A pocos días de la votación, la atención sobre las elecciones de mitad de mandato en los Estados Unidos sigue centrada en la posibilidad de que el Partido Republicano logre alzarse con la mayoría de los miembros del Senado federal, aunque sea por un margen mínimo. Según se acerca el momento decisivo, los medios de difusión refuerzan la imagen de una cerrada disputa entre los únicos dos partidos que cuentan para algo en las elecciones de ese país, los demócratas y los republicanos; los equipos de campaña concentran sus esfuerzos y recursos humanos, materiales y financieros en los pocos territorios donde los votos pueden inclinar la balanza a favor de uno u otro partido; los analistas y comentaristas, apoyados en los más variados modelos matemáticos, ofrecen sus pronósticos sobre las posibilidades de triunfo de los candidatos de uno u otro bando.
Hay consenso entre los pronósticos y el ambiente apunta al triunfo republicano, que pudiera alcanzar hasta 54 escaños.
La situación no ha variado mucho en las últimas cuatro semanas pero el terreno se va estrechando. Iowa y Colorado, hoy en manos demócratas, pueden tener la clave del control mayoritario, porque los modelos indican con bastante coincidencia que los asientos de Lousiana, Arkansas y Alaska serán capturados por los republicanos, mientras que los de New Hampshire y North Carolina quedarían en manos demócratas.
Sin embargo, la candidata demócrata en Georgia, Michelle Nunn —quien enfrenta al empresario republicano David Perdue— puede dar la sorpresa o al menos forzar una segunda vuelta en enero del 2015, si ninguno de los dos obtiene más del 50 % de los votos, lo cual también pudiera suceder en Louisiana, donde la titular demócrata Mary Landrieu ha mostrado en otras ocasiones potencial para resistir y derrotar las más fuertes arremetidas republicanas.
Si en Lousiana el ganador el 4 de noviembre no sobrepasa el 50 % de los votos, habría una segunda vuelta en diciembre.
En la pugna por los senadores en Michigan y Kentucky, una vez considerados en peligro, hay coincidencia en el criterio de que serán retenidos por demócratas y republicanos, respectivamente.
Lo sorpresivo en esta campaña electoral ha sido la contienda en Kansas, donde el veterano senador titular republicano, Pat Roberts, ha tropezado con un fuerte contendiente en el independiente, Greg Orman. Esta es otra contienda que puede tener la clave del control del Senado.
Todos los modelos de pronóstico de carácter público se basan en posibilidades en las cuales un solo factor (por ejemplo, el triunfo demócrata en uno de los estados señalados anteriormente), puede cambiar el escenario en más de un 30 %.
Lo anterior hace sumamente frágil las ventajas, si tenemos en cuenta que las encuestas de intención de voto en algunos de esos estados apuntan ventajas de los candidatos de un 3 % o 4 %, lo cual cae dentro del margen de error estadístico y que, además, cada una de las encuestas está modelada de manera diferente.
De todas formas, la tendencia histórica en estas elecciones de mitad de mandato presidencial indica que el partido cuyo representante ocupa la presidencia de la nación es el más propenso a sufrir pérdidas electorales en el Senado y en este caso, se refuerza ese criterio por la inconformidad generalizada en la población por los resultados de la gestión presidencial de Barack Obama, aunque existe también una opinión aún más negativa acerca de la actuación de los integrantes del Congreso federal, particularmente de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes.
Además, las aspiraciones republicanas han sido afectadas en muchos casos por la acción disruptiva de los grupos “Tea Party”, que parecen haber perdido mucho de su impulso político.
En medio de esta situación de apatía electoral y de falta de posiciones, propuestas o programas sustanciales de los aspirantes, la principal característica de estas elecciones está en los fuertes ataques personales mediáticos promovidos por los comités partidistas, los equipos de campaña de los candidatos y los grupos externos, tales como los PACs y los SuperPACs (Comités de acción política que tienen el rol de recaudar fondos) que hacen de esta campaña la más costosa de todas las celebradas.
La organización Real Clear Politics realizó un estudio sobre la base de los gastos totales hasta fines de septiembre de este año reportados por estos distintos factores a la Comisión Electoral Federal (CEF), e indica que al final del camino habrá un gasto de más de cuatro mil millones de dólares, superando en unos 400 millones los gastos incurridos en las similares elecciones del 2010 y en las contiendas congresionales de las presidenciales del 2012, que alcanzaron, cada una, 3 600 millones de dólares.
De estos montos, los equipos de campaña de los partidos y candidatos gastarán unos 2 700 millones de dólares, mientras que las organizaciones no partidistas (PACs y similares) desembolsarán unos 900 millones de dólares.
Adicionalmente, se estima que las organizaciones que se dedican a defender “asuntos” o “temas” en las elecciones y no están obligadas a informar sus gastos a la CEF, gastarán más de 300 millones de dólares.
Las erogaciones de las fuerzas conservadoras y republicanas sobrepasarán los 1 920 millones de dólares, mientras que sus adversarios lo harán por la suma de unos 1 706 millones.















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consultor dijo:
1
31 de octubre de 2014
15:32:18
Alex dijo:
2
31 de octubre de 2014
23:15:32
Vardan dijo:
3
1 de noviembre de 2014
09:46:04
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