ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Alberto Granado.

CARACAS.—Con los trazos del amor que el hombre siembra en su gente más cercana, es posible después reconstruirlo, a partir de las palabras dictadas por la cosecha.

Así es como se dibuja hoy en el recuerdo el “petiso” Granado, Alberto, el amigo del Che. Este sábado cumpliría 93 años de edad, pero de todas formas, su vida fue larga, larga y fecunda; pues aunque la historia la exalta, no la vivió bajo la sombra de la amistad conocida.

Podríamos decir que, si fue amigo del guerrillero legendario, lo mereció desde sus cualidades humanas, porque el afecto nació cuando el alma crecía todavía con el cuerpo, en la juventud.

Alberto Granados llegaba a los 19 años. “Y Pelao tenía 13, así le decían a Guevara”, precisa Tomás Granado, el menor de los tres hermanos, mediante el cual Alberto conoció al Che.

“Por orden de apellidos, nos sentábamos juntos. Además, a él le habían envenenado un perro y a mí también. Eso nos identificó bastante. Para ese entonces ya se le notaba la rebeldía, empezando por la corbata del uniforme que no usaba, aduciendo su condición de asmático.

“Nos gustaba mucho el fútbol y el rugby. Alberto se había empeñado en armar un equipo de estudiantes y Ernesto quiso entrar. Ya su padre me había pedido que tratara de convencerlo de no practicar deporte, pero aquello era imposible con un muchacho tan arrojado.

“Lo llevé a casa a presentarlo a Alberto. Él le dijo lo mismo, por su asma, y entonces el obstinado empezó a hacer demostraciones, hasta que Alberto aceptó. Fue el inicio de la amistad, no solo entre él y los muchachos, sino con nuestra familia entera, en Córdoba”, subraya Tomás.

Alberto Granado (izquierda) y el Che, durante el viaje legendario que iniciaron en la motocicleta La Poderosa. Foto: Archivo


LA AVENTURA Y LA CONCIENCIA

“Guevara había pensado seguir con no­sotros, en ingeniería, pero la muerte de la abuela y el conocer de un científico con estudios avanzados sobre el asma, lo decidió por Me­dicina, y se separó, aunque venía en vacaciones”, si­gue el menor de los Granado.

“Por su parte, Alberto había aprendido farmacia, un poco forzado por papá. Es que había un tío con una botica, aunque sin farmacéutico, y necesitaba un regente. Él se graduó y la asumió, pero tenía las alas más largas. Un día dijo: ‘Tío, la farmacia es muy poco para mí. Búsquese un regente nuevo’, y se fue a la Universidad a estudiar Bioquímica.

Vino entonces la idea del viaje, un sueño largamente acariciado por Alberto. Yo mismo lo embullé, y al no poder acompañarlo, pues faltaban tres asignaturas en mi carrera, le sugerí que buscara a Pelao, todavía estudiante de Medicina. Ya aquel había cruzado dos veces la Argentina en una bicicleta con motor de esos tiempos”, relata.

“Ahí fue cuando los unió el gusto por la aventura”, continua Gregorio, el segundo de los hermanos.

“Teníamos una moto maltrecha: La Po­derosa. Tomás, que sabía de mecánica, la reparó, y yo me ocupé de la estética. Se veía de lo más linda aquel día de diciembre de 1951, cuando partió con Alberto y Guevara a recorrer América Latina.

“Lástima que les haya durado tan poco, pues entrando a Chile, por el sur, la estrellaron contra un árbol, y ahí mismo terminó el viaje en la moto, que en realidad duró cinco provincias argentinas y un pedacito del otro país.

“Creo que ese percance hizo más rico el periplo, porque se fueron rodando en camiones, en barco, en balsas, en avión y autobuses; viviendo las aventuras conocidas, aprendiendo la realidad de un continente sufrido que les hizo madurar sus conciencias.

