Si echamos un vistazo a los equipos brasileños que participaron en las pasadas 19 citas mundialistas, observaremos que todos asentaban sus potencialidades de éxito en los delanteros y mediocampistas ofensivos. A fin de cuentas, a base de goles, es como se conquistan las glorias futboleras.
La lista de jugadores en la selección auriverde a lo largo de siete décadas y media parece interminable. Desde la plasticidad de Leónidas para correr la cancha, los festejos a ritmo de samba ejecutados por Ademir, la facilidad rematadora del gran Vavá, el genio inconfundible de Pelé, la técnica envidiable del doctor Sócrates, la velocidad de Romario, hasta la sonrisa de niño mostrada por Ronaldo en cada uno de sus 15 goles, son algunas de las pinceladas que llevaron a Brasil a la obtención de cinco coronas y el respeto de sus rivales.
Alabamos a la canarinha por su jogo bonito, vocación ofensiva y ataque demoledor. Para esta cita de la que son anfitriones por segunda vez, sin embargo, contarán con un arma que nunca antes pisó una cancha vestida de verdeamarelha: la solidez defensiva.
Muchos podrían llevarse las manos a la cabeza tras leer la última frase del párrafo anterior, pero para la vigésima edición de la Copa del Mundo, la pentacampeona dependerá en gran medida de la solvencia de su zaga.
Sucede que el equipo dirigido por Luis Felipe Scolari ya no presenta esa abundancia de astros capaces de genialidades al estilo de Ronaldinho, Rivaldo y Ronaldo como en tiempos pasados. Y solo el cartel de estrella de Neymar, muy ajustado por cierto, tras una gris temporada en el Barcelona parece brillar arriba.
Ni Hulk, ni Oscar, ni Bernard, ni Fred y compañía, descuellan como verdaderos cracks; no obstante lo cual, si alguno de ellos hace un Mundial rutilante, tendrá asegurado un lugar en la historia y en el corazón de millones de torcedores.
Ponderamos su defensa entonces porque es la pura realidad —negarlo sería caer en un debate poco menos que subjetivo— y las dudas de certámenes pasados hoy se transforman en la principal virtud del equipo.
Ya en las últimas ediciones, sus centrales mostraron estar a la par de los Ayala, Cannavaro, Ferdinand y Puyol; y una camada de fuertes e inexpugnables torres brasileñas como Lucio, Juan, Alex y Chris triunfaba en la élite.
Hoy la tradición continúa y demuestra que no fue obra de la casualidad. Dentro de unos días tendremos el privilegio de observar la sincronización de Thiago Silva con David Luiz, la dupla central en la zaga de los anfitriones, considerada por mucho la mejor del presente. Olvídense de los dúos italianos, alemanes, argentinos o ingleses.
Ambos están entre los cinco mejores en su posición y llegan al Mundial en una forma espléndida. Son altos, duros, infalibles, rápidos en el corte, y tienen personalidad para frenar a los mismísimos Leo Messi y Cristiano Ronaldo.
Por si fuera poco, en el banquillo tienen por si acaso otro hombre duro en la marca. Dante, que —sin apellidarse Alighieri— desandó por el purgatorio antes de llegar al paraíso, pero luego de varias temporadas en clubes de poca monta ha visto relanzada su carrera en el Bayern Múnich. A este espigado moreno, de peinado afro, la titularidad en Brasil no se le abre, pues tiene por delante a dos “monstruos”, pero de militar en otro equipo, como la mismísima Italia, seguro sería fijo en el once de Cesare Prandelli.
De los laterales no hablaremos mucho, porque la tradición de hombres con vocación mixta se mantiene inalterable: Marcelo, Dani Alves y Maicon, juegan los 90 minutos con el tanque lleno de stamina.
Dentro del bloque encargado de acometer una labor un tanto oscura, los volantes de contención son los que proporcionan equilibrio en el medio del campo. Facultados para cortar el juego del contrario, a veces pecan de recios, pero es comprensible por estar en una zona donde los errores cuestan caro. Dichas características concuerdan con los medios de recuperación brasileños.
Paulinho, Luis Gustavo, Fernandinho y Hernanes en poco más de un año, se adueñaron de las cuatro plazas para esa zona del campo. Con un juego seguro, fuerte, de toque y menos violento, convencieron a Felipao, la prensa y su exigente hinchada. La solvencia que no dieron otros convocados en ese lapso, ellos la propiciaron con una labor firme y silenciosa.
Con esas cartas entonces, la selección de Brasil hará su debut el 12 de junio, en Sao Paulo. Si bien su juego pasa por las gambetas de Neymar y la visión de Oscar, no podemos desechar que los encargados del marcaje brinden una confianza que difícilmente presentará otra escuadra en la cita. Con elementos así, será muy difícil que sus contrarios puedan anotarle par de goles a un equipo que busca agenciarse su sexta copa y borrar el fantasma del revés que aún flota sobre el Maracaná.
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Don Balon dijo:
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9 de junio de 2014
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10 de junio de 2014
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AGA dijo:
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