ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Por el momento no hay evidencias de conexiones directas entre París 13-N y Bruselas 22-M. Foto: AFP

BRUSELAS.—Capital europea, bombas, muer­­tos, atacantes suicidas, el Estado Is­lá­mi­co (EI), es el guion de París 13-N que se repite en Bru­selas 22-M: en solo cuatro meses el terrorismo volvió a golpear a Europa.

Como sucedió el 13 de noviembre tras los atentados de la capital de Francia, el mundo quedó conmocionado otra vez por nuevas agresiones extremistas cometidas ahora en la capital de Bélgica.

Según el balance preliminar, al menos 31 personas fallecieron y unas 270 resultaron he­ridas, a raíz de las explosiones que sacudieron el aeropuerto de Zaventem, ubicado a 15 kilómetros de la capital belga, y la céntrica estación de metro de Maelbeek.

El grupo terrorista EI volvió a reconocer la autoría de los hechos y señaló como móvil la intención de castigar a esta nación europea por ser una de las integrantes de la coalición internacional que los combate en Irak y Siria, señaló Prensa Latina.

No obstante, muchos estiman que se trató de un golpe al corazón del denominado Viejo Continente, pues la estación de metro agredida está ubicada muy cerca de las sedes de las diferentes instituciones de la Unión Europea radicadas en Bruselas.

Además de los propósitos de asestar un golpe, otro hecho pudo estar relacionado con la decisión de los atacantes: el arresto el viernes último en esta capital de Salah Abdeslam, el sospechoso de terrorismo más buscado en la región por su presunta participación en los sucesos de París.

Según medios de prensa, las fuerzas policiales encontraron el testamento de uno de los atacantes suicidas del aeropuerto, identificado co­mo Brahim El Bakraui.

El joven de 29 años expresó su miedo por una posible persecución. Por lo tanto se especula que decidió atentar por miedo a terminar en una prisión como Abdeslam.

El Bakraoui se hizo explotar en el aeropuerto el martes una hora antes de que su hermano Jalid, también exconvicto, matara a unas 20 personas en la estación de metro de Maelbeek en el centro de la ciudad.

Fuentes de seguridad dijeron a medios belgas que el otro suicida en el aeropuerto era Na­jim Laachraoui, un veterano combatiente bel­ga islamista en Siria sospechoso de fabricar cin­turones explosivos para los ataques de París de noviembre y que también detonó una maleta bomba en el aeropuerto, señaló Reu­ters.

Mientras, el tercer sospechoso filmado por las cámaras de seguridad del aeropuerto cuando empujaba un carrito de equipaje en el vestíbulo de salidas del aeropuerto junto a Laa­chraoui y Brahim El Bakraoui, es ahora el objetivo de las búsquedas policiales. El hombre con gafas, chaqueta color crema y sombrero negro huyó del escenario, dijeron fiscales federales, y una tercera maleta bomba, la más grande de las tres, fue detonada después cuando los artificieros limpiaron el área.

Al comentar informaciones sobre el hecho, el fiscal general de Bélgica, Frederic Van Leeuw, señaló que por el momento no hay evidencias de conexiones directas entre París 13-N y Bruselas 22-M.

Sin embargo, las similitudes entre ambos hechos saltan a la vista y sí hay un elemento claramente compartido: las investigaciones arrojan evidencias de que ambos ataques fueron preparados en la capital de Bélgica.

Varios ciudadanos belgas entrevistados poco después de los sucesos afirmaron intuir de antemano que en cualquier momento ocurriría un ataque en Bruselas, ciudad que está considerada “la guarida del terrorismo” en Europa.

De hecho, los autores de casi todos los atentados ocurridos en el continente, desde los del metro de Madrid en el 2004, tienen alguna relación con esta capital, y en particular con el municipio conocido como Mo­lenbeek.

Varios rasgos indican que este territorio se ha convertido en un lugar propicio para la radicalización de muchachos: aquí vive una amplia población juvenil descendiente de inmigrantes, sobre todo del Magreb africano.

Según apuntan especialistas, una buena parte de ellos no comparte la nacionalidad de sus padres y abuelos, pero tampoco se sienten belgas en una sociedad que no acaba de aceptarlos y los sigue considerando foráneos.

A esa ausencia de integración sociocultural se añade que muchos no estudian ni trabajan, y enfrentan conflictos sociales que conducen a comunidades frágiles y vulnerables, declaró recientemente el analista Claude Moniquet a la cadena de noticias BBC.

Adicionalmente, en los últimos años, hubo amplios recortes en el presupuesto destinado al trabajo de los servicios de inteligencia.

Otro elemento que incide en este sentido es la existencia de un mercado negro de armas bien consolidado, por lo que los potenciales atacantes tienen fácil acceso a fusiles, revólveres, entre otros.

La compleja situación es reconocida por el propio primer ministro, Charles Michel, quien admitió a finales del 2015 que “tenemos un problema grande con la actividad terrorista”.

Para enfrentarlo, prometió “trabajar de manera intensa con las autoridades locales”, pero los hechos más recientes muestran que todavía tienen mucho por hacer.

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