“Ambos llegaron a Venezuela juntos, y allí se separaron, para que Guevara volviera a terminar su Medicina; pero Alberto se quedó, en el leprosorio de Cabo Blanco, en La Guaira. Ya se había apasionado con el estudio de esa enfermedad, y entonces se instaló, hasta encontrar el amor de su vida”.

Delia Duque (de frente, con anteojos) y Tomás, esposa y hermano de Alberto Granado, respectivamente, ante la urna que en la Casa José Martí, de Caracas, guarda parte de las cenizas del amigo del Che. Foto: Dilbert Reyes Rodríguez


LA VIDA ACOMPAÑADA

Delia Duque había entrado al leprosorio como enfermera empírica, y todas las tardes, después del trabajo, se quedaba alelada mirando a aquel joven bajito, pero muy alegre, que salía en su descapotado rodeado de mujeres, casi todas doctoras.

“Mis colegas me acusaban de ingenua. Decían que no podría fijarse en mí. Pero me enviaron a su departamento, a aprender unas técnicas, y a muy poco el hombre se declaró. Imagínense cómo cayó aquello entre mis compañeras. Fue un noviazgo intenso, de tres meses, porque enseguida nos casamos.

“Desde entonces, mi vida fue al lado de él, en cualquier sacrificio, en cualquier victoria, hasta el último día. Viví su alegría contagiosa, sus tristezas, la emoción con que un día llegó dispuesto a recoger, a dejarlo todo por irse a Cuba; la tierra donde se estaba realizando exactamente la sociedad que él había soñado, y además, donde estaba entre los líderes su queridísimo amigo Guevara, ya conocido co­mo el Che”.

Ahora es Alberto, el hijo, quien habla de esta etapa, la más fecunda del padre, donde tuvo su más alta realización humana y profesional.

“Él se enamora de la Revolución, de la nueva sociedad en gestación, y allá se fue con todo lo que tenía. Decía que era su sueño, y tenía que sumarse”.
Precisa el hijo que no esperó un minuto para ponerse al servicio de la construcción social liderada por Fidel.

“Radica primero en la escuela de Medicina de La Habana, dando Bioquímica Clínica co­mo profesor; pero luego de Girón, se suma a la necesidad de multiplicar la formación de médicos en Cuba, y marcha hacia Santiago, a crear y fundar una escuela similar.

“Fundar significaba empezar de cero, pues allá no existía ni local. Fueron jornadas de una sesión para construir y otra para las clases. Crecí viendo esos trabajos voluntarios de profesores y alumnos, como una muestra fehaciente de una sociedad que se edificaba a sí misma, con la visión de la solidaridad, de pueblo unido, y mi padre fue parte de eso.

“Tras la primera graduación de médicos lo llaman a La Habana, y le dan la tarea de conducir los estudios primeros sobre genética.

“Escoge la animal, y empieza en ese campo una tenaz labor investigativa y de organizador, que lo hacen partícipe clave en la fundación de centros relevantes como el Instituto de Investi­gaciones Científicas, el Departamento de In­ves­tigaciones Pecuarias, el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria y otros más, hasta que decidió, personalmente, dejar todas las riendas en manos de los científicos nacientes”.

Su edad no lo dominó. Tenía demasiada historia, y desde ella, quiso hacer un valladar de defensa para Cuba. “Dondequiera que llegó fue un ferviente vocero del ejemplo del proceso cubano y, sobre todo, de la dimensión real de su gran amigo. Sintió que era una urgencia humanizar al Che”.

RECUERDO VIVO

Sus hermanos, su hijo, su esposa fiel, viven hoy para contar al hombre de su sangre, porque fue en primer lugar exactamente eso, el hombre: de sus hermanos, el primogénito; de su hijo, el padre ejemplar; de su querida Delia, la dicha que superó el amor.

“Al lado de Alberto viví el sentimiento completo de una mujer privilegiada, pues a través de él conocí a los hombres más grandes de la última América: los comandantes Che Gueva­ra, Fidel Castro y Hugo Chávez.

