Como está establecido oficialmente en Estados Unidos, al segundo año de haber sido electo un presidente de la nación, se celebran elecciones (conocidas como de mitad de mandato). En este caso, la votación tendrá lugar el 2 de noviembre próximo.
Serán elegidos todos los miembros de la Cámara de Representantes (438); la tercera parte de los senadores que debieron ser 33 con mandatos vencidos, pero se incrementó a 36, para incluir a tres senadores que fueron nombrados por los gobernadores de los respectivos estados para sustituir a los titulares, uno de los cuales murió —Daniel Inouye de Hawaii—, y otros dos que renunciaron —Tom Coburn de Oklahoma y Jim DeMint de South Carolina— y por tanto los designados deben concurrir a las urnas para ser ratificados y poder completar el mandato para el que fueron electos sus antecesores.
Serán seleccionados también 36 gobernadores de estados cuyos mandatos vencen y miles de otros cargos entre legisladores en las asambleas de los estados, alcaldes, concejales, jueces, jefes de policía y otros funcionarios electivos de carácter local.
En estas elecciones de mitad de mandato no desempeñan un papel fundamental las maquinarias nacionales de los partidos políticos; priman los intereses y las fuerzas locales, lo que, unido a la actual apatía y la desconfianza de los votantes, provoca una menor participación de la ciudadanía en comparación con lo que sucede en las presidenciales.
La mayoría de los analistas y de las encuestas indican que solo en unos pocos casos de la elección de miembros de la Cámara de Representantes habrá cambio en la filiación partidaria, debido al control entronizado por largos años de uno u otro partido en la mayor parte de los distritos congresionales.
De 26 escaños republicanos y 18 demócratas vulnerables al reto del otro partido, se pronostica que solo cambien de bando tres o cuatro escaños con un total neto de uno o dos escaños a favor de los demócratas. Ese resultado no afectaría esencialmente la actual composición de la Cámara que es de 234 republicanos y 201 demócratas.
Después de que en enero del 2015 se constituya el Congreso que sesionará durante los dos últimos años de mandato de Obama, el Partido Republicano mantendrá en la Cámara la actual capacidad de interferir en ese órgano las principales iniciativas legislativas de Obama y de obstaculizar con las propias la gestión del presidente.
En lo referente a los 36 gobernadores (de los cuales hay 22 titulares republicanos y 14 demócratas) que concluyen sus mandatos (y más allá de impactos locales) la mayor repercusión nacional se concentra en la suerte que correrán aquellos casos que han dado señales de querer aspirar como cabezas de fórmula o acompañantes en la boleta presidencial del 2016. Son los casos de los republicanos Nikki Haley (South Carolina), John Kasich (Ohio), Susana Martínez (New México) y Scott Walker (Wisconsin) y los demócratas Andrew Cuomo (New York) y John Hickenlooper (Colorado). Las más reñidas contiendas son las de Wisconsin y Colorado.
Pero también hay mucha atención en los casos de Ohio y Florida (sobre todo este último) que son de los estados más disputados en las elecciones presidenciales y de gran peso en el resultado final de votos electorales presidenciales, ya que corresponde a los gobiernos estaduales fijar las reglas específicas del proceso electoral con lo cual pueden favorecer los intereses de uno u otro partido. Sobre todo, en Florida (con un largo historial de fraudes electorales) y donde hay una muy cerrada disputa entre el actual gobernador republicano Rick Scott y el contrincante demócrata Charles Christ.
Los medios de prensa de Estados Unidos han puesto especial énfasis en la posibilidad de que en estas elecciones el Partido Republicano logre elegir suficientes senadores para alcanzar un total de más de 50 escaños y con ello garantizar el control de las dos cámaras legislativas en el Congreso Federal.
En esta ocasión serán elegidos 36 cargos de senadores, 21 de ellos ocupados hoy por demócratas y 15 por republicanos. Los republicanos tendrían que arrebatarles seis senadurías a los republicanos y mantener las dos que hoy tienen en su poder para lograr esa mayoría. El propio Obama ha comentado que un resultado de ese tipo crearía una situación “insoportable” durante el resto de su mandato presidencial.
En la primera mitad de este año los principales equipos de analistas, entre ellos Cook Political Report, Rothenberg Political Report y Crystal Ball del profesor Larry Sabato, así como los espacios de comentarios electorales de periódicos destacados como Electoral Lab del Washington Post y Five Thirty Eight del New York Times expresaban casi con segura certeza de que los republicanos alcanzarían la mayoría en el Senado, hasta unos 53 o 54 escaños.
Según se aproxima la fecha de las elecciones, este resultado no parece ser tan seguro, ni tan inevitable, ni tan amplio. En estos momentos se considera que los demócratas pierdan los actuales escaños que ocupan en South Dakota, Montana y West Virginia y posiblemente, aunque no tan seguro, los de Louisiana y Colorado, pero lograrían mantener los de New Hampshire, Michigan y probablemente North Carolina y Iowa. Los republicanos conservarían las dos senadurías hoy en poder de Kentucky y Georgia.
En esas circunstancias la batalla decisiva por el control del Senado se está dando para ganar la elección de senadores en Alaska, en manos demócratas y en Arkansas, que ostentan los republicanos. El camino del control del Senado para los republicanos requeriría triunfar en esas dos contiendas. Pero aun cuando los republicanos logren dominar el Senado, no contarán con la mayoría de votos que pueda derogar el veto presidencial a cualquier ley que desapruebe el presidente Obama.
Lo más destacado de este proceso es que, aún cuando a los dos partidos no le han faltado recursos materiales y financieros, ninguno logra establecer una ventaja decisiva frente a su rival y no se deben esperar cambios dramáticos en la situación política y electoral por estas elecciones.
En el caso de los demócratas, un factor fundamental es el desencanto con el desempeño presidencial de Obama; mientras que en los republicanos el impacto negativo se debe a la falta de habilidad de sus líderes para proponer y ejecutar soluciones viables y a la pérdida de influencia de los grupos del Tea Party, con posiciones extremas conservadoras contrarias al consenso nacional y el sistemático enfrentamiento al liderazgo tradicional republicano.
Dominando todo este ambiente se enseñorea la continuidad de la crisis profunda que desde el 2008 afecta a la sociedad norteamericana.
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rfs dijo:
1
3 de octubre de 2014
09:44:10
DANCAR dijo:
2
3 de octubre de 2014
13:48:45
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