Cinco países representan a África en la Copa Mundial de Fútbol Catar-2022, cuando hasta hoy han sido 13 las naciones de ese continente que han participado en las anteriores ediciones.
Ghana, Camerún y Senegal tienen el mejor resultado, tras haber llegado a cuartos de final; Marruecos y Túnez no han pasado de los octavos. Siempre han sido dirigidos por entrenadores importados de Europa y de América, pero en Catar las riendas de la conducción de estos equipos las llevan directivos locales, en gesto de valoración del talento nacional.
África, no solo en el fútbol, sino en otros deportes como el atletismo, cuenta con un gran caudal de valores. Por ejemplo, cuenta con el etíope Kenenisa Bekele, tres veces campeón olímpico en 10 000 metros y en una ocasión en 5 000, además de ostentar cinco oros mundiales. El continente sobresale por ser una fuente inagotable de líderes en las carreras de largo aliento.
Esa historia de la preferencia por los extranjeros debe ser derrotada por los entrenadores africanos. Alio Cissé, quien ahora lleva a Senegal a su segunda Copa Mundial, dijo que «la situación está cambiando, pues los entrenadores nacionales se ven cada vez más en los mejores puestos del continente».
No solo han de luchar por ampliar su derecho a acceder a esas responsabilidades, sino que África es uno de los países cuyos futbolistas emigran, sobre todo a Europa, buscando mejoría económica y, por su calidad, ganan fama. El éxodo tiene su origen en las condiciones de vida en sus países, situación que beneficia a los centros de dirección internacionales de esta disciplina para mantener la calidad de los grandes eventos que cubren sus temporadas anuales.
«Alguien que entienda el fútbol africano, que entienda la cultura, que entienda los pro y los contra, debe trabajar con él, para sacarle un mejor partido», manifestó el seleccionador de Gambia, Tom Saintfeet, un belga que dirigió allí durante diez años, y quien reconoció la importancia del paso dado por los mentores originarios de la nación.
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