“Ellos tres representan los más altos valores de esa sociedad de justicia que mi querido Alberto soñó, y en sus nombres están las tres patrias que tuvo: Argentina, Cuba y Vene­zue­la, las mismas donde hoy descansan sus cenizas repartidas”.

Delia guarda del Che la amistad tantas veces contada por Alberto; de Fidel la acogida de un padre que elevó, a grado sumo, el aporte de su hombre a la edificación de la patria nueva; y de Chávez, la reverencia profunda al “petiso” compañero, a quien honró en palabras sentidas tras su muerte.

“Guardo esa carta como una joya valiosa. Chávez nos llama en ella ‘hermanos míos’, y retrata el dolor como si fuera suyo. Por coincidencia providencial, dos años después, el mismo día, murió él, y entonces el dolor grande fue nuestro”.

Pero Alberto Granado, el amigo, el viajero, el científico, el profesor y fundador, no se recuerda con luto en estas tierras de América. Ni en Argentina, ni en Venezuela, ni en Cuba.

Su alegría de vivir lo superó, y así dejó la huella en cada patria; porque salió con la sonrisa del joven ávido a la aventura de un viaje descubridor, se instaló después, igual de alegre, a investigar y a sanar, y luego vino a echar las raíces de su ánimo jovial justo donde sus sueños tomaban cuerpo real.
Alberto Granado, el amigo, cumpliría 93 años.

En sus tres patrias, allí donde reposan sus cenizas, hay epicentros de un temblor que sacude el continente entero; desde el Caribe, la selva, el picacho andino, hasta las pampas cercanas de la tierra fría que un día, igual a hoy, lo vio nacer.

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Arturo dijo:

1

8 de agosto de 2015

01:45:59


Lo conocí bien. El y su familia fueron mis vecinos desde la década de los 60. Sus hijos mis contemporáneos. Granados fue siempre un hombre simpático, afable y muy sencillo. Tengo muy buenos recuerdos de el y de todos. Nos unió una buena amistad con los hijos, sobre todo con Albertico, muchachos muy buena gente que tuvieron el privilegio de tener unos grandes padres. Hace años que no los veo, pero guardo muy hermosos recuerdos de esos años mozos.

francisco dijo:

2

8 de agosto de 2015

08:14:34


Ser amigo del Che, amigo de toda la vida, ya es un mérito enorme, en mi idea. Y además mantener esa sencilez de las almas grandes de verdad, da para mostrar adimiración y respeto por tal ser humano.

SERGIO dijo:

3

8 de agosto de 2015

14:26:26


Había llegado Cuba por segunda vez, tenía el número de teléfono de Alberto Granado y temeroso me decidí a llamarlo, me atendió Delia, le pregunte si podía visitarlo, que eramos argentinos y me dijo que no había problemas, que fuera después de la siesta y ahí estuve, junto con mi esposa, escalera amplia un gran retrato del Che y ahí estaba el hombre, absoluta sencillez, hablador, en fin, un hombre abierto, tomamos mate y me dijo de un matrimonio de Cubanos amigo que viajaban a Buenos Aires si los quería conocer, obviamente le dijo que si, encantado, los llamo por teléfono y al rato nomas estaban ahí, ellos eran Aurora y Hermes. Volví a Buenos Aires junto con ellos y los lleve a conocer San Antonio de Areco, un lugar donde se respira el gauchaje (hombre de campo y no hombre con campo) comimos en un lugar al lado del río Areco un rico asado. Pasado un año volví a Cuba, primero visite a este matrimonio, Hermes y Aurora y me invitaron al almorzar en su casa, pero antes fuímos a buscar a otro de los invitados que eran nada mas y nada menos que Alberto Granado (el petizo) y Delia (la Venezolana) después del almuerzo nos quedamos Alberto y yo en una terraza charlando del Che (el pelao) de su Córdoba natal, de Alta Gracia y vino va vino viene pasamos dos o tres horas y cada tanto me cantaba un pedazo del tango Adiós Muchachos, y aquí la corto, ¡¡Gracias Alberto por otorgarme el privilegio de haberte conocido a vos y a Delia!! gracias por todas las fotos que nos pudimos tirar juntos y que guardo con mucho cariño, gracias Comandante Guevara por ser lo que fuistes, gracias por tener semejante amigo, gracias Cuba por tu lucha en contra de los imperios y en favor de los desprotegidos, Hasta la victoria, siempre patria ó muerte.-

fracisco dijo:

