San Salvador.–Al cierre de la curva, sobre la última posta del relevo corto, Yunisleidy García tiene a cien metros de distancia la posibilidad de cerrar estos Juegos Centroamericanos y del Caribe con el oro soñado.
Hasta entonces ha preferido que sus resultados hablen por ella, como pