demócratas que la enfrentaron en las primarias. Prácticamente no hay ninguna personalidad demócrata que le haya negado su respaldo. A fines de agosto ha aparecido el primer demócrata de alto rango que ha declarado públicamente que no apoyará la aspiración presidencial de Clinton. Pero no ha dicho que apoya a Trump. Es James Justice, candidato demócrata a gobernador por el estado de West Virginia, quien da como razón que difiere diametralmente de Clinton en cuanto a sus políticas con respecto al carbón, actividad que Clinton quiere regular y disminuir. Pero esta industria es de mucha importancia en West Virginia y Justice considera que las posiciones de Clinton al respecto son muy, muy malas. West Virginia es también un estado que se considera sólidamente republicano.

El equipo de campaña de Clinton es fuerte y experimentado. Su plan de acción se basa en el trabajo minucioso en las bases para identificar y captar votantes y garantizar su concurrencia a las urnas el día de las elecciones. Toma en cuenta la agrupación de estados en aquellos que son definidamente favorables a los candidatos demócratas, los que lo son a los republicanos y los que están en dispu­ta: los llamados estados pendulares, en los cuales se librará la lucha electoral más fuerte y decisiva. Clinton mantiene estrechas relaciones de trabajo con el Comité Nacional Demócrata y desde meses atrás ha creado equipos de campaña en todos los estados del país. En cuanto a las finanzas electorales tiene un trabajo sostenido para recaudar dinero entre los grandes donantes, sin dejar de prestar atención a las contribuciones masivas de poco monto. Además, lleva a cabo una fuerte campaña de propaganda en los medios de difusión.

Al comparar ambas situaciones, se revela claramente que en este proceso electoral pri­ma la confrontación entre dos candidatos con concepciones bien diferentes en cuanto a la conducción de la campaña electoral, para enfrentar una situación común a ambos: la crisis del sistema político-electoral, en un ambiente en el cual tanto cada uno de los dos partidos como cada uno de los dos candidatos no son considerados confiables por más del 50 % de los votantes y de los afiliados a cada partido.

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francisco dijo:

1

26 de agosto de 2016

08:12:40


Continúa la horrible "tradicción" del partido republicano: buscar con lupa para presidente al mas "burro" de todos los EE.UU.

E.Navarro Respondió:


27 de agosto de 2016

08:56:50

Exelente articulo,es una pena q aqui en USA no se pueda publicar pues resume cuan impopular es D.Trump dentro de los Tanques Pensantes de la Seguridad Nacional,....Pudieramos agregar a otros miembros ilustres del P.R. como Collin Powell,Jonh Mc Cain,George Bush padre(ex jefe CIA en el mandato de Ronald Reagan y todos sus hijos q pertenecen a la elite del P.R),Mit Romney,candidato a lapresidencia en 2008,agregemos a los q no han salido abiertamente a no apoyarlo como SORPRENDENTEMENTE es el caso de los Congresistas Cubanoamericanos en claro analisis de q el Buque de Trump esta haciendo aguas,......Confio q el pueblo Americano sea lo bastante sensato y vote por el menos malo..Hemos tenido presidentes inesperados como el actor R.Reagan..el manicero J.Carter...el piloto G.Bush.....el 1er Afroamericano B.Obama........ahora los votantes tendran q definir entre la HIllari Clinton como 1ra mujer y Donald Trump como el 1er Loco en la Casa Blanca......Saludos......E.Navarro

Francis dijo:

2

27 de agosto de 2016

09:37:32


Són la misma cosa. Al lobo lo han colocado ahí con el objetivo de asustar a la gente y canalizar el voto en dirección a la loba feroz de la Clinton!!! Que ya ha demostrado con creces que más que mala es tan fascista como Hitler...