4

8 de agosto de 2015

18:05:08


Me niego a creer que los tiempos de ahora no generen hombres y mujeres como esos: el Che entre los primeros. Si fuera así, el mal ya ganó la bronca.

Dilbert dijo:

5

9 de agosto de 2015

01:33:30


El mal no vence nunca si hay hombres como aquellos, y como los que hoy saben justipreciar tal grandeza y sencillez. Gracias por sus comentarios. En ellos va el homenaje.

Jorge Medina Azcárate dijo:

6

9 de agosto de 2015

04:09:48


Comí con Alberto, su esposa Delia y su hija Rosarito probablemente una de sus últimas barbacoas en la Marina de Hemingway en La Habana, en casa del Cojo Otero y Ondina. El destino me llevó a México en esos meses y no pude regresar para su ilusión de cumplir el 8 del 8 su 88 cumpleaños. Siempre llevo a esa familia en mis entrañas por todo lo que aprendí a su lado, y me dolió el alma no poder ayudarles en el deseo que tenía Alberto de copiar a DVD todas sus filmaciones de películas en vídeo VHS en vida. Ruego a quien lea este comentario y pueda ayudarles a recuperar aquel inmenso archivo histórico, se ponga en contacto con la familia y chequen cómo va esa historia. Sería imperdonable a nivel humano que todo esa documentación no viera nunca la luz. Saludos.

Ivan J. Gonzalez C. dijo:

