
Este año recordamos el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), un conflicto que alcanzó magnitudes insospechadas y transformó el mundo conocido hasta entonces.
Para Estados Unidos, que peleó en el bando vencedor, la guerra trajo consigo no solo cambios internos sino modificaciones en su proyección global. “Marcó un punto de inflexión en su política exterior”, opina Dagoberto Rodríguez Abrahantes, profesor de Historia de Estados Unidos en la Universidad de La Habana.
Con ese experto conversó Granma para valorar la participación del país norteamericano en la conflagración.
— ¿Cómo se involucró Estados Unidos en la I GM?
—La guerra sorprendió a Estados Unidos, tanto a políticos como al pueblo. zque el incidente del archiduque Francisco Fernando sería uno de los tantos que ocurrieron durante los años previos, y el conflicto había podido evitarse. Pero había llegado el momento en que los beligerantes no podían esperar más.
“Primero tomaron la decisión de declarar la neutralidad, aunque eso no quería decir imparcialidad. A nivel popular estaban divididas las simpatías por ambos bandos, entre la Entente (Reino Unido, Francia y Rusia) y la Triple Alianza (con su núcleo duro en el Imperio Alemán, el Imperio Austrohúngaro e Italia hasta 1915). Estados Unidos es un país formado en buena medida por inmigrantes, y los de origen alemán eran pro Triple Alianza; también los irlandeses.
“Entraron a la guerra por intereses económicos, más allá de los pretextos que usaron. Se habla, por ejemplo, de la guerra submarina. Hubo varios momentos en que dio marcha atrás esa guerra submarina total, pero a partir del año 17 Alemania la retomó. Eso provocó que Estados Unidos perdiera vidas humanas. Otro elemento es el telegrama Zimmermann (el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Arthur Zimmermann, lo envió al embajador en México), en el cual Alemania decía que apoyaría a México en una futura guerra para reconquistar sus territorios (perdidos ante Estados Unidos). Una peregrina idea sin dudas.
“Ahora bien, el elemento fundamental para la entrada de Estados Unidos fue el económico. Durante los primeros años habían estado prestando dinero, miles de millones de dólares, a los países de la Entente, que en ese proceso se habían convertido de acreedores en deudores de Estados Unidos. Y si perdían, quién iba a pagar esas deudas. Además, ellos sabían que su enemigo económico fundamental no era Inglaterra —una potencia que venía a menos—, sino Alemania”.
—¿Qué es la guerra submarina total?
—Una estrategia que realizó Alemania, en la cual se prohibía el tránsito de cualquier barco por la zona de guerra. Estaban en desventaja en el mar con respecto a Inglaterra; pero había surgido el submarino, un arma muy fuerte para combatir el poderío naval inglés. El primer barco importante que se hundió fue el Lusitania. Se llegó a un acuerdo por el cual se le permitía a Estados Unidos transitar en la zona de guerra, y eso menguó las tensiones. Pero en el 17 los alemanes decidieron que era el momento de dar el golpe final y retomaron la guerra submarina total. Ningún buque podía ir por la zona de guerra. Se empezaron a torpedear barcos mercantes, como fue el caso del Laconia, donde murieron norteamericanos. Y a partir de ahí fue creciendo la escalada de hundimientos. Alemania pensó que ese golpe de gracia iba a ser tan rápido que no le iba a dar tiempo a Estados Unidos a entrar en la guerra. Los estrategas alemanes sabían que si Estados Unidos entraba en la guerra las fuerzas se iban a desbalancear.
—¿Cuánto ayudó a la victoria de la Entente que Estados Unidos entrara en la guerra?
—Yo creo que la ayuda fue definitiva. Entraron tarde, no sufrieron las consecuencias devastadoras. Movilizaron entre cuatro y cinco millones de personas, de los cuales más de un millón fueron enviados al frente. Declararon la guerra en abril de 1917, y en pocas semanas comenzaron a llegar los primeros hombres, aunque su peso no se sintió hasta un año después. Fue muy significativo también el aporte de la mujer; participaron como enfermeras, secretarias y asistentes.
