
o pudieron con él en combate. Sus soldados descalzos, blindados de coraje, expulsaron a los marines estadounidenses de Nicaragua. A machete ganaron una guerra que ya se libraba con aviones y tanques.
Augusto C. Sandino, el General de hombres libres, fue traicionado y asesinado un día como hoy hace 80 años, después de deponer las armas para buscar la paz en su país y evitar una nueva intervención norteamericana.
Lejos de los campos de batalla de Las Segovias —donde hizo famosas su valentía y capacidad de estratega militar—, Sandino fue emboscado en la loma de Tiscapa, tras participar en una cena con el presidente Juan Bautista Sacasa. Murió junto a sus generales Fran-cisco Estrada y Juan Pablo Umanzor. Poco antes, su hermano Sócrates había corrido la misma suerte.
La orden de asesinato la dio el jefe de la Guardia Nacional y sobrino político de Sacasa, Anastasio Somoza García, quien ya vislumbraba la posibilidad de hacerse con el poder en Nicaragua.
Sin embargo, pocos dudan que detrás del plan estuviera el embajador de Estados Unidos en Managua, Arthur Bliss Lane.
Y es que los norteamericanos tenían razones más que suficientes para querer eliminarlo.
NI SE VENDE NI SE RINDE
Sandino nació el 18 de mayo de 1895 en la ciudad de Niquinohomo, a la sombra de un volcán que lleva el mismo nombre que el departamento: Masaya.
En julio de 1912 asistió a la primera intervención de las tropas estadounidenses en Nicaragua. "Era yo un muchacho de 17 años y presencié el destace de nicaragüenses en Masaya y otros lugares de la República, por las fuerzas filibusteras norteamericanas", escribió sobre esa etapa.
Otro campo de la explotación gringa en América Latina lo conoció después en Honduras y Guatemala. Allí trabajó en plantaciones de la United Fruit Company y vivió la explotación de las trasnacionales.
En México se vinculó al sector petrolero y sus luchas sindicales. De allí regresó a su país, donde los marines desembarcaban una vez más. "En vista de los abusos de Norteamérica en Nicaragua, partí de Tampico, México, el 18 de mayo de 1926, para ingresar al Ejército Constitucionalista de Nicaragua, que combatía contra el régimen impuesto por los banqueros yanquis en nuestra República".
Poco tiempo después, cuando comprobó el entreguismo tanto de liberales como conservadores, que se plegaron a los intereses estadounidenses, Sandino pronunció una de sus más célebres frases: "No me vendo ni me rindo. Yo quiero patria libre o morir".
Transformó así una guerra fratricida en una lucha contra la ocupación extranjera. Con unas pocas decenas de hombres bajo su mando, inició el enfrentamiento contra los norteamericanos y los gobiernos entreguistas. Poco a poco, incrementó sus efectivos hasta llegar a ser unos seis mil, quienes conformaban el llamado Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.
A finales del mes de noviembre de 1928 el contralmirante estadounidense D. F. Sallers lo invitó a abandonar la lucha y obtener así los consiguientes beneficios. La respuesta de Sandino hizo historia:
"La soberanía de un pueblo no se discute, sino que se defiende con las armas en la mano".
En enero de 1933 las fuerzas estadounidenses oficialmente abandonaron el territorio nicaragüense, sin haber podido matar o capturar a su enemigo, y menos aún vencerlo.
EL SANDINISMO Y SUS LECCIONES
Apenas dos años después del asesinato de Sandino, Anastasio Somoza culminó su plan al dar un golpe de Estado contra Sacasa. Inició así una de las etapas más oscuras de la historia nicaragüense que se prolongó durante más de cuatro décadas.
Sin embargo, el ejemplo sandinista fue rescatado por una nueva generación de jóvenes que retomaron las armas y crearon un Frente que hoy lleva su nombre para luchar contra la dictadura somocista, continuada por sus hijos.
Fueron esas fuerzas revolucionarias las que triunfaron en 1979 y las que hoy llevan adelante un nuevo proyecto de desarrollo en ese país centroamericano, insertado en los procesos de cambios progresistas que vive nuestra región.
La vida y la muerte de Sandino son una lección no solo para los nicaragüenses, sino para todos los latinoamericanos y caribeños.
Su suerte final fue similar a la de grandes hombres como Bolívar, Sucre, Eloy Alfaro, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Salvador Allende, Maurice Bishop y otros tantos , traicionados o asesinados por las fuerzas oscuras que siempre han apostado por la división y la intriga para dominar estas tierras.
Pero, como demuestra el ejemplo de Sandino o el del Che Guevara, las fuerzas telúricas que desata un verdadero revolucionario en la historia no se contienen con su muerte, se multiplican.
COMENTAR
Responder comentario