¡Mina de Oro!

A partir de ahora, quizá, los jugadores que intervengan en futuras copas del mundo se lo piensen dos veces antes de cometer una infracción descarada. Puede ser que en las charlas grupales los entrenadores les recuerden a sus «hombres duros» no ser tan rudos con los adversarios, pues eso le puede costar al equipo despedirse de la fiesta en la fase de grupos.

No, no es una posibilidad que solo habite en el mundo de la ficción o en la cabeza de un hombre pacífico. Hay que evitar las patadas agarrones y empujones en una Copa Mundial de Fútbol. Esa realidad que parecía bien lejana, la que nunca llegaría a escena, se hizo presente este jueves en tierras rusas con la eliminación de Senegal por tener mayor cantidad de tarjetas amarillas que Japón.

El Fair Play (juego limpio) que tanto promociona la FIFA en sus cursos y cuanto evento organizan decidió la suerte de ambos equipos. Asiáticos y africanos habían concluido su actuación en la Fase de Grupos con cuatro puntos, y la misma cantidad de goles a favor y en contra (4 y 4). Entonces, fue necesario ir a las cartulinas amarillas. Se amonestaron a cuatro nipones en sus tres partidos, mientras que a «Los Leones de Teranga» los pintaron en seis ocasiones. Fin de la historia. Japón a octavos y Senegal a casa.

No obstante, a pesar de la salida, es justo reconocer que los senegaleses regalaron un fútbol ofensivo, vistoso, de mucha velocidad por las bandas, pues se apoyaron para todos sus duelos en cuatro relampagueantes delanteros. Con la eliminación de Senegal, en octavos de final no habrá ningún representante africano. Desde la cita de México 1986 siempre ha llegado a esa instancia una nación del mal llamado «Continente Negro».

En la jornada los senegaleses no superaron el muro defensivo de Colombia. Precisamente de esa muralla se desplegó en ataque una de sus torres: Yerry Mina (1,95 metros), quien al 74' metió un cabezazo para dar el gol de la victoria a su país y el liderato del Grupo H. Fue un juego donde no hubo mucho fútbol, se amagó, se finteó, se corrió, pero los remates a puerta estuvieron bastante perdidos.

BÉLGICA GANA SU PULSO

Muchos esperaron el duelo entre Bélgica e Inglaterra. Podía ser una final adelantada, pero ambos equipos jugaron a la táctica y presentaron en la urbe de Saransk a buena parte de sus suplentes, muchos de los cuales tienen el nivel para ser titulares con otros elencos.

La primera mitad dejó muy poco que analizar, los dos rivales jugaron a media máquina sin demasiadas exigencias. El público notó esa falta de compromiso de los 22 protagonistas y les regaló una silbatina antes de llegar al tiempo de descanso.

Para la reanudación Adnan Januzaj puso el arte en la escena. El mediocampista marcó un golazo a la escuadra de la meta inglesa. Los ingleses le pusieron ritmo al partido porque su orgullo estaba herido, pero no lograron desestabilizar a una defensa que se vio ordenada.