ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La crisis sistémica del Capitalismo, el So­cialismo como alternativa y la experiencia cubana, son ejes del Primer Encuentro de Intercambio Teórico entre el Partido del Tra­bajo (PT) de México y el Partido Co­munista de Cuba.

El evento de dos días —que comenzó este martes en La Habana—, está auspiciado por el Departamento de Relaciones Interna­cionales del Comité Central.

Participan funcionarios de ese Depar­ta­mento, así como prestigiosos académicos del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Es­tados Unidos (Cehseu), el Centro de In­ves­tigaciones de Política Internacional (Cipi), el Instituto de Historia de la Universidad de La Habana, y el Instituto Superior de Relaciones Internacionales.

Por la parte mexicana nos visitan nueve cuadros del PT, encabezados por el Diputado Federal y Coordinador Nacional de ese Par­tido, Alberto Anaya Gutiérrez.

En un intercambio con la prensa, Anaya se refirió a la utilidad del análisis, el debate y las conclusiones a las que se pueda llegar en el encuentro.
Comentó también sobre la necesidad de considerar al Socialismo una alternativa de sociedad al neoliberalismo, que se ha convertido en una “fábrica de pobres”.

La apertura del evento contó con la presencia de José Ramón Balaguer Cabrera, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido y Jefe del Departamento de Relacio­nes Internacionales.

Jorge Arias, vicejefe de ese Departamento, agradeció al PT su apoyo a la Revolución cubana.

“No albergamos la más mínima duda del éxito que ya significa la propia realización de este evento. De la manera franca, abierta y respetuosa con que hemos sido siempre ca­paces de expresar nuestras ideas, nuestras coincidencias y discrepancias, saldrán fortalecidas las relaciones de amistad”, remarcó.

La inauguración del encuentro teórico con­­­cluyó con fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro ante la ONU en 1979, cuando afirmó: “El rui­do de las armas, del lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena internacional de­be cesar. Basta ya de la ilusión de que los problemas del mundo se puedan resolver con armas nucleares”.

“Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia. No pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos y en el holocausto morirán también los ricos, que son los que más tienen que perder en este mundo”.

“Digamos adiós a las armas —continuó—y  consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia humana”.

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