ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

VALENCIA, Carabobo, Venezuela.—A estas alturas de febrero es que Marlenis Núñez, una enfermera venezolana de 52 años, empieza a celebrar con alguna sonrisa la llegada del 2016.

Los tres últimos días del calendario anterior fueron para ella el inicio de un infierno que comenzó a paralizarle el cuerpo por los pies y le alcanzó la cintura.

“Parecía que caminaba sobre esponjas cuando fui a una clínica privada, donde apenas me revisaron y dijeron que la causa era una crisis hipertensiva.

Seguí peor en la casa, hasta que me desmayé, y en el hospital me negaron las dosis de inmunoglobulina, que luego resolví por gestión familiar. Pero ya el daño era grande: había quedado postrada”.

Según dictámenes médicos, Marlenis fue víctima de una de las complicaciones neurológicas más peligrosas y posibles en los días de convalecencia del zika: el síndrome de Guillain-Barré.

Lo supo después, con los doctores cubanos, cuando hace alrededor de un mes acudió a ellos en el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) Aquiles Nazoa, de la ciudad de Valencia, capital del estado centroccidental de Carabobo.

Llegó sin caminar, insensible en su mitad inferior y poquísimas fuerzas en sus brazos y manos. Dijo ir en busca de alguna claridad y encontró, más allá de eso, la esperanza de volver a incorporarse.

EL ENCUENTRO Y EL MILAGRO

“Consumado el daño, no había otra cosa que trabajar en su recuperación motora. Sabemos los ejercicios y tenemos las condiciones, el personal y el conocimiento. Indiqué el régimen de sesiones y sin demora las comenzó en nuestra sala de rehabilitación integral”, explica la fisiatra villaclareña Yenisleidys Abreu, encargada del caso.

Todos los fragmentos de su conversación pausada, Marlenis los inicia con el agradecimiento al personal cubano del “salón terapéutico”.

“Desde el instante en que me recibieron hasta hoy, se nota el interés colectivo por mi recuperación. Son dulces, y tienen manos mágicas, pues todavía no creo estos grandes avances de mi cuerpo”, relata, mientras demuestra con vueltas en la cama.

“Sentía que cada mano mía pesaba diez kilos, y las escondía debajo de la sábana, sobre la piernas, porque me cansaba sostenerlas”, narra, a la vez que las mueve ahora con una ligereza de gestos, evidencias del salto recuperativo.

“Voy muy bien, gracias a Dios y a Jesús”, y cuando dice el último nombre, busca con la mirada los dos rostros más cercanos: el de la estampa religiosa en la pared, y el del hombre de bata blanca que al extremo de la cama, suda ejercitándole las piernas todavía dormidas. Los dos se llaman igual.
Marlenis conoció a Jesús Lázaro García en la segunda sesión de su terapia, y desde entonces, pidió que fuera él quien la atendiera siempre.

Del rehabilitador cienfueguero (nacido realmente en la avileña Morón, pero asentado por muchos años en la Perla del Sur), la primera “dosis” que ella recibió fue el ejemplo de su propia vida.

La angustia por la incapacidad que padecía empezó a mermarle, así de súbito, cuando al mirarlo bien, notó que aquel licenciado de alto voltaje en las manos, tenía una debilidad visual severa; a pesar de la cual, no sabe cómo, ahora mismo estaba allí, venido del otro lado del mar para ayudarla.

EL OTRO AGRADECIMIENTO

Y es que ciertamente el cubano Jesús Lá­zaro García Ruiz, licenciado en Terapia Física y Rehabilitación, nació totalmente ciego; producto de una catarata congénita que no pudieron operarle hasta que la Revolución triunfante le dio la posibilidad al niño de cinco años; hijo del obrero pobre que a riesgo de su vida y familia prestó ayuda en Morón a combatientes contra la tiranía batistiana.

“Me intervinieron por primera vez en el hospital conocido como Infantil del Vedado, y con la poca memoria de la edad, recuerdo la algarabía de Playa Girón, el brazalete que me pusieron por si bombardeaban el edificio, y a mi padre despidiéndose de mí, para irse al frente de batalla.

“Declarado débil visual, me becaron en la única escuela especial para niños con este tipo de padecimientos, y allí en La Habana, a merced siempre de la bondad social de la Revolución, crecí estudiando la primaria, la secundaria, el pre y esta carrera maravillosa que escogí.

