
Mientras el activista norteamericano Rob Greenfield pudo alimentarse por sí mismo con alimentos extraídos de latones de basura cuando recorría en bicicleta ese país —y la FAO estima que cada año se botan 1 300 millones de comida—, el tema de la hambruna mundial no llega a ocupar prioridad en las agendas de los países más ricos.
Traigo este tema a mi comentario porque cada vez estoy más convencido de que la situación catastrófica del mundo actual tiene como denominador común el hambre que afecta a sus habitantes; el rápido —y no priorizado en políticas gubernamentales— efecto del cambio climático, y la ambición desmedida del mercado de las armas.
Del hambre solo se quejan los pobres, mientras se asigna mucho más dinero para salvar a un banco capitalista en crisis que para socorrer a una población africana que se debate entre la desnutrición y las enfermedades.
Elementos estos, todos “curables”, si en vez de invertirse tanto en armas y guerras, se destinara una cantidad de ese capital a alimentos y medicinas para desposeídos.
Según la ONU, con “menos del 1 %” de los fondos económicos que han utilizado los gobiernos capitalistas centrales para salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que han desatado la crisis económica), se podría resolver la calamidad y el sufrimiento de miles de millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que son víctimas de la hambruna.
El pobre, el hambriento, no es mercancía rentable, está fuera del circuito del consumo y no genera dividendos. En el desenlace de este proceso de catástrofe humanitaria (con concentración de riqueza en pocas manos y exterminio de “población sobrante”) se incuban las bases y el detonante de un “Apocalipsis social”, que el sistema y sus analistas todavía no registran ni prestan atención, se asegura en un análisis de prensa de IAR NOTICIAS.
¿En qué mundo estamos viviendo? Simplemente veamos la siguiente proporción y nos daremos cuenta: las 300 personas más ricas del planeta tienen más riqueza que los 3 000 millones más pobres, casi la mitad de la población del mundo, se constata en un reporte de la televisora Al Jazzira.
Mucho más se puede decir. Por ejemplo, en Estados Unidos, las autoridades calculan que aproximadamente un 40 % de los alimentos producidos se desechan en vertederos, en gran medida por los supermercados.
En Nápoles, Italia, se celebró entre el 10 y el 11 de octubre el XI Foro Internacional para Medios sobre la Protección de la Naturaleza. Un comentario de IPS sobre los debates refleja que “aunque se pudiera guardar solo una cuarta parte de los alimentos que se pierden o desperdician en el mundo, alcanzaría para alimentar a 870 millones de personas que pasan hambre”.
Los especialistas señalaron que aún cuando la producción mundial de alimentos se triplicó desde 1946 y la desnutrición mundial descendió de 18,7 a 11,3 % en los últimos 20 años, la seguridad alimentaria sigue siendo un tema crucial y pendiente.
La pérdida y el desperdicio de alimentos ascienden aproximadamente a 680 000 millones de dólares en los países industrializados, según la iniciativa Save food (Salvar la comida), un proyecto de la feria comercial alemana Messe Dusseldorf en colaboración con la FAO y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Los países desarrollados desperdician casi tantos alimentos (222 millones de toneladas) como toda la producción alimentaria neta del África subsahariana (230 millones de toneladas), señaló Save food.
La cadena de supermercados británica Tesco reconoció que descartó 28 500 toneladas de alimentos en el primer semestre del 2013, y en general el sobrante anual en Gran Bretaña se calcula en 15 millones de toneladas.
Mientras esta penosa realidad se expone como parte de la vitrina donde se exhibe el derroche y la opulencia de los países ricos, un informe de la ONU refleja que cada 15 segundos muere de hambre un niño en el mundo.
Según las Naciones Unidas, ya hay más de mil millones de personas que padecen hambre crónica, la cifra más alta de la historia, y en todo el planeta hay más de 3 000 millones de pobres y desnutridos, lo que representa casi la mitad de la población mundial.
De acuerdo con un estudio publicado en la revista The Lancet, como promedio, cada año mueren más de tres millones de niños por falta de alimentos.
Se trata, sin lugar a dudas, de que en medio de la opulencia y el derroche de los poderosos, una mayoritaria población mundial carece de los mínimos recursos que le puedan garantizar comida, salud y vida.















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machete dijo:
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13 de octubre de 2014
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felo dijo:
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Rick Tapir dijo:
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maura gomez dijo:
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oswaldo carrizo dijo:
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fendetestas dijo:
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Heem Gondes dijo:
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Roberto Tadeo dijo:
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Gblanco dijo:
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kballo azul dijo:
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Vardan dijo:
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Karel dijo:
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