
SABANETA, Barinas, Venezuela.—A Marcos todavía le dicen Rayo. “Me lo gané de pequeño en la pelota, por la velocidad en las piernas y en el guante; aunque no era muy bueno con el bate, y eso Hugo lo sabía”.
Los apellidos de Marcos son Rosales y Barrueta. Los de su entrañable amigo, el de la infancia, el de la pelota… son Chávez y Frías”.
Sabaneta, el pueblecito natal de ambos, “y de Alfredo, de Pancho Bastida y de Emilio”, no era el de hoy. Era la Sabaneta de casas de bajareque y callecitas de tierra. “Sobraba terreno para correr y jugar a la pelota. Sin embargo, la mayoría del grupo nos conocimos en la escuela”.
“Con Hugo recuerdo el día exacto, cuando nos dimos la mano antes de un partido con pelotica de goma. No compartimos el aula porque yo era modelo 55 y él 54, me llevaba un año, pero fue allí, en el grupo Julián Pino, donde hicimos camaradería. Nos dimos la mano una vez y fue para toda la vida; porque hay cosas que no se van ni con la muerte, y se llevan dentro siempre, como él, que está en el alma.
“Fue un niño muy precoz, adelantado, inteligente, audaz para todas las cosas, y muy temprano ya rondaban en su cabeza esas ideas de querer irse un día a ayudar a un pueblo, a una nación.
“Cuando pequeños, todos teníamos aquí pues algo de rebeldía, de la rebeldía del Che. Le llamábamos el guerrillero andante, por las cosas que decía y hacía. También escuchábamos Radio Habana Cuba, que entraba por las noches, y sabíamos de Fidel, comentábamos lo que pasaba en la Isla. Fueron como llamitas que nos encendieron aquí la rebeldía.
“Cuando se hizo militar no perdimos el contacto. Decía que éramos como un punto de apoyo para sus empeños. Conocíamos bien sus pretensiones, pero nunca imaginamos que llegaría a Presidente.
“Entonces la cercanía se hizo más difícil, por las ocupaciones, no por él, y nosotros jamás molestamos, empezando porque nos quedamos aquí.
“Una vez vino a Sabaneta, a filmar un documental de la infancia, y cuando llegó al estadio mandó por mí, varias veces: ‘¿Y Rayo?, busquen a Rayo’.
“Cuando voy llegando, pasa Jesse Chacón, entonces Secretario de la Presidencia, y me presento: ‘Caray, chico, si me tienes pariendo. El Comandante te procura, vente.’
“Entro al estadio y cuando Hugo me ve se paró rápido y dijo: ‘Rayo, chico, el presidente soy yo, no tú. Te he mandado a buscar tres veces y no aparecías…’, y me dio un abrazo que todavía me dura.
“Estuve solo con él y me preguntó de todo: ‘el viejo, dime, ¿come ají todavía?’. Mi padre era andino y siempre le gustó
el picante. Hugo iba a mi casa a buscar, para comer. ‘¿Y tú, qué necesitas tú?’, me insistió.
“Yo nunca le había pedido nada: ‘Solo quiero ver por mi salud’, le dije. ‘Ya no veo casi. Tengo una miopía muy severa’.
“Entonces llamó a Jesse: ‘Este carajo que está aquí es mi amigo, mi hermano del alma. Yo quiero que a este carajo me lo dejen 20-20 en Cuba, en Estados Unidos, en Italia, en Brasil, en Sabaneta, pero lo quiero 20-20.’
“Oye, eso fue el lunes, y el martes ya yo estaba en Caracas. Me hicieron cuatro operaciones y quedé bien. Cuando Hugo volvió al pueblo, desde lejos me preguntó qué había pasado. Con el lenguaje nuestro de la pelota, le abrí los brazos como cuando se canta quieto, y entonces él hizo el gesto del out, en señal de bien.
ALEGRÍA GRANDE
Marcos habla de Chávez con el idioma de las emociones. Los ojos se le llenan de nostalgia cuando regresa a la infancia, sufre si habla de lo triste y goza lo alegre. Sonríe al recordar la visita a Sabaneta de Hugo con Fidel.
