
La fecha, de júbilo y grandes celebraciones, marca una etapa de consolidación y madurez en la nación iraní que ha vivido y aún vive bajo la amenaza de algunas potencias occidentales, empeñadas en revertir el proceso inciado en 1979, fundamentalmente en lo que respecta al desarrollo nuclear con fines pacíficos.
En lo político, una verdadera alfombra persa ha sido tendida por la diplomacia de Teherán en busca de una definitiva solución del diferendo nuclear, de manera que, sin renunciar a su derecho al desarrollo pacífico de esa energía, se pueda llegar a un acuerdo.
En ese contexto, paralelo a las negociaciones, las últimas amenazas de la administración Obama han venido en voz de la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de EE.UU., Wendy Sherman, quien alegó que Teherán no necesitaba una parte de sus instalaciones nucleares, como el sitio de enriquecimiento de Fordo y el reactor de agua pesada de Arak, ambos en el centro del país.
Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, subrayó que la mayoría de las sanciones comerciales siguen en pie y que Teherán "no está abierto para hacer negocios".
En declaraciones a Al Arabiya, Kerry dijo que si Irán reanuda el enriquecimiento de uranio más allá del nivel del 5%, "a continuación, su gobierno tendrá lista una opción militar".
Mientras, el jefe de la Organización de Energía Atómica de Irán, Ali Akbar Salehi, advirtió a Occidente que "abandonen sus intentos de aventurarse contra la nación persa".
Respecto al acuerdo bilateral alcanzado en noviembre del 2013 entre Irán y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), el alto responsable de esta organización ha dicho que los seis puntos de este acuerdo están en su recta final. Asimismo, añadió que los diálogos entre Irán y la AIEA no deben realizarse de forma que queden al margen de las conversaciones entre las autoridades iraníes y el Grupo 5+1 (EE.UU., el Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania).
Por su parte, el presidente de la nación islámica, Hasan Rohani, llamó a lograr un mundo libre de violencia y extremismo.
Lo que sí está claro es que hasta hoy, ningún informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica, ni de alguna otra entidad al servicio de Occidente, ha descalificado al desarrollo nuclear iraní ni ha podido dar pruebas del supuesto interés militar del mismo.
Sin embargo, existen datos contundentes de los daños causados a ese país por las sanciones impuestas bajo la presión de Washington, que llevó a que los ingresos por concepto del petróleo y el gas, solo en el 2012, cayeran un 40 %.
De igual forma, la Unión Europea concentró sus sanciones en el bloqueo a 34 bancos y empresas de esa nación; mientras autorizó el embargo de las importaciones del gas iraní a sus estados miembros.
En ese ajedrez político llega a su aniversario 35 la Revolución Islámica de Irán, con muchos índices positivos en cuanto a su desarrollo económico, tecnológico, militar y social.
Si bien la administración persa se sienta a la mesa de negociaciones en Ginebra, también ha advertido a Occidente que su programa nuclear con fines pacíficos no es negociable, aunque se abran las instalaciones de ese tipo para que los inspectores de la Organización Internacional de Energía Atómica puedan hacer sus verificaciones.
Lo que resulta evidente es que desde febrero de 1979 cuando triunfó la Revolución Islámica, Washington y sus aliados europeos no han perdonado a una nación que, con su desarrollo en función del bienestar del pueblo, levanta la bandera de la independencia y el derecho a la paz, ante las amenazas foráneas.















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