Perú estrena presidente. El economista de 77 años Pedro Pablo Kuczynski dirigirá esta nación de 30 millones de habitantes por los próximos cinco años. Su victoria es el resultado de un apoyo inesperado de la izquierda y de una fuerte campaña contra el pasado representado en un apellido: Fujimori.
Tras una ajustada contienda, Keiko Fujimori reeditó el episodio del 2011 cuando perdió con Ollanta Humala, esfumando toda posibilidad de convertirse en la primera mujer presidenta. Los desmanes de su padre Alberto (renunció por fax, desfalcó el país y casi exterminó una etnia) siguen taladrando en el imaginario peruano. Aún así, el fujimorismo constituye una fuerza política de gran impacto.
Aunque Peruanos por el Kambio (PPK) ganó las presidenciales, los resultados en el Congreso Unicameral son negativos.
En esa instancia cuenta solo con 18 bancadas; mientras que Fuerza Popular tiene 73 parlamentarios de 130. Esto le permite al partido de los Fujimori aprobar o rechazar leyes aun cuando no tenga el apoyo de otros partidos políticos, e incluso en contra de la voluntad del presidente. En un sistema presidencialista como el vigente en Perú eso podría conllevar a tensiones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo si no se buscan alianzas. Este desfase de fuerzas es uno de los tantos retos a los que se enfrenta Kuczynski y que serán una prueba de su gestión.
En el plano económico el nuevo jefe de Estado, quien trabajó para el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, tiene ante sí un país que no está ajeno a los efectos de la crisis económica que padece la región.
Si antes Perú era vendido como uno de los modelos exitosos del neoliberalismo en América Latina, hoy sufre el impacto de la dependencia de potencias externas y la explotación de sus recursos naturales.
El freno en el crecimiento de China, principal socio comercial de Perú, incide negativamente en la economía y esto es consecuencia de un problema mucho mayor: la incapacidad de establecer un crecimiento que supere un ciclo de precios favorable para los productos primarios.
Ese fenómeno trae consigo efectos negativos como daños medioambientales —y las consecutivas protestas—, y el estancamiento del crecimiento de otros sectores.
El nuevo presidente del país conoce muy bien el terreno en el que se mueve, al menos en el aspecto económico. En declaraciones publicadas en el sitio América Economía, dijo que intervendría para resolver los conflictos producidos por la actividad minera.
“Hay que sentarse a dialogar, yo he sido muy paciente, he participado en la elección del 2011, he recorrido el Perú.
Nadie daba un cinco por mi elección, he sido un hombre muy paciente y persistente y aquí estoy e iré a esos sitios”, declaró.
Sin embargo, ese tema fue apenas tocado en la campaña electoral. Tanto Kuczynski como Fujimori abordaron la cuestión de la minería de forma superficial. La propuesta de la izquierda representada por Verónika Mendoza (Frente Amplio) planteó una nueva negociación de los contratos con las empresas petroleras y revisar las concesiones mineras.
Otro de los desafíos de Kuczynski se encuentra en la esfera social. La nación sudamericana no escapa tampoco al círculo vicioso del resto de los latinoamericanos: inseguridad ciudadana, lucha contra la corrupción y pobreza.
A pesar de que es uno de los que más ha crecido en su PIB, el 22 % de la población aún vive en la pobreza, según la Cepal.
Un informe del Banco Mundial fechado el 25 de abril de este año pondera el crecimiento económico peruano, pero coloca entre paréntesis algunas deudas sociales que quedan pendientes.
La entidad recalca que la estabilidad macroeconómica es una condición necesaria para crecer y que cerrar las grandes brechas de de-sigualdad requiere aumentar la inversión en infraestructura física y mejorar la calidad de la educación en todos los niveles.
El documento publicado en el diario El Comercio agrega que se debe incrementar la inversión en educación e infraestructura.
Por otra parte, Carlos Ganoza y Andrea Stiglich en el texto El Perú está calato (desnudo) dicen que existen diversas “trampas” que impiden la paridad social y económica.
Señalan en ese sentido la baja productividad, la informalidad laboral (75 % de la población económicamente activa), la debilidad de los partidos políticos, y la incapacidad del Estado para enfrentar el crimen organizado.















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guillermo dijo:
1
17 de junio de 2016
00:28:01
Ruben dijo:
2
17 de junio de 2016
11:00:31
Fernando dijo:
3
17 de junio de 2016
23:47:46
Miguel Angel dijo:
4
18 de junio de 2016
07:53:05
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