
Por primera ocasión, tal como estaba decidido, ya fue nominada una mujer como candidata a la presidencia por uno de los dos partidos que se reparten la absoluta mayoría del poder político en los Estados Unidos. El Partido Demócrata desde el 2008 se ha anotado dos primicias en los comicios presidenciales: el primer presidente de ancestros africanos electo y la primera mujer nominada como candidata a la presidencia.
A pesar de los cintillos iniciales que apuntaban a que la Convención Demócrata en Philadelphia estaría sumida en el caos, el posterior desarrollo de las sesiones muestra que se ha mantenido la estrategia de las distintas facciones demócratas, desde los llamados progresistas hasta los conservadores, de poner a un lado sus diferencias y dar una imagen de unidad para sacar el mayor provecho de la fragmentación entre los republicanos.
El cargo de presidenta del Comité Nacional Demócrata (DNC, por sus siglas en inglés), ocupado por Debbie Wassserman Shultz, muy criticada desde distintos grupos demócratas, fue la primera ofrenda a favor de la unidad. Sirvió como detonante para su renuncia al cargo (anunciada antes del comienzo de la Convención) la masiva filtración por Wikileaks de documentos que mostraban la parcialización del DNC a favor de la candidatura de Hillary Clinton, quien inmediatamente la designó como presidenta honoraria de su campaña electoral.
Bernie Sanders también se comportó dentro de la estrategia asumida cuando, desde el primer día, expresó su total apoyo a la nominación de Hillary Clinton y restó importancia a las filtraciones de Wikileaks. Para contentar a los partidarios de Sanders, en la plataforma política aprobada en la Convención se incluyeron algunas de sus reivindicaciones favoritas y, en general, de los grupos progresistas y liberales demócratas. Estos sectores tuvieron también la posibilidad de mostrar su frustración con una cuota de abucheos y gritos de protesta, dentro de las normas toleradas en ese tipo de evento.
Después de esas manifestaciones iniciales, el evento ha transcurrido en un clima de aparente unidad y de pleno apoyo a la candidatura de Hillary Clinton. Prácticamente “todo lo que vale y brilla en el firmamento” del liderazgo demócrata ha pasado por la tribuna de la Convención para elogiar a la nominada. En el grupo se incluyen a connotadas personalidades que han estado sistemáticamente opuestas a Hillary, desde la actual primera dama, Michelle Obama, el vicepresidente Joe Biden, el exalcalde republicano de Nueva York del 2002 al 2013, Michael Bloomberg, considerado el sexto entre los más ricos magnates de los Estados Unidos y, sobre todo, el presidente Barack Obama. No falta en esta lista, el propio candidato a la vicepresidencia seleccionado por Hillary, el senador por Virginia, Tim Kaine. En las elecciones del 2008, Kaine dio su apoyo a la aspiración presidencial de Obama, a cuya instancia ocupó en enero del 2009 el cargo de presidente del Comité Nacional Demócrata (DNC), hasta que lo abandonó en el 2011 y pasó a ser ocupado por Wasserman Schultz.
Los datos precedentes reflejan cómo en el liderazgo demócrata han cerrado filas alrededor de la candidatura de Hillary Clinton, en contraste con el panorama entre los republicanos en relación con la candidatura de Donald Trump.
Hay que destacar que Hillary y Trump son contemporáneos, pertenecen a la llamada “baby-boom generation” (generación de la explosión demográfica posterior a la II Guerra Mundial) y de ser electo Trump, superaría por unos meses a Ronald Reagan como el presidente electo de mayor edad para un primer mandato. Hillary Clinton sería superada por Reagan en esa categoría por unos meses. El único otro aspirante que se mantuvo activo hasta el último día de las elecciones primarias, Bernie Sanders, quien nació el 8 de septiembre de 1941, cumplirá 75 años al inicio de la etapa de las elecciones generales y fue el más añoso entre los aspirantes.
Pero hay un punto de coincidencia entre Clinton y Trump que refleja la creciente crisis del sistema político-electoral en los Estados Unidos. A pesar de las circunstancias que los separan desde el punto de vista de género, de experiencia política, de apoyo de los respectivos liderazgos, de posiciones públicas, ambos son rechazados por la mayoría de los electores, quienes no sienten confianza en ellos o simplemente no les gusta. Tan es así que en más de un discurso en las respectivas convenciones, los oradores han “dejado caer” la consigna: “Vota por él (ella) porque (la otra)(el otro), es peor”.
Los próximos meses dirán si triunfan la emotividad, el instinto y la ruptura de las reglas de juego encarnadas por Donald Trump o la experiencia, la organización y el “saber hacer” que está detrás de la mujer a quien uno de los dos partidos dominantes en los Estados Unidos la ha ungido como posible próxima presidenta.















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Felipe Rogelio Jiménez González dijo:
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29 de julio de 2016
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Jose Miguel Rodriguez Corrales dijo:
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joaquin a rodriguez dijo:
13
2 de agosto de 2016
09:07:17
Lino Gonzalez dijo:
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