ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Irán no renuncia a su derecho de desarrollar la tecnología nuclear con fines pacíficos. Foto: Hispan TV

Un camino largo y lleno de obstáculos, aún sin desbrozar, se ha transitado desde aquel 9 de junio del año 2010 cuando el Consejo de Seguridad de la ONU, a instancias de Estados Unidos, aprobó la Resolución 1929 contra la República Islámica de Irán.

Ya a Irak, unos años antes, el entonces presidente norteamericano había ordenado invadirlo, bombardearlo, ocuparlo y matar a su presidente, por el supuesto de la presencia de armas de exterminio masivo, que nunca las hubo.

Luego, las amenazas se enfilaban hacia Irán y el argumento era el mismo: desarrollo nu­clear, no importa que sea con fines pacíficos.

En la actualidad, la comunidad internacional espera concreciones, sin amenazas ni sanciones, del manipulado tema del programa nu­clear iraní, piedra angular utilizada por Oc­cidente para elaborar y aplicar una política que ha de­morado la solución del conflicto.

Hace cuatro años, en un comentario en es­tas mismas páginas, califiqué de “ultimátum” aquel documento que facilitó la aplicación de nuevas y mayores sanciones contra la nación persa, bajo el mismo prisma de su desarrollo nuclear.

Una Resolución que en sus más variados incisos pretendía poner de rodillas a Irán y obligarlo a renunciar completamente al derecho que tiene cada Estado soberano de producir energía nuclear con fines pacíficos.

Solo 90 días de plazo le daba Occidente a Teherán para cumplir todas las medidas que, bajo supuestos y sin comprobación alguna, ponían al país, a la región y al planeta todo, en el peligro absoluto del estallido de una guerra, incluso con el uso de armas nucleares por parte de Israel, Estado muy interesado en “ajustar cuentas” contra Irán.

De entonces a la fecha muchas cosas han pasado en este mundo que se despierta cada día con la incertidumbre de que pueda ser el último.

Irán resistió y resiste —en mi opinión el principal mérito de un gobierno y un pueblo que defienden su soberanía—. A la par, se desarrolló, innovó, buscó nuevos mercados, se acercó a América Latina y mantuvo sus principios sin temor a mayores sanciones o amenazas de guerra.

El país persa ha sabido sentarse a la mesa de negociaciones del llamado Grupo 5+1. Ha dialogado de tú a tú con amigos y enemigos. Ha sido flexible y a la vez ha mantenido sus convicciones. Ha moderado el discurso y ha sabido exigir respeto de sus interlocutores.

Es una nación a la que no se le puede irrespetar. La República Islámica de Irán juega un balance determinante en la geopolítica actual; y eso bien lo saben y quieren evitarlo a toda costa, Estados Unidos y sus aliados occidentales.

Para hablar y concebir una solución a la actual situación de guerra en Siria e Irak, hay que contar con la colaboración iraní, más que todo por las relaciones históricas de tipo político, económicos, culturales y religiosos, que vinculan a esos pueblos.

Tan es así que para acabar con la grave guerra que realiza el grupo armado Estado Is­lámico (EI) se necesita del concurso iraní, tal como lo refleja el diario Iran Dayly.

Para la agencia RIA Novosti, el logro del ac­uerdo sobre el programa nuclear de Irán depende de la disposición de Estados Unidos respecto a la cuestión del levantamiento de sanciones a esa nación.

Para Washington la suspensión de las medidas restrictivas será gradual, mientras que Teherán insiste en que sean abolidas todas, una vez que se llegue a una fórmula de compromiso.

Estos elementos de presión occidental no permitieron llegar al acuerdo final esta semana, tal y como estaba contemplado; y ahora la fecha de junio del año 2015 es la más cercana esperanza a un arreglo de un tema demasiado demorado.

En las últimas jornadas en Viena, el Grupo 5+1 (China, EE.UU, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania) e Irán buscaban solucionar divergencias para elaborar un acuerdo universal que garantice el carácter exclusivamente pacífico del programa nuclear, a cambio de suprimir las sanciones.

Según la agencia AP, las potencias occidentales reclaman a Irán detener su programa nu­clear, por temor a que utilicen su arsenal con fines militares; acusación que Teherán ha rechazado siempre.

Ya en noviembre del 2013, el G5+1 exigió detener el enriquecimiento de uranio por encima del 5 % de pureza; diluir todas las reservas del material enriquecido al 20 %, con el objetivo de no permitir mayor enriquecimiento; y detener la construcción de instalaciones para el desarrollo de uranio, entre otras.

En igual sentido, se exigió, la reducción del número de plantas centrifugadoras, de las que según algunas fuentes, Irán contaba con cer­ca de 10 000 y se le exigía que solo quedasen aproximadamente 1 500.

En el Acuerdo Preliminar logrado en no­viembre del 2013, que entró en vigor en enero del 2014, Irán y el G5+1 establecieron el acceso de la nación persa a 4 200 millones de dólares, por concepto de ventas de petróleo, retenidos por las arbitrarias sanciones de Occi­dente.

Es de destacarse que durante varios meses la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) certificó la colaboración de Irán tras el preacuerdo firmado en Ginebra, en noviembre pasado.

Citado por AFP, el presidente iraní Hassan Rohani ha asegurado que “…lo importante es que el asunto nuclear es irreversible. No volveremos a la situación de hace un año. El mundo está cansado y quiere que esto acabe, que sea resuelto por medio de negociaciones”.

No obstante, persisten factores adversos a la adopción de un acuerdo, como se pone de manifiesto en el pedido del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu al mandatario norteamericano Barack Obama, donde vuelve a presionar para que se “actúe con firmeza en las negociaciones para evitar que Irán pueda convertirse en una potencia nuclear”.

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