“Fue una de las veces que lo vi más feliz. Desde chavalo ese fue uno de los grandes sueños suyos, y ese día lo cumplió.
“Vino manejando él mismo en el jeep, y al lado Fidel. Nosotros estábamos en la Plaza Bolívar, para verlos pasar, y cuando nos vio a Alfredo, a Pancho, a Emilio y a mí, frenó y nos llamó: ‘¡Mira, Fidel, estos carajos son los amigos míos, mis hermanitos! ¡Salúdalos, Fidel, salúdalos…!’ así, casi gritando de emoción, y Fidel con esa humildad tremenda, bajó, nos abrazó y nos dijo: ‘Caramba, tienen ustedes un gran amigo, y es mi amigo también.’
“Mira, la gente dice que cuando veía a Hugo se petrificaba. A nosotros nos pasó lo mismo con Fidel, pana, un gigante del mundo. Ese día vivimos con Hugo una parte del sueño de su vida.”
LA PARTIDA
Ahora el Rayo traga en seco muchas veces. Las palabras le salen de a poco: “Cuando murió fue como un baño de agua fría… pero en el alma.
“Había compartido mucho con Hugo en Elorza, un pueblo al sur de Apure, cuando él era capitán allá y me llamaba para sus actividades, los juegos de pelota con los soldados, que quería como a hijos.
“En busca de algunos de ellos andaba yo, el propio día 5 de marzo, pero en la carretera no había señal de radio. Vimos un alboroto en un pueblo y paramos a preguntar: ‘Chávez acaba de morir’.
De nuevo, el nudo en la garganta: “Esa noche no comí, chico. Nadie tiene idea del dolor que me trajo. Lo sentí como algo que se desprendía adentro, porque era el amigo que siempre nos tomó en cuenta. Nosotros, los del grupito, éramos parte de sus añoranzas, como él decía, ‘los que se quedaron aquí, los que llevo en el corazón’.
“Nos propusimos irnos enseguida al velorio. Pensamos que sería imposible entrar, pero al final hasta nos mandaron a buscar, para estar con la familia, que era la nuestra, como siempre fue en el pueblo. Vimos a Hugo allí, inerte, incapacitado, y no pudimos aguantar el llanto. Todavía llevo conmigo esa tristeza.
“El tiempo pasará y lo recordaré siempre como la primera vez, cuando el apretón de manos en el juego, con la pelotica de goma. Lo recordaré como el niño humilde, el campesino, el soldado que se regó por la patria con ese amor tan grande por el pueblo, y que trascendió los límites después, para irse a unir a los pueblos de América, como Bolívar.
“Nosotros somos una sola patria, chico, todos somos iguales. ¿Es que no lo ven, que somos de carne y hueso? Ah, ¿que no compartimos algunas ideas?, bueno, pero a él le tocó realizar las suyas, que eran las mismas de la mayoría.
“Así lo recuerdo siempre. Como esa persona amable, cariñosa, amorosa, que nunca olvidó sus raíces, porque fueron estas sus raíces, fueron estos patios sus correderos”, dice, mientras repasa el paisaje con la mirada lejos.
“¿Quién no recuerda esas veces que regresaba de donde la mamá Rosa, que tenía su ranchito de palma al frente, y venía hacia acá con su madre, su papá, sus hermanos?”, vuelve y se calla, de pronto, ahora con la vista fija.
“Es que mira, fíjate bien, por ahí viene Hugo, chico”.
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Arleidy dijo:
1
28 de julio de 2015
08:54:09
Luis Úbeda dijo:
2
28 de julio de 2015
09:12:26
JOSE ACHOCALLA dijo:
3
28 de julio de 2015
14:59:35
julio González dijo:
4
28 de julio de 2015
16:26:38
aristides dijo:
5
28 de julio de 2015
18:47:09
María Elena Alarcón dijo:
6
28 de julio de 2015
20:57:20
Manuel dijo:
7
29 de julio de 2015
10:19:57
Odalis dijo:
8
29 de julio de 2015
13:53:10
Oscar Mieles dijo:
9
29 de julio de 2015
13:58:51
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