
“Todavía hoy las imágenes del 6 de agosto de 1945 me despiertan por las noches. Puedo ver el momento en el que una bola de fuego cayó sobre la escuela, puedo escuchar los gritos y ver los muertos como si el tiempo no hubiera pasado. Es como si una bomba atómica cayera cada día de mi vida”.
Estos son los recuerdos de Hideko Murota, sobreviviente de la masacre de Hiroshima.
Ese día su vida cambió para siempre. Ahora se encuentra sola en el mundo, luego de que su hermana falleciera de cáncer, por los efectos secundarios de la exposición que mató a 140 000 personas en la ciudad japonesa de Hiroshima. “Tengo muchos, muchos recuerdos, pero al mismo tiempo, a veces no quiero recordar”, comenta Murota.
Eiji Nakanishi es un hibakusha, como se les conoce a los sobrevivientes de la bomba nuclear. Tuvo la suerte de no perder a sus padres ese día, pero recuerda como su tío, sepultado debajo de la casa, le gritaba a su esposa “¡Sálvame! ¿Por qué no puedes salvarme?”.
Nakanishi relata cómo creció pensando en llegar a los 20 años. A los supervivientes del holocausto nuclear les dijeron que tarde o temprano iban a morir.
Los hibakusha por mucho tiempo fueron rechazados, las personas temían los efectos que podría tener el contacto con ellos, sobre todo de su descendencia. A pesar de los años la bomba no deja vivir libres a estos seres, “siempre nos ha perseguido, siempre ha estado en nuestra mente”, cuenta Nakanishi.
Hiroko Hatakeyama estalló de felicidad cuando su hija nació completamente sana, según narra, lo peor vino después cuando sus dos nietos nacieron con deformaciones. En Japón los efectos de la bomba nuclear nos siguen afectando hasta hoy.
“Mi casa se llenó de heridos. Por el día tratábamos a los afectados con aceite, intentando calmar sus quemaduras, y por la noche quemábamos los cadáveres de los muertos junto al río”, cuenta Hatakeyama.
Su barrio había sido de los menos afectados por la bomba, pero luego vino la “lluvia negra”, la cual dejaron caer sobre sus cuerpos para calmar el calor sin saber que era radiactiva. A partir de ahí enfermaron mucho más.
Historias como estas se escuchan de todos los sobrevivientes de Hiroshima, sin saber que el saldo mortífero se multiplicaría tres días después en Nagasaki, donde por infortunio Estados Unidos decidió estallar la segunda bomba atómica del Proyecto Manhattan.
El presidente norteamericano Harry Truman prometió a Japón que tomaría medidas radicales si no se sometían a la Declaración de Potsdam y se rendían. “Pueden esperar una lluvia de ruina desde el aire, algo nunca visto hasta ahora sobre esta tierra”, advirtió.

Muchos historiadores coinciden en que la guerra ya estaba ganada y que los nipones se rendirían bajo condiciones aceptables.
No había sido suficiente la imagen de Hiroshima, donde una bola de fuego de casi dos kilómetros de altura y cientos de metros de ancho arrasó la ciudad, súbitamente reducida a cenizas. La Casa Blanca decidió repetir la escena el 9 de agosto contra la ciudad portuaria de Nagasaki, donde murieron unas 70 000 personas.
La historia de Japón ha sido otra después de las bombas nucleares. Cada agosto se recuerda aquel fatídico día en que el hombre usó la ciencia para matar.
Setenta años después miles de personas siguen muriendo a causa de leucemia o distintas formas de cáncer, consecuencias de la radiación nuclear.
Actualmente el número total de víctimas de los bombardeos nucleares en Hiroshima y Nagasaki alcanza las 242 000 personas; con tres días de diferencia Estados Unidos cometió uno de los crímenes más horrendos contra la humanidad.
Los artefactos denominados “Little Boy” (Niño pequeño) “Fat Man” (Hombre gordo) lanzados el 6 y 9 de agosto a suelo japonés desde un bombardero estadounidense B-29, no solo sembraron el terror en tierras niponas arrasando con todo aquello que estuviera bajo su manto de humo negro, demostró al ser humano, cómo en la búsqueda por la superioridad había inventado la manera de autodestruirse.
Hoy se recuerda a las víctimas de ese crimen. Sus sobrevivientes, los hibakusha, viajan por el mundo pidiendo un planeta libre de armas nucleares, sus charlas buscan evitar que esta tragedia se repita y que la prepotencia se vea reducida a cenizas, así como quedaron Hiroshima y Nagasaki hace 70 años.















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sergio linietsky rudnikas dijo:
1
7 de agosto de 2015
13:58:56
María Josefa Rivera dijo:
2
7 de agosto de 2015
15:34:05
Sergio dijo:
3
7 de agosto de 2015
21:33:51
césar sousa dijo:
4
8 de agosto de 2015
08:04:12
daunier dijo:
5
10 de agosto de 2015
14:47:57
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