En un par de días terminará la fiesta del Mundial, en un par de días el silencio reinará —salvo en los dominios del campeón— luego de un mes vibrante, lleno de espectáculo y goles, como no podía esperarse menos de una Copa en la tierra de la samba y el jogo bonito, aunque Brasil haya renunciado a ese estilo.
Por supuesto, detrás de toda esta historia de gambetas y remontadas siempre quedará escrito un capítulo dedicado, exclusivamente, a los villanos, esos que pierden los estribos en cuestiones de segundos y dejan su huella en la anatomía del rival o en la memoria de millones de hinchas.
De Brasil, por ejemplo, todos recordarán el mordisco de Luis Suárez al italiano Giorgio Chiellini, la patada del francés Matuidi al nigeriano Onazi (fractura de tibia y peroné) o la brutal entrada del colombiano Juan Camilo Zúñiga sobre el brasileño Neymar (fractura de la tercera vértebra), estos dos últimos sin sanción de peso por daños contra la salud de otro jugador.
Sin embargo, pasar a la historia como chico malo no siempre implica dar una patada, morder o agredir, en cualquiera de sus variantes. De hecho, a varios futbolistas se les ha quedado el cartel por errores garrafales en partidos señalados, los cuales han desenbocado en eliminaciones o derrotas clamorosas.
Tal es el caso del portero brasileño Moacir Barbosa, quien defendía la valla de la canarinha en el Mundial de 1950. El 16 de junio, en un abarrotado Maracaná, el arquero encajó dos goles en un lapso de 13 minutos y su selección perdió la Copa a manos de Uruguay. “En Brasil la pena máxima es de 30 años, por homicidio. Pero yo, hace más de 40 que pago por un crimen que jamás cometí”, declararía Barbosa antes de morir el 7 de abril del 2000.
Castigo parecido se llevó el sudcoreano Ahn Jung-Hwan, quien jugaba en el club italiano Peruggia en el 2002, cuando su país eliminó a la Azurra con gol de oro del propio jugador. Después del suceso, histórico para su país, el atacante asiático nunca más pudo entrar en Italia, juzgado como traidor.
¿Por qué surgen las tarjetas?
Tradicionalmente los genios han impuesto su ley en los Mundiales apoyados en su talento, filigranas y goles decisivos. Claro, los contrarios no se han quedado con los brazos (o las piernas) cruzados y han arremetido con ganas, como en Inglaterra 1966, cuando el brasileño Pelé recibió un sinfín de patadas que lastraron por completo su rendimiento.
Desde el mismo debut, los búlgaros “cocinaron” al feroz atacante, sobre todo Jetchev, al punto de que Pelé, lesionado, se perdió el segundo choque. Pero eso no terminó ahí, en el partido de vida o muerte contra Portugal, el defensor luso Morais también castigó al brasileño, quien fue prácticamente anulado debido a las dolencias.
En esa misma Copa, el capitán de Argentina, Antonio Rattín, resultó expulsado por el árbitro alemán Rudolf Kreitlein tras una falta que el jugador albiceleste protestó con supuestos insultos.
Luego de diez minutos de constantes intercambios en los que nada se entendía —unos hablaban inglés, otros alemán y otros español— un traductor explicó a Rattín el motivo de la sanción y este se sentó en la alfombra roja de la reina Isabel II que se extendía hasta el césped de Wembley, inconforme con la expulsión.
Este hecho, unido a las múltiples agresiones contra Pelé, impulsaron a la FIFA a implantar desde el Mundial de México 1970 la utilización de las tarjetas amarilla y roja, elemento de mucha incidencia en el fútbol moderno.
Si nos guiamos por las tarjetas, el villano por excelencia en los Mundiales sería uno de los futbolistas más brillantes en la historia: Zinedine Zidane. El genio galo es quien más cartulinas ha recibido (cuatro amarillas y dos rojas en tres participaciones), con una sanción de dos partidos en 1998 y otra de tres luego de su tristemente célebre cabezazo al italiano Marco Materazzi.
Precisamente, el zaguero transalpino pudiera incluirse en la lista de chicos malos gracias a su fama de “leñador”, además, la agresión de Zidane vino tras un insulto suyo a la estrella francesa (le costó dos juegos en la grada). Claro, en Italia jamás lo incluirían en una lista negra, porque esas palabras significaron, con total certeza, un allanamiento absoluto del camino rumbo al título de la Azurra.
AMARILLAS Y ROJAS NO BASTAN
No obstante, las tarjetas no siempre cumplen su cometido e instancias superiores deben intervenir, más cuando los jugadores se ponen violentos y olvidan el deporte que practican. Tales son los casos del iraquí Samir Shaker y el italiano Mauro Tassotti, sancionados por la FIFA luego de que los árbitros desestimaran cualquier castigo en los choques.
Shaker estuvo un año fuera de las canchas por escupir a un juez en el México 1986, mientras Tassotti recibió ocho partidos de escarmiento por un flagrante codazo al español Luis Enrique, el mismo acto que condenó al brasileño Leonardo (cuatro encuentros) luego de golpear al estadounidense Tab Ramos.
Estos son solo algunos hechos, muchos más engrosan la lista de villanos que, en cuestión de fútbol y Mundiales, no dejará de crecer.
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Jorge Lira dijo:
1
10 de julio de 2014
19:17:33
IS dijo:
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