ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La cifra de deformaciones genéticas se ha disparado debido a cambios estructurales a nivel celular. Foto: SANA

Los grupos terroristas del llamado Estado Islámico (EI) han sido derrotados y expulsados de la ciudad iraquí de Faluya, que había sido tomada en enero del 2014.

Una verdadera pesadilla vivió la población civil. Cientos fueron los muertos, muchos asesinados de manera cruel, sin que importara su edad o sexo. Cientos de miles optaron por huir antes de perecer, mientras lugares históricos y patrimoniales eran pasto de la irracionalidad y el fanatismo extremo.

De esa forma, la Faluya ahora liberada, ha sido testigo letal de dos momentos de la época más reciente, que han abierto grandes heridas, esta última sin que hubiese cerrado aquel genocidio a que fue sometida —co­mo casi todo Irak— durante la in­va­sión y ocupación de las fuerzas norteamericanas entre el 2003 y el 2004.

Fue esta ciudad y sus habitantes el principal testigo del uso del uranio empobrecido y el fósforo blanco en las bombas y cohetes salidos de la aviación norteamericana y su poder radioactivo todavía hoy continúa matando niños o provocando que estos nazcan con las más terribles enfermedades y deformaciones.

Lo ocurrido ahora con la expulsión del EI de Faluya es una acción plausible y necesaria. No podría Irak, como tampoco Siria, seguir compartiendo parte de su geografía con terroristas fanáticos, muchos de ellos mercenarios contratados en el exterior y que literalmente están exterminando a la población civil y destruyendo su historia y su cultura.

El ejército iraquí y la población fueron capaces de eliminar a 1 800 terroristas solo en el último mes; ahora habrá que enfrentar la ardua tarea del desminado y la vuelta a la normalidad de los servicios básicos fundamentales afectados por los bombardeos terroristas.

Pronto, han prometido las autoridades, podrán regresar decenas de miles de personas que tuvieron que huir de la urbe para salvar sus vidas. También algún día se sabrá por testimonios de los habitantes que quedaron vivos, cuántas mujeres fueron violadas, cuántos civiles ejecutados de la forma más horrorosa y cuántos sitios sagrados por su valor arqueológico o religioso, quedaron destruidos por las hordas del EI.

Pero Faluya tiene aún una gran herida sin cicatrizar: Pende como espada de Damocles sobre la población el daño provocado por el uranio empobrecido y enriquecido y el fósforo blanco, lanzados en grandes cantidades durante la invasión y ocupación norteamericana. No olvidar que este hecho sumó más de un millón de víctimas civiles entre muertos y heridos.

De aquella horrenda acción, en el caso de Faluya, han salido a la luz pública testimonios de habitantes e investigaciones internacionales que dan cuenta de una de las más tristes páginas de la historia reciente.

Según el profesor Chris Busby, secretario científico del Comité Eu­ropeo sobre Riesgos Radio­acti­vos, quien investigó el uso de esas sustancias durante los bombardeos contra Irak, hay conclusiones irrebatibles.

Entre ellas, los altos índices de cáncer; la leucemia infantil es 40 ve­ces más alta a partir del 2004, fecha de los bombardeos. En similar proporción, el cáncer de mama es diez veces superior y la mortalidad infantil se ha elevado a 80 niños fallecidos por cada mil nacidos vivos.

Señala el científico que la cifra de deformaciones genéticas se ha disparado debido a cambios estructurales a nivel celular, lo que a la vez provoca que los varones corran ma­yor riesgo de muerte, y las hembras, de sobrevivir, lo hagan con deformaciones graves.

Otro ejemplo expuesto por el doctor Busby es que antes de la fecha de los bombardeos a Faluya, las tasas de nacimiento eran de 1 050 niños frente a mil niñas; mientras que un año después, en el 2005, solo nacieron 350 niños frente a 1 000 niñas, lo que significa que los bebés varones no están sobreviviendo.

Y lo más triste —explica el científico— es que en cuanto a las niñas la radiación del uranio empobrecido causa cambios a nivel de ADN, lo que significa que, si logran sobrevivir y se reproducen más tarde, darán a luz niñas genéticamente deformadas y niños muertos.

Estos reportes de la cadena Al-Jazeera, así como de la BBC se apoyan en otros estudios realizados en el 2007, con niños y nietos de los sobrevivientes de Hiroshima, donde Es­tados Unidos arrojó la bomba nu­clear durante la Segunda Guerra Mun­dial, que muestran que hasta la tercera generación presenta malformaciones genéticas, incluidas diversas enfermedades como el cáncer y problemas cardiacos, en una proporción 50 veces superiores a los no afectados por la radiación.

Ambos medios de prensa, que pre­firieron no mostrar fotos de be­bés con deformaciones grotescas, se­ñalan, datos verdaderamente es­pantosos de lo ocurrido en la ciudad iraquí de Faluya, cuando fue bombardeada por las fuerzas de ocupación norteamericanas.

Los casos más impactantes son los de bebés nacidos sin ojos, otros con dos y tres cabezas, o sin orificios.

También los de recién nacidos con tumores malignos en el cerebro y en los ojos; sin algunos órganos vitales; niños a los que les faltan extremidades o tienen más de las normales.

También hay casos de bebés na­cidos sin genitales y otros con malformaciones cardiacas.

La propia investigación señala que el uranio se transmite al torrente sanguíneo a través de la ingestión y la inhalación, por lo que se constató la relación entre el nivel masivo de uranio que presenta la población de Faluya y el aumento vertiginoso de cánceres de ganglios linfáticos, pulmonar y de mama en adultos.

Despachos de prensa señalan que en el 2009 se contabilizaron mal­formaciones congénitas en 1 158 pe­queños nacidos en el Hospital Ge­neral (el más importante de la provincia); y que desde noviembre del 2009 hasta octubre del 2010 se presentaron malformaciones congénitas en el 14,4 % de los niños.

Durante el periodo señalado se han contabilizado 113 neonatos con malformaciones cardiacas y circulatorias; 72 recién nacidos con deformaciones en el sistema nervioso, y 40 con anomalías en el sistema di­gestivo. Además, en ese mismo pe­riodo nacieron 30 niños con Sín­drome de Down.

Es válida la conclusión del profesor Busby y su equipo en cuanto a que, en comparación con Hiro­shi­ma y Nagasaki, la situación de Fa­luya es más crítica. “Es terrorífica y horrenda, es más peligrosa y peor que la de Hiroshima…”

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fernando dijo:

1

29 de junio de 2016

17:51:50


Genial expresión "heridas que no cicatrizan", escritos como este deben publicarse periodicamente para que los que no vivieron el horror de antaño, al menos sepan, por qué luchamos y deben luchar los cubanos, no porque seamos faluya, sino porque debemos evitarla con honor y sacrificio, pues la gloria que vivimos sólo se alcanza así.Venceremos.