WASHINGTON.—“Hoy es el día”, dijo de pronto el hombre que atiende la entrada y la frase en inglés nos sorprendió. Desde febrero pasado, varias delegaciones cubanas se han hospedado en un pequeño hotel de la calle Kalorama en Washington llamado Windsor Park, pero nunca pensamos que sus trabajadores estarían al tanto de que este 20 de julio era una fecha especial.
Algo similar nos había pasado antes en el aeropuerto, cuando los agentes de aduana se sorprendían al ver los visados y preguntaban el motivo del viaje. “Venimos a cubrir las conversaciones entre Cuba y Estados Unidos”. Interesante —respondió uno de ellos, que era afroamericano como la mayoría de los trabajadores de servicios en esta ciudad— realmente me gustaría conocer su Isla.
“Ya se puede, pero…”
Este lunes en la mañana había un tránsito inusual en la calle 16, que conduce a la sede diplomática cubana y que a mediados del siglo pasado era la vía más codiciada para instalar embajadas en todo Washington.
“Aquí no cierran las calles por nada”, nos explicó el conductor del carro, pero era evidente que algo ocurría. A las 9:00 a.m., una hora y media antes del inicio de la ceremonia de reapertura de la embajada cubana en Washington, ya había unas 300 personas ocupando los espacios exteriores.
A cuatro cuadras a la redonda no se podía parquear porque los camiones de televisión, con antenas gigantes en el techo, ocupaban los espacios para transmitir las imágenes en vivo de varias decenas de cadenas con corresponsales en el lugar.
Aunque la ceremonia todavía demoraría más de una hora, las cámaras apuntaban a las banderas cubanas y estadounidenses que portaban algunos de los presentes, así como los llamativos carteles rosados de Codepink, una agrupación de mujeres contra la guerra y el militarismo norteamericano, en los que se podía leer: “Salsa sí, bloqueo no” y “Con amor para Cuba”.
Desde un inicio, el espacio era una preocupación para llevar a cabo la ceremonia oficial de una noticia anunciada el 17 de diciembre pero que tomó varios meses de negociaciones llevar a la práctica.
“Cuba tiene muchísimos amigos y no hay más lugares, siempre se nos va a quedar alguien fuera”, dijo el domingo en la noche José Ramón Cabañas, ahora el diplomático cubano de más alto rango en la capital estadounidense, con el título de Encargado de Negocios.
La ubicación de más de 500 personas en el pequeño jardín de la entrada de la misión era de por sí un asunto complicado, pero se le sumó una sensación térmica en el exterior de 35 grados, incompatible con la vestimenta formal de Washington.
La delegación cubana, una representación de la ciencia, el arte, la política, la juventud y las organizaciones de masas de nuestro país, fue la primera en entrar.
El otro medio millar de invitados fueron llegando poco a poco después de las 9:30 a.m. Uno de los primeros fue Danny Glover, el famoso actor estadounidense que en Cuba se ganó un cariño especial por su compromiso con la causa de los Cinco.
“Realmente pensamos que esto pasaría antes, pero estoy muy contento de poder asistir junto a personas que han hecho mucho por este día desde el principio. Esta es una victoria para ambos pueblos”, nos dijo.
Y a partir de ahora qué, le preguntamos. “Lo que sigue es el bloqueo”, nos respondió.
Esa misma interrogante la lanzamos más de una vez durante el tiempo en que se llevaban a cabo los preparativos finales para la ceremonia, que debía iniciar justo a las 10:33 de la mañana por asuntos de la transmisión.
Alicia Jrapko, quien fuera una de las líderes en la batalla por el regreso de los Cinco, coincidió con Glover. “Ahora la lucha es esa y será dura”.
Cerca estaba Bill Delahunt, un veterano de los Pasillos del Congreso por el partido demócrata y pionero en los acercamientos con Cuba. “Me siento emocionado y confiado de que si seguimos adelante el bloqueo caerá”.
