De mantenerse los actuales índices de homicidios, al cierre del 2015 El Salvador podría sobrepasar los asesinatos registrados en el 2009, cuando la nación llegó a ser el país más violento del mundo.
Según el Instituto de Medicina Legal salvadoreño, hasta el pasado 11 de agosto, se contaron 3 603 asesinatos, un promedio de 14 por día; además mayo del 2015 se convirtió en el mes más violento desde que finalizó la guerra civil de 1992.
Los datos sorprenden pues los mayores responsables de la violencia en El Salvador, las Maras, habían firmado un alto al fuego en el 2012, y los índices de homicidios descendieron notablemente.
Es en este escenario que el gobierno del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional lleva adelante el plan El Salvador Seguro, una inciativa lanzada por el presidente Salvador Sánchez Cerén el 16 de julio pasado.
Consta de cinco ejes y 124 acciones con el objetivo de enfrentar la violencia y la criminalidad, garantizar el acceso a la justicia y la atención y protección a víctimas.
Entre las acciones se encuentra el incremento de la presencia del Estado en los 50 municipios más violentos del país, y busca asistir a las familias y víctimas de la delincuencia, así como mejorar espacios públicos de recreación y deportes.
El Salvador Seguro contempla una inversión de 2 000 millones de dólares en cinco años, para lo cual ya cuenta con el apoyo de Naciones Unidas y el compromiso al efecto de la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea.
El Gobierno salvadoreño conoce los retos a los que se enfrenta, pues días después del lanzamiento del plan, tuvo que iniciar, el 27 de julio, un paro en el transporte, debido a las amenazas de la Mara Salvatrucha y Barrio 18, quienes obstaculizaron la circulación y presionaron con matar a cualquier conductor de bus que desafiara este reclamo.
El objetivo de las maras era negociar con las autoridades para exigir la reducción del acoso policial y militar en su contra, privilegios carcelarios a sus líderes y beneficios socioeconómicos a sus miembros. Tras cuatro días de paro, se registraron al menos siete muertos del gremio del transporte.
La violencia se intensificó el 29 de agosto, cuando El Salvador vivió el día más sangriento en lo que va de siglo, registrando 51 homicidios, hecho que se produjo a días de que las maras fueran declaradas grupos terroristas.
TREGUA ENTRE REJAS
Según Sputnik, hasta marzo del 2012, El Salvador, con seis millones de habitantes, era el segundo país más violento del mundo, por detrás de Honduras; debido a ello, ese año fue firmado un pacto entre los líderes de la MS-13 y Barrio 18, quienes se encontraban encarcelados tanto en El Salvador como en Honduras.
A cambio de la tregua, el Gobierno trasladó a los líderes de las pandillas a cárceles de seguridad media, dándoles así la posibilidad de un mayor acceso a sus familias y a los pandilleros rasos para que pudieran mantener la tregua.
Sin embargo, en el 2013 comenzó a resquebrajarse la tregua, y un año más tarde fracasó. Desde ese momento en El Salvador se acentuó la violencia causada por las pandillas y la lucha contra ellas.
El fenómeno de las maras se remonta a los años de guerra civil en esa nación centroamericana cuando muchos salvadoreños buscaron en Estados Unidos una salida a la desestabilización interna de su país, la cual, contradictoriamente, era impulsada por la decisión norteamericana de no permitir una revolución social en Centroamérica.
Tras el fin del conflicto, muchos miembros de las maras fueron deportados a su país y reclutaron adeptos entre jóvenes sumergidos en la pobreza y la marginación, por lo que las pandillas derivaron en grupos violentos, dedicados a la extorsión, el secuestro y el tráfico de drogas.
De acuerdo con Russia Today las maras se concentran en la mayor parte de América, ante todo en El Salvador, Guatemala y Honduras, así como Estados Unidos, Canadá, México y España; y a diferencia de los carteles mexicanos, estas pandillas se componen de un sinnúmero de células en varias regiones y no cuentan con un solo líder.
Los pandilleros se distinguen por los tatuajes que cubren su rostro; así como por usar un lenguaje secreto especial que solo ellos entienden, además sus integrantes deben pasar por ritos de iniciación violentos, como el apaleamiento de nuevos integrantes o la obligación de cometer crímenes.
Según InSight Crime, una fundación dedicada al estudio del crimen organizado en Latinoamérica y el Caribe, se calcula que la Mara Salvatrucha cuenta con 70 000 integrantes, mientras que los de Barrio 18 oscilan entre 30 000 y 50 000.
El presidente salvadoreño Salvador Sánchez Cerén reveló que próximamente enviará a la Asamblea Legislativa una serie de planes para reforzar la seguridad, entre ellos el proyecto de Ley de Reinserción de Pandillas.
“Pido a todas las fracciones de la Asamblea que alcancen pronto acuerdos para hacer llegar recursos para la seguridad”, dijo Sánchez Cerén.
Más allá de los planes de mano dura y la actuación policial, el actual ejecutivo salvadoreño ha apostado por solucionar los problemas de fondo de la violencia, que son la pobreza, el subdesarrollo y la falta de oportunidades. Esa es la verdadera guerra que enfrentan hoy ese y otros países centroamericanos.
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