“Practicando deportes dos veces me fracturé, dos veces me cautivó el tratamiento y opté por dedicarme a la rehabilitación. Quise ser médico, es la verdad, pero era muy difícil en esos tiempos, cuando aún no había suficiente bibliografía para ciegos y débiles visuales. De todos modos, la terapia física sería un buen reto, y hacia allí fui”.

Graduado en 1978, fue de los diez escogidos para irse a trabajar en el insigne hospital Frank País, bajo la conducción del doctor Ro­drigo Álvarez Cambras, y al cabo de tres años enviado a Cienfuegos a atender la segunda sala de rehabilitación para hospitalizados, instalada en el interior del país.

“Allí quedé atrapado por el cariño de la gente, mucha gente que no permitió que regresara a La Habana. Por eso me declaro cienfueguero”.
A Venezuela vino en el 2009 tras pasar sobre algunos de esos obstáculos que suele interponer la incredulidad y la subestimación.

“La voluntad y la persistencia siempre me acompañaron en mi vida personal y profesional. A estas alturas no puedo permitir que nadie dude, a pesar de mi discapacidad. Vine y cumplí, no obstante a que algunos se opusieron, y cuando de nuevo quisieron obviarme con el argumento de mi discapacidad, volví a Venezuela y estoy cumpliendo otra vez”.

Se pega al teléfono para ver los pacientes amigos que le escriben, tiene un cuidado adicional al caminar, pero habla con una seguridad casi comparable a la excelencia de sus maniobras terapéuticas.

“La mayor discapacidad está en la cabeza, en la mente, cuando no existe la voluntad suficiente para crecerse ante ella; pero si logras imponerte con trabajo, y te superas, verás los resultados y te asombrarán tus capacidades reales.

“Lamentablemente, todavía existen prejuicios que hacen a muchas personas  más ciegos del corazón que de los ojos. Lo mío es a la inversa y por eso estoy aquí.

“Por supuesto que hay un beneficio económico, que he podido conocer otro país, pero también esta posibilidad de ofrecer mis servicios en solidaridad ha sido otra oportunidad para crecer sobre mi limitación. Vine por un gesto humano, natural, porque así como das recibes, y el agradecimiento es una virtud y un premio invalorable.

“Veo la gratitud de mis pacientes, como la propia Marlenis, y me acuerdo de mí, de lo que soy ahora, y de cómo los 38 años de trabajo que ya tengo no serán suficientes para reciprocar lo que Cuba y la Revolución hicieron del niño de Morón que nació ciego”.

Jesús concluye, pero Marlenis, que vuelve a mirar el cuadro en la pared, y luego a él, prefiere decir la última palabra:

“No es solo su nombre; es su amor al trabajo, su preocupación porque sea impecable, la voluntad de saltar sobre su propio problema y darse a los demás, lo que lo acerca al milagro religioso.

“Gracias a él, y a todos sus compañeros de la sala, tengo la certeza de que caminaré otra vez y volveré al trabajo mío, que como el de Jesús, también ayuda a curar”.

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Miguel Angel dijo:

1

19 de febrero de 2016

15:19:51


Excelente el trabajo periódistico del Lic Dilbert Reyes, muy conmovedor, describe profundos sentimientos humanos, tanto en relación al tratamiento de la paciente venezolana Marlenis Núñez, con su patología neurológica, el amor, calor humano, profesionalidad q recibió por parte del personal cubano, digno de encomio, aunque cotidiano y tradicional, no deja de llenarnos de sano orgullo patriótico. En momentos en q la medicina privada en muchas partes del mundo, incluyendo los propios EEUU, se mercantiliza y deshumaniza a pasos agigantados, el paciente se convierte en un objeto, para ganar dinero. Después se detalla el caso del Licenciado en Terapia Física y Rehabilitación, Jesús Lá­zaro García Ruiz, débil visual, pero con una fuerza de voluntad y decisión inquebrantable, q le ha permitido vencer obstáculos y retos. Vale la pena leer varias veces el trabajo para emocionarse, conocer la importancia de los valores humanos, la firmeza de carácter, el deseo de vencer las dificultades, fantástico el relato. Felicidades al periodista y a los protagonistas q dieron vida a este trabajo. El Sr Obama debería leer este artículo para q conociera como en Cuba se respetan los DDHH.