
De los 17 principales aspirantes a la nominación como candidato presidencial por el Partido Republicano, 14 de ellos pertenecen a la generación nacida en la explosión demográfica que tuvo lugar a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, que se ha dado en llamar en inglés the baby-boom generation.
Los restantes tres (Bobby Jindal, Marco Rubio y Ted Cruz) componen el grupo de aspirantes “benjamines”, que se enmarcan en lo que se conoce como la Generación X (como se define a la nacida en los 20 años a partir de mediados de la década de los años 60 del pasado siglo) y casualmente estos tres aspirantes son todos de la primera generación de sus familias nacidos en los Estados Unidos. Bobby Jindal, el más joven del grupo, nació el 10 de junio de 1971, seis meses después de que sus padres, ciudadanos de la India, ingresaran a territorio de los Estados Unidos. Jindal ha tenido una destacada carrera política y era considerado con un prometedor futuro en la política estadounidense. El 24 de junio del 2015 anunció formalmente su aspiración, pero nunca logró constituir una base de apoyo, entre otras cosas por el desastroso desempeño como gobernador de Louisiana en su segundo mandato, y el 17 de noviembre siguiente, aun antes de comenzar las primarias, anunció que desistía de su aspiración y ofreció su apoyo a Marco Rubio.
Marco Rubio y Ted Cruz, los otros dos “benjamines”, fueron objeto de mucha atención durante gran parte de la campaña electoral y prácticamente los únicos que han presentado alguna pelea a Donald Trump, logrando acumular durante las primarias el mayor número de delegados entre todos los rivales del magnate neoyorquino.
Sin embargo, a pesar de la amplia y favorable cobertura mediática que ha acompañado a Cruz y a Rubio durante lo que va de campaña electoral y a la nada velada posición del liderazgo contraria a la nominación de Donald Trump, ambos fracasaron en el intento de “parar a Trump”.
¿Cuáles fueron las causas del fracaso?
Comencemos por Marco Rubio.
Este político, de padre y madre naturales de Cuba, desarrolló su vida política a la sombra de Jeb Bush, evolucionando desde su elección en 1998 como uno de los comisionados de West Miami y posteriores mandatos en la Asamblea Legislativa de Florida, llegando a ocupar el cargo de presidente (speaker), hasta su elección en el 2010 como senador federal, donde alcanzó cierta notoriedad como integrante de la llamada “pandilla de los ocho”, un grupo de senadores (cuatro demócratas y cuatro republicanos) quienes elaboraron y propusieron un proyecto de reforma integral del sistema inmigratorio de los Estados Unidos titulado: Ley de Modernización de Seguridad de Frontera, Oportunidad Económica e Inmigración, el cual fue aprobado el 27 de junio del 2013 por el pleno del Senado con votación de 68-32, pero quedó engavetado en la Cámara de Representantes ante la oposición de diversos grupos Tea Party, los cuales consideraron inadmisible estipulaciones que abrían un camino para el acceso a la ciudadanía de los inmigrantes ilegales y de paso malquistó al movimiento con Rubio, a pesar de que el propio Rubio también se pronunció a favor de engavetar la propuesta de ley ya aprobada por el Senado, valiéndole acusaciones de “cambiacasacas”.
El 13 de abril del 2015, Rubio anunció formalmente su aspiración a ser candidato a la presidencia por el Partido Republicano, lo que implica, según la ley electoral de Florida, que en enero del 2017 cesará como senador federal.
Elementos conocedores de la personalidad y las proyecciones de Marco Rubio expresan la convicción de que su fin ulterior no contemplaba la posibilidad de alcanzar la presidencia, sino posicionarse para poder ocupar algún otro cargo más relevante al margen de la política electoral. Aseveran que Rubio se sentía “aburrido” por el ambiente en el Senado en el cual él era uno más entre un centenar de senadores y tiene la ambición de poder alcanzar algún cargo que le diera más relevancia personal.
Sea esta valoración un enfoque acertado o no de la personalidad y las aspiraciones de Rubio, el desarrollo de la campaña electoral demostró que este senador nunca despertó mucho entusiasmo en el electorado, ni logró consolidar el apoyo de grupos políticos o un firme respaldo financiero, a pesar de que logró sobrevivir en la campaña hasta ser apabullado por Donald Trump en las elecciones primarias de la Florida el 15 de marzo pasado.
La derrota en la Florida tiene mucho que ver con la ruptura de las relaciones entre Rubio y su mentor, Jeb Bush, cuya campaña electoral nunca logró tomar impulso y por lo cual la suspendió después del pobre desempeño alcanzado el 20 de febrero en las primarias de South Carolina donde obtuvo solo el 8% de los votos. Este distanciamiento, más la ausencia de un acuerdo entre Rubio y Cruz o entre Rubio y Kasich, condujo a la arrolladora victoria de Trump en las elecciones de Florida el 15 de febrero, cuando Rubio no logró ganar ni uno solo de los 99 delegados en disputa, obligándolo a poner fin a su participación en la campaña.
Las causas del fracaso Rubio pueden resumirse en lo siguiente: a) debilitadas sus fuerzas en la Florida, debido al distanciamiento con Jeb Bush; b) enajenamiento de los elementos del movimiento Tea Party; c) rechazo generalizado de los votantes republicanos e independientes a las figuras identificadas como integrantes del “oficialismo” partidista; d) falta de respaldo a su aspiración por parte de los grupos de donantes financieros.
En el caso de Ted Cruz (nacido en Canadá de madre estadounidense y padre cubano), el más “benjamín” de los tres, la razón de su fracaso puede identificarse de una manera más precisa. Las informaciones disponibles indican que Ted Cruz concentró sus esfuerzos en granjearse el apoyo de los grupos religiosos evangélicos. La aspiración de Ted Cruz tomó fuerza cuando en una reunión secreta de líderes religiosos evangélicos, se llegó al consenso de movilizar el apoyo a Ted Cruz, como la mejor opción del movimiento social conservador para derrotar a Trump, poniendo como meta principal lograr que en el Supermartes del 1ro. de marzo del 2016, Cruz pudiera acumular la mayor cantidad de delegados en juego de los 12 estados que celebrarían primarias. Esa estrategia tuvo éxitos parciales, permitiendo a Cruz aventajar en votos a los otros rivales de Trump, pero no fue lo suficiente para impedir que Trump alcance los delegados necesarios para ser nominado en la Convención Nacional Republicana de julio próximo en Cleveland, Ohio. El otro factor que afectó a Cruz fue su posición de confrontación con el “oficialismo” del Partido Republicano y los antecedentes de su actitud obstruccionista como senador federal desde su acceso a ese cargo en las elecciones del 2012.
Debe agregarse que el hecho de ser “latinos” o “cuban-americans” (término acuñado en el léxico estadounidense, aunque ninguno de ellos haya pisado jamás suelo cubano), no constituye un factor determinante en la suerte electoral de cualquiera de ellos, ya que solo se ha vivido la etapa de las primarias (en verdad, elecciones internas de ambos partidos para determinar sus candidatos) y este es un factor de poco peso para el Partido Republicano, en el cual nueve de cada diez afiliados es blanco. Por eso, ni Rubio ni Cruz pusieron mucho énfasis durante su campaña en asuntos que atañen a las llamadas “minorías” o en relación con la política de los Estados Unidos hacia Cuba, salvo la reafirmación de las usuales posiciones que caracterizan a la mayoría de los políticos republicanos estadounidenses que conforman la mafia anticubana.















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13 de mayo de 2016
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16 de mayo de 2016
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