7

9 de agosto de 2015

22:38:54


Retrocedo el tiempo me arrimo a los años comienzos del 52 ,en Chile ,en ciudad de Concepción, en circunstancias muy especiales,conocí a dos jóvenes caballeros ,como era el concepto acostumbrados al respeto enmarcados por formación propia o señalada por los padres y los maestros de escuela,aunque ellos se molestaban por la forma del trato y saludos para con ellos .Ellos dicen llamarse Ernesto y Alberto ,venían con mochilas mochilas ,unos yeans,semi gastados y con manchas de grasa ,barro,y casacas semi verde clara,botas café,tipo milicia,Ernesto era muy sonriente mas q, Alberto se decían q. eran ya casi medicos, yo tenia 7 años y ya trabajaba como repartidor de viandas en un lugar tipo restorán,se llamaba Club Aleman,era como un centro de reunión de alemanes y se preparaba comidas y cenas nocturnas ,con juegos de entretencion,hasta ultimas horas de madrugadas,a este lugar llegaron ellos por la mañana ,que suerte afortunada ,les atendi,comentandome el motivo y lo q.precisaban en ausencia de mi patrón ,les lleve a la cocina ,quedaban asombrados de ver tanta abundancia.Calzaron muy bien con los maestros de cocina ,estuvieron todo el día ,dn. Federico Netz (mi patrón )le s dio una bienvenida ,el les comentaba q.era junto a sus hijos q.eran refugiados alemanes por la guerra,yo solo repartir viandas y lavacopa,mi madre era la lavandera,manteles,servilletas y otros ,nunca descuide mi escuela ,era mes de marzo,eramos muchos hermanos,ellos dormian en el mismo Club ,durante la semana q.estuvieron dormian en el mismo Club,en ocasiones participaban en bowling,yo era el para palos y reformador de bolos,también me acompañaron en el reparto de viandas ,ellos le interesaban conocer la ciudad ,entre clientes en recibir dichas viandas q.en general eran familias acomodadas (los denominabamos ,ricos,nosotros eramos los pobres)y entre ellos eran ubicadas,la familia de en.Edgardo Enriquez ,solo pedía viandas para sus hijos ,Antonio Miguel Edgardo y María Ines,recuerdo que Miguel hizo buena relación con ambos,consiguiendo alojarse en casa de ellos.Dn.Edgardo y Sra. Ines les dieron mucho respaldo ,yo poco entendía lo que pasaba,pero Miguel me agradecia el haberlos llevado,cuando ellos se fueron ,en la víspera llegaron a mi casa con Miguel ,ya el conocía donde y como viviamos q,eran unos pabellones de emergencias para familias de escasos recursos ,quedaron impresionados,pero ellos eran viajeros ,a mi madre le comentaban que se embarcarian hacia el norte vía marítima,nunca hablaron de socialismo ni revolución,yo solo tenia 7años,al lado de ellos parecia su sobrino,la despedida fue realmente muy emocionante,inclusive para algunos vecinos y la cabreria del barrio q,ya se habían enterado de Argentinos en el barrio de visita,nunca les olvide ,después con el correr de los años ,yo en secundaria ,recordando palabras y el termino de rebeldía,cada tanto nos juntabamos con Miguel,aunque las viandas ya no caminaban conmigo,mi trabajo era otro ,Ernesto Guevara me había dejado en mente ,estudiar ,trabajar y luchar,así me encuentro militando y formando Grama (grupo de avanzada marxista) y después V.R.M (vanguardia revolucionaria marxista)era parte integral y dirección Vitales,Condeza ,Corbalan ,Ferrada, Miguel Enriquez, Luciano Cruz, y muchos otros ,de estas mismas estructuras y previos analisis y discusiones nace el M.I.R.yo mantengo y comparto con Miguel los recuerdo de Alberto Granado y Ernesto Guevara,nunca declaro públicamente o con amigos íntimos ,en pronunciar ,el haberlos conocidos y tenerlos en casa ,muchos años después ,yo refugiado en Mar del Plata -Argentina ,en el año 92 aprox.en mi calidad de plomero llego a un domicilio parque,por un problema de cañeria ,sorpresivamente ,encuentro a Dn Alberto Granado ,le comente conocerlo y la historia ya descrita ,su reacción fue como una actitud extraordinariamente emocionante.Reconozco que ante tal encuentro lloramos (estamos llorando a nuestros amigos y los recuerdos imborrables,me decía) ,en ocasión posterior ,me relata el porque ? no anotan ellos en sus memorias la ayuda y estadía en Concepción, por compromiso contraido con Dn.Edgardo Enriquez y su traslado al norte.Razones fundamentadas ,y nunca señaladas.Dn.AlbertoGranado y Comandante Ernesto CHE Guevara ,con mucho sentimiento para Uds. que aunque era un niño,me te quedado con la imagen de por vida de ambos . "Hasta la Victoria Siempre". Pancho de la fec. (Ivan) Concepción - Chile

Viviana dijo:

8

11 de diciembre de 2016

13:45:16


Tener un amigo con quien se compartan tantos sueños debe ser una bendición muy grande. Grande América.

Julio Ricardo Galache Palazón dijo:

9

14 de diciembre de 2019

23:11:29


Mi papá tenía parentesco con Timoteo Dionisio Granado, yo conversaba mucho con Timoteo. Adelina Jimenez Romero, la esposa falleció mucho antes. Había quedado delicada después del último embarazo.

Jos Framis dijo:

10

7 de junio de 2025

09:36:28


Por los años 80 tuve el honor de conocer Alberto Granados,en una explosión de fotografía que organice en mi librería Tartessos en Barcelona por los años 80.... Le invite a mi casa en Argentona el fin de semana y estuve con el y su esposa Delia, charlando y cocinando(yo) y caminando por la montaña,me puso al corriente de su viaje en moto con el Che y de su trabajo como biologo que aún estando jubilado,le pagaban un poco más. Excelente persona que me puso al corriente de la personalidad del Che que yo tanto seguía y segó admirando. P.D.encantado también de la simpatía de Delia.