“Se pensaba que la guerra sería breve. Pero a medida que se prolongó, el consenso interno de cada país se fue desmembrando. Había una gran decepción en los ejércitos, incluso revueltas. Francia por ejemplo fusiló a varios centenares de soldados que se sublevaron. Había un estado de malestar entre los combatientes, desinterés por ganar, estaban agotados. De modo que la entrada de fuerzas militares norteamericanas fue esencial; tropas frescas con deseos de vencer. La gran ofensiva alemana de mediados del año 18 fue detenida esencialmente en el frente francés por las tropas norteamericanas, y a partir de ahí se inició la contraofensiva”.
—¿El pueblo norteamericano apoyó la entrada a la guerra? Ellos se habían declarado neutrales. ¿Cómo hicieron para movilizar a la opinión pública?
—En Estados Unidos había una gran tendencia aislacionista respecto a Europa. Tendríamos que hablar de la propaganda, que es el gran éxito del capitalismo norteamericano. La propaganda en torno a la guerra fue muy fuerte en esos años, especialmente la que era pro Entente.
“Cuando se inició la guerra se proclamaron dos leyes anticonstitucionales: una sobre el espionaje (Espionage Act, 1917), y otra sobre sedición (Sedition Act, 1918). Era delito oponerse a la guerra, lanzar diatribas o palabras soeces contra el Presidente, el Congreso o la Constitución, que establecía en su Primera Enmienda la libertad de expresión. Años después la Corte Suprema consideró esas dos leyes inconstitucionales y fueron eliminadas. Pero en esos años provocaron que fueran a prisión todos aquellos que se oponían a la guerra. Personas tan importantes como Eugene V. Debs, candidato del Partido Socialista en varias elecciones, fue condenado a diez años. Y como él miles.
“Pero en general, cuando Estados Unidos entró a la guerra, la mayoría del pueblo norteamericano —aunque no una mayoría muy amplia—, lo apoyó”.
—¿Cuánto cambió la política exterior norteamericana a partir de la I GM?
—Totalmente. Es un momento de inflexión en la política exterior norteamericana. A partir de ahí, y después de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a inmiscuirse más en los asuntos europeos.
“Hay que hablar del papel que jugó (el presidente de Estados Unidos Woodrow) Wilson en la creación de la Liga de las Naciones. En los 14 puntos de Wilson (discurso que dio al Congreso en 1918), el último era la creación de una organización llamada Liga o Sociedad de las Naciones, para evitar una Segunda Guerra Mundial”.
—Pero Estados Unidos no firmó el Tratado de Versalles. ¿Por qué?
—Wilson pasó meses en conversaciones en Versalles. Mientras, la oposición al presidente dentro del Congreso fue creciendo. La Liga o Sociedad de las Naciones tenía un artículo por el cual se obligaba a todos los países miembros a entrar en una guerra en caso de que otro fuese agredido. Eso, decían los aislacionistas, obligaría a Estados Unidos a entrar en guerras que no le interesaban. Cuando Wilson regresó después de firmar el Tratado de Versalles para ser ratificado por el Congreso encontró una oposición muy fuerte. Finalmente, Estados Unidos firmó una paz por separado con Alemania en 1921.
“Volviendo al tema de cómo cambió la política norteamericana hacia Europa, a Estados Unidos le preocupaba la situación en que quedó Alemania después del Tratado de Versalles, donde primó la posición francesa de humillar, aplastar, liquidar a los alemanes. En la década del veinte Estados Unidos estableció proyectos de ayuda directa económica a Alemania, para que se recuperaran”.
—¿Podemos decir que después de la I GM Estados Unidos empezó a tener una proyección global?
