El fenómeno de la migración estremece a Europa. Miles y miles de africanos, fundamentalmente, se lanzan al mar en busca de una nueva vida en un continente en crisis económica y social.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que, en los primeros cuatro meses del presente año, 25 700 personas arribaron ilegalmente a Europa a través del mar. La mayor parte de estos inmigrantes provienen de países en guerra como Siria y de naciones muy pobres de África, como Eritrea, Somalia, Gambia, Nigeria, Senegal y Sudán.
De acuerdo con datos brindados en países de la Unión Europea, en la última década más de 12 000 migrantes han muerto en el intento de cruzar el Mediterráneo, cifra depreciada por los más recientes hundimientos de precarias embarcaciones, que agregan dígitos letales a la cuenta anterior.
El tema ha alcanzado tal envergadura que ya horroriza a la comunidad internacional que observa una especie de vuelta a la época de la trata de esclavos cuando, precisamente las metrópolis europeas cazaron millones de negros en naciones de África que luego llevaron a sus colonias en América, aventura que duró más de tres siglos y causó la muerte a millones de seres humanos.

La realidad de hoy me hace acudir a la historia de ayer. La trata de esclavos entre los siglos XVI y XIX ha sido considerada como una de las mayores tragedias en la historia de la humanidad.
Millones de africanos fueron arrancados de sus hogares y luego llevados como esclavos a las colonias que poseía Europa en el continente americano.
Eran trasladados en barcos, desnudos y amontonados para economizar espacio y poder transportar la mayor cantidad posible. Iban encadenados por argollas en los cuellos y en los pies, siempre debajo de la cubierta de las embarcaciones, por lo que nunca veían el sol o la luna y por lo más mínimo eran azotados.
El número de esclavos traídos a América se estima en 14 millones; aunque algunas fuentes llegan a asegurar que fueron entre 15 millones y 20 millones los africanos involucrados en la trata.
También, en ese criminal proceso de llevarlos a tierras lejanas, millones de ellos murieron en largas marchas hasta las costas y en los puntos de concentración donde eran amontonados como bestias en espera de las embarcaciones.
De acuerdo con algunos historiadores, entre los siglos XVI y XIX África perdió más de cien millones de sus hijos, lo que provocó que varias regiones de ese continente quedaran prácticamente despobladas.
Antes de traer los esclavos desde África, los colonizadores europeos habían diezmado a los aborígenes de América, a los que sometieron a duros trabajos sin descanso mientras padecían de enfermedades sin cura para la época.
Ese fue el legado colonial de una Europa que abrió una gran herida en el vientre de África y que hoy no aplica una solución civilizada con los miles de hombres, mujeres y niños que huyen del hambre, las guerras y las enfermedades y buscan un posible albergue en la antigua metrópoli, la que aún no ha pagado la deuda histórica con la sufrida población africana.
La realidad hoy es caótica, lo mismo en Melilla, España; Italia y Grecia; e igual para los que aspiran a llegar al continente europeo a través de la ciudad puerto de Calais, en Francia, donde miles de inmigrantes tratan de usar el lugar como parada intermedia para llegar a Inglaterra o seguir rumbo a otras ciudades de Europa.
Una reciente aseveración del primer ministro británico, David Cameron, la califica como “una plaga estaba sacudiendo Europa”, en referencia peyorativa sobre quienes huyen del hambre y los conflictos armados en naciones de África y el Medio Oriente y tratan de encontrar una nueva vida en el “civilizado” Viejo Continente.
La industria del turismo, que aporta un 30 % del Producto Interno Bruto de la zona de Calais, sufre actualmente el impacto negativo de la irrupción abrupta de miles de inmigrantes a los que se les prohíbe continuar su camino hacia otros países.
Para algunos habitantes del lugar, consultados por AP, los inmigrantes son “desafortunados que huyen de las guerras” mientras “nosotros somos espectadores de su sufrimiento”.
Pero el tema de los migrantes no solo se puede observar en lo que ocurre en Calais, pues su gravedad pasa también por un mar Mediterráneo convertido en tumba para miles de ellos. Solo en lo que va del 2015, más de 2 000 inmigrantes han muerto tratando de llegar por esa vía a Europa, según la Organización Internacional para las Migraciones.
La propia institución cifra en 188 000 los refugiados llegados a Grecia e Italia, fundamentalmente, luego de aventurarse a cruzar el mar en precarias embarcaciones.
Mientras África sangra debido a condiciones extremas de pobreza; enfermedades viejas y nuevas; saqueo por transnacionales de sus reservas minerales; conflictos interétnicos y otras guerras, muchas veces estimuladas desde centros de poder en el exterior, sus hijos huyen desesperados en busca del refugio no encontrado y de la nueva vida que se queda en sueños.
Un dato adicional puede contribuir a encontrar la verdad en este dilema. Se estima que cada año unos 1 800 africanos con alto nivel de instrucción emigran de sus países de origen y se instalan en ciudades del llamado Primer Mundo. Eso quiere decir que muchos de los beneficios de la inversión educativa en recursos humanos para hacer avanzar a África, van a parar a países desarrollados, fundamentalmente a antiguas metrópolis que tan profunda herida abrieron en el vientre africano.
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silvio dijo:
1
10 de agosto de 2015
05:11:12
Jorge L Gomez dijo:
2
10 de agosto de 2015
13:20:47
DALA dijo:
3
10 de agosto de 2015
13:42:40
s.o.hernandez leal dijo:
4
10 de agosto de 2015
14:13:25
xiomara inerarity dijo:
5
10 de agosto de 2015
20:18:22
camabi dijo:
6
11 de agosto de 2015
10:38:56
Ernesto dijo:
7
11 de agosto de 2015
19:00:37
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