ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Hace dos décadas el gobierno mexicano celebró la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que unió a ese país con Estados Unidos y Canadá en un bloque comercial de enormes proporciones.

"Es el mejor instrumento que hemos ideado para crear empleos y elevar salarios", dijo el entonces presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari. "Sin él (el tratado) estaremos condenados al atraso y la marginación".

Para algunos fue un éxito, para otros un desastre, pero desde 1994 hasta la fecha no han parado las polémicas en torno a las consecuencias del TLCAN, especialmente para la economía más pequeña del grupo.

Ese acuerdo "institucionalizó las aperturas unilaterales que los gobiernos mexicanos habían dado a raíz del estallido de la crisis de la deuda en 1982", explicó a Granma el Doctor en Ciencias Económicas Luis René Fernández Tabío, del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

"Los defensores del tratado, basados en las tendencias neoliberales muy de boga en aquella época, pensaban que estimularía un enorme crecimiento de la economía y que los salarios de los mexicanos, el país de menor desarrollo entre Canadá y Estados Unidos, convergerían".

"Sin embargo —aclara el experto—, aunque aumentaron las inversiones extranjeras y se incrementó el comercio, no se reportaron altos crecimientos sostenidos, ni tampoco se observó la convergencia esperada en los salarios".

De hecho, aunque el tratado le ha permitido a México desarrollarse como potencia exportadora, su economía, comparada con el resto de los países del mundo, no está más adelante ahora que en 1994. En aquel momento, ocupaba el puesto 10. Ya para el 2012 fue a dar al lugar 14, una posición debajo de España y siete abajo de Brasil.

"La mejor calidad de vida que se auguraba quedó en letra muerta", considera el articulista Carlos Acosta Córdova, de la revista mexicana Proceso. "Ni por asomo hay en la sociedad, particularmente en sus habitantes de menos recursos, la percepción de que hoy estamos mejor que en 1994".

Según su análisis, aunque ocurrió un salto en materia de comercio exterior, eso no ha significado una socialización de las riquezas. Por ejemplo, mientras la industria manufacturera ha quintuplicado sus exportaciones, ha aumentado también su concentración. En el 2012 había 7 mil 13 empresas manufactureras con operaciones de comercio exterior, de las cuales el 17 % realizaban el 82 % del total de transacciones.

A juicio de Acosta, la situación empeora porque la mayoría de esas empresas son extranjeras, sobre todo estadounidenses. Tanto es así que las exportaciones mexicanas a Estados Unidos tienen un 40 % de componentes estadounidenses.

Precisamente una de las críticas que le hacen al TLCAN es que ha profundizado la dependencia estructural de la economía mexicana a Estados Unidos. Durante estos 20 años el comercio total entre ambos se multiplicó por 4,4.

"México es el segundo mayor mercado de las exportaciones estadounidenses", recordó en un ensayo reciente en Foreign Affairs Carla A. Hills, quien fuera la negociadora por la parte estadounidense del TLCAN.

Asimismo, las exportaciones mexicanas en todo el mundo "benefician a la economía de Estados Unidos", destaca Hill. "Por cada dólar que gana México en sus exportaciones, gasta 50 centavos en productos de Estados Unidos".

FALSAS PROMESAS

Una de las promesas del TLCAN era que la migración hacia Estados Unidos se reduciría, al encontrar los mexicanos en su propia tierra puestos de trabajo y salarios justos.

"Pero el problema de los flujos migratorios no disminuyó", asegura Fernández Tabío, y se han generado tensiones graves en torno al tema, resultado de la violencia y las muertes en los pasos fronterizos.

Por otra parte, el economista destaca como consecuencia del TLCAN la agudización de las diferencias socioeconómicas, pues los sectores y regiones con mayor integración con la producción exportable tienen mayores ingresos, mientras el resto se ha quedado rezagado.

La proporción de mexicanos en la pobreza respecto del total de la población es ahora tan alta como hace dos décadas: 52 habitantes de cada 100, según el Banco Mundial.

"Otro problema muy significativo y de gran impacto económico —añade Fernández—, y hasta de la identidad mexicana, está asociado con la agricultura tradicional, pues los campesinos no pueden competir con las grandes corporaciones del "agro negocio" estadounidense, que ha sido beneficiado de subsidios del gobierno".

Así, el maíz, un producto tradicional en la dieta del pueblo mexicano, ha sido desplazado del mercado interno por el maíz de importación estadounidense. "Originalmente el atractivo era su bajo costo, pero la crisis desvaneció este efecto positivo, en parte porque alrededor del 40 % del maíz estadounidense se destina a la producción de etanol, y ello hace subir los precios del maíz para consumo humano y animal".

El académico señala también otras consecuencias "indirectas" del TLCAN, como el aumento de las diferencias socioeconómicas de ricos y pobres, la no incorporación de una proporción importante de los jóvenes ni al estudio ni al trabajo —los llamados ni-ni—, fenómeno más grave para las mujeres, y el aumento de la delincuencia y las bandas criminales de las cuales son pasto esos jóvenes.

Un estudio publicado el miércoles por el Center for Economic and Policy Research (CEPR) —tanque pensante con sede en Washington—, argumenta que a 20 años del TLCAN la pobreza sigue estable y los salarios se estancaron en México.

De acuerdo con el informe —titulado ¿Ayudó el TLCAN a México?—, los sueldos apenas subieron 2,3 % entre 1994 y 2012, mientras que el desempleo se ubica en 5 % frente al promedio de 3,1 % entre 1990 y 1994. La situación es más delicada en el campo, donde unos cinco millones de agricultores fueron desplazados entre 1991 y 2007 por los poderosos productores estadounidenses del maíz y no pudieron ser absorbidos en otros rubros.

El tratado "fue un terrible error" considerando "cualquier indicador económico y social", dijo el codirector de CEPR, Mark Weisbrot.

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