ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

SANTIAGO DE CHILE.— Cuan­do aún perduran secuelas del sismo de magnitud 8,8 de febrero del 2010 y a pocos meses del temblor de 8,2 grados que sacudió el Norte, los chilenos vuelven a temer un terremoto devastador.

Un movimiento telúrico de mediana intensidad  —5,6 grados en la escala de Richter y epicentro a 15 kilómetros en dirección noreste de Iquique— remeció la víspera las regiones norteñas de Arica Parinacota y Tarapacá.

Las autoridades chilenas descartaron pronto cualquier amenaza de tsunami y solo se reportaron cortes temporales de energía en Iquique y desprendimientos me­nores de terreno sobre algunas rutas.

Aun cuando los temblores moderados son relativamente frecuentes en este país sudamericano, el estremecimiento de la noche del miércoles —tras el cual solo falleció una mujer debido a un paro cardiorrespiratorio— se antoja una pésima señal para los habitantes del norte de Chile.

Ocurre que el sismo de 8,2 grados del pasado 1ro. de abril —que dejó seis fallecidos, un millón de evacuados y grandes pérdidas materiales— ocurrió tras detectarse el mes anterior una intensa actividad sísmica en la zona debido al choque entre las placas de Nazca y Sudamericana.

Pues bien, estudios internacionales publicados este miércoles por la revista Nature indican que el terremoto de hace cuatro meses —y su larga cadena de réplicas— no bastó para liberar las tensiones acumuladas en el subsuelo durante casi un siglo y medio.

Dos equipos independientes de sismólogos estadounidense y alemán coinciden en que el riesgo de megasismos (de hasta 8,9 grados) en el norte chileno es muy elevado debido al estrés acumulado frente a las costas de la nación austral.

“Los sismólogos chilenos y del mundo entero deben ahora dedicarse a la difícil tarea de comunicar sobre ese riesgo, incierto pero elevado”, señaló el equipo del Centro Geológico de Estados Unidos en­cabe­zado por Gavin Hayes.

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