El republicano Jeff Flake, otro de los senadores presentes, también mostró optimismo, en particular sobre el proyecto de ley que defiende en el Senado para viajar libremente a Cuba y que cuenta con varias decenas de copatrocinadores.
“Esto no se acaba, todavía queda mucho más. Hay cosas de la historia que se deben arreglar”, nos dijo un poco más tarde Peter Kornbull, el analista del Archivo de Seguridad Nacional norteamericano y autor del libro Canales secretos hacia Cuba. La historia oculta de las negociaciones entre Washington y La Habana. “La bandera cubana ondeará en el aire del cambio”, añadió.
Se acercaba la hora cero y el jardín se estaba llenando cada vez más rápido. Entramos en la casona, en cuyo lobby estaban reunidos los representantes cubanos.
Alguien anunció que la delegación del gobierno de los Estados Unidos acababa de llegar y pocos segundos después apareció en la puerta la secretaria asistente para los Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, quien lideró la parte norteamericana en las rondas de diálogos que posibilitaron llegar hasta este punto.
Con ella venían también Ben Rhodes, asesor presidencial sobre Seguridad Nacional; Tom Malinowski, subsecretario para Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado, y Jeffrey DeLaurentis, actual Encargado de Negocios de la embajada norteamericana en La Habana.
En ese mismo lugar, pero cinco minutos antes, el doctor Jorge Berlanga Acosta, el creador del medicamento Heberprot P para tratar la úlcera del pie diabético, nos contaba que todavía 80 000 pacientes estadounidenses pierden su extremidad cada año.
¿Cuántos se podrían curar con la medicina cubana?, preguntamos. “El 70 %”, respondió sin dudar.
Durante las presentaciones formales, Josefina Vidal, la directora general de Estados Unidos de la cancillería cubana, le indica a Roberta Jacobson la presencia del historiador Eusebio Leal. “Claro que lo conozco”, le dijo Jacobson.
Leal contó brevemente la historia de la bandera cubana que adornaba el segundo piso del interior de la misión, la misma que ondeó por última vez el 3 de enero de 1961, cuando se rompieron las relaciones, y que fue guardada celosamente en la Florida por el propio funcionario que la arrió, y después cedida a un museo en Las Tunas, donde este había nacido.
En el exterior de la embajada apenas se podía caminar cuando restaban pocos segundos para el inicio.
El último en salir fue el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla. Tres jóvenes de la Unidad de Ceremonia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias llevaron la bandera doblada hasta el pie del asta, que fue instalada unos días antes de que los presidentes se intercambiaran cartas para formalizar el acuerdo.
“Fue una experiencia única, sin precedente en la historia”, nos confesó después el Mayor Yuniesky Argudín Díaz.
Cuando salió la bandera, cientos de personas reunidas en la acera de enfrente a la embajada comenzaron a corear “Cuba sí, bloqueo no” y después se escuchó un nombre inconfundible “Fidel”.
En ese mismo lugar, pero 56 años antes, se reunió una multitud similar para conocer al abogado y guerrillero que había hecho una Revolución en Cuba. Los organizadores de la visita le recomendaron que saliera al balcón a saludar. “Yo no soy un hombre de balcones”, dicen que dijo y se fue a saludar al pueblo.
El propio canciller cubano izó esta nueva bandera. Alguien trató de aprovechar el silencio para provocar, pero todo el mundo tenía sus ojos puestos en la estrella solitaria contra el cielo azul y despejado de Washington.
Las notas del Himno de Bayamo comenzaron a sonar por primera vez en Washington en más de medio siglo. Muchos de los presentes lloraron y todo el mundo lo pensó: así se hace la historia.
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enrique rodriguez baldoquin dijo:
1
21 de julio de 2015
10:28:54
Walfrido Novas Oramas dijo:
2
21 de julio de 2015
10:33:43
Patricia dijo:
3
21 de julio de 2015
15:25:31
Jorge Rodriguez dijo:
4
21 de julio de 2015
16:04:47
Patricio Alcides Villalta Morales dijo:
5
21 de julio de 2015
16:11:51
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