—Sí, a partir de ahí. Claro que había intereses norteamericanos mucho antes. Desde finales del siglo XIX cuando estaban llegando a la etapa imperialista ya buscaban espacios en el mundo, y le interesaba muchísimo la región del Pacífico. China era la manzana de la discordia entre las grandes potencias. Estados Unidos llegó tarde al reparto del mundo. Tuvieron el oeste, que terminaron de cubrir hacia el año 1890. Luego entraron a la guerra hispano-cubano-norteamericana. Lo que le quitaron a España era poquito pero muy interesante geoestratégicamente. En Asia Filipinas, las Islas Guam, por acá Cuba, Puerto Rico. Y a partir de ahí el interés en el Canal de Panamá.
—Ahora se habla de un viraje de la política exterior de Estados Unidos hacia el Pacífico, pero el interés de ellos en esa zona es antiguo…
—Desde el siglo XIX. Todo el sudeste asiático es siempre una zona muy importante, por el mercado que significa. Entonces, los intereses norteamericanos venían desde antes de la I GM, pero después se acrecientan, motivados por el hecho de que son vencedores.
“Ahí podemos ver también la pujanza norteamericana. Inglaterra y Francia habían firmado algunos tratados secretos con Japón, por los cuales le hacían una serie de concesiones para que entraran del lado de la Entente. Así, casi todas las posiciones alemanas pasan a manos japonesas. Pero Estados Unidos estaba en desacuerdo con ese reparto, y presionaron para que hubiera una redistribución de las esferas de influencia en Asia. Es ahí donde le quitan las Islas Marshall, que eran alemanas, pasan a Japón y después a Estados Unidos, y también una serie de pequeños enclaves en la costa china.
“Eso sucedió en la Conferencia de Washington (1921), donde también Estados Unidos logró imponer una nueva correlación en cuanto a las fuerzas navales, que demuestra el poderío que había alcanzado. Por cada cinco barcos ingleses, tenía que haber cinco norteamericanos, tres franceses y 1,5 del resto. Le impidieron a Japón, una potencia naval, desarrollar más barcos que los establecidos por esa relación”.
—Una vez terminada la Primera Guerra Mundial, ¿cree que la Segunda era inevitable?
—Era inevitable. El inicio está en el Tratado de Versalles. Alemania quedó en una situación humillante, y eso hizo resurgir tendencias ultra nacionalistas. Es un país donde el sentimiento nacional es muy fuerte. Y si humillas ese nacionalismo estás creando las condiciones para que surjan líderes y partidos que van a estar clamando por una revancha. Si no, cómo explicar que la mayoría del pueblo alemán germano —porque también había un pueblo alemán judío— apoyara a Hitler y creyera en sus promesas. Lamentablemente esa es la verdad histórica.
—¿Usted considera posible una III Guerra Mundial?
—Yo prefiero ser optimista. Una III Guerra Mundial implicaría el fin de la especie humana. Creo que habrá guerras locales, regionales, o como se dice eufemísticamente “conflictos de baja intensidad”. Sobre todo porque estamos ante una situación donde la principal potencia económica está dejando de serlo. Estados Unidos está siendo desplazado por China y otras potencias que vienen a gran velocidad, como los BRICS. Pero todavía Estados Unidos sigue siendo una potencia militar, y usará eso para proteger sus intereses económicos. Ahora bien, ¿en qué medida las potencias emergentes actuales estarán dispuestas a entrar en algún tipo de conflicto regional por las esferas de influencia? Ahí es donde está el peligro. Pero prefiero pensar que no habrá una guerra mundial. La existencia del arma atómica es un elemento que pone a pensar a todo el mundo.
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pedro rodrigues dijo:
1
7 de agosto de 2014
21:15:13
Dr. Juan Sanchez Monroe dijo:
2
8 de agosto de 2014
08:16:50
toyo dijo:
3
8 de agosto de 2014
20:10:46
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