El 30 de septiembre del 2010 la irracionalidad y la violencia intentaron apoderarse de Ecuador. Agentes de la Policía sublevados se acuartelaron, tomaron varias bases y el aeropuerto internacional como los primeros pasos de un golpe de Estado. El caos y la confrontación desplazaron todo intento de diálogo y provocaron descontrol. El presidente Rafael Correa se personó en el lugar para evaluar de primera mano la situación, mas fue retenido por varias horas en un hospital.
Las imágenes del operativo de rescate y del mandatario gritando: “Si quieren matar al presidente, aquí está: mátenlo si les da la gana”, le dieron la vuelta al mundo que asistía conmocionado a lo que acontecía.
Los sucesos fueron narrados además por grandes conglomerados mediáticos que, en evidente coordinación con grupos políticos contrarios al Gobierno, ofrecieron su versión y atizaron el panorama. El resultado: al menos diez muertos, centenares de heridos y un país paralizado.
Cinco años después, los sucesos son investigados para hacer justicia. No obstante, sí quedó bien claro que ese 30-S Ecuador vivió por horas los intentos por subvertir el orden democrático y el proceso conocido como Revolución Ciudadana, encabezado por Correa.
Ese país estuvo a punto de correr la misma suerte de otros vecinos que sufrieron la brusca interrupción de gobiernos electos por la mayoría.
Los ejemplos de Venezuela (2002), Bolivia (2008), y Honduras (2009) fueron el recetario seguido ese día en Ecuador. Todos pertenecen al “eje del mal” que simboliza el cambio para sus respectivos pueblos en el contexto de una región independiente y alejada del llamado Consenso de Washington y de doctrinas similares impuestas desde el Norte.
El presidente Correa —economista de formación— declararía años después en su programa Enlace ciudadano que “los hechos no fueron espontáneos; se les avisó a ciertos actores políticos, a medios de comunicación; se conectaron con otras instancias, los saqueos fueron planificados. La idea era generar dos o tres días de zozobra hasta que cayera el gobierno”.
Señaló al respecto que la comisión creada para esclarecer los hechos arrojó que “los representantes de la partidocracia pedían la amnistía. Continuaba la revuelta, estaban las órdenes de matar al presidente, pero pedían la amnistía. El mensaje era maten al presidente que no va a pasar nada”.
De hecho, uno de los expertos de dicha comisión, Oscar Bonilla, dijo a la agencia local de noticias Andes que la crisis institucional al interior de la Policía y la manipulación de la información fueron algunos de los factores desencadenantes del 30-S.
En una posterior entrevista con el canal ruso RT, el presidente Correa expresó que los golpes de Estado “clásicos” en América, al menos en Sudamérica —es decir que viene una fuerza militar, saca al Presidente, se nombra a un dictador militar— ya son inviables en el siglo XXI.
“Desde ahí, nuevas formas de desestabilizar a los gobiernos, como se hizo en el 2008 con Evo Morales, supuestamente bajo la consigna de autonomías, descontentos, etc., eran movimientos civiles, pero lo que querían era desestabilizar al gobierno. Y había intereses políticos claros detrás de eso. Algo similar sucedió el 30 de septiembre en el Ecuador”, dijo.
La reacción internacional también desempeñó un papel fundamental. La eficacia y el apoyo inmediato de grupos regionales como la Unasur enfriaron los ánimos de los golpistas y colocaron en primer lugar el respeto al orden institucional en cada país. También para que días como el 30 de septiembre queden en la memoria colectiva y no se repitan.
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Juan Pablo Becerra dijo:
1
30 de septiembre de 2015
08:11:27
Jose Leon dijo:
2
2 de octubre de 2015
05:36:20
cubasissss dijo:
3
2 de octubre de 2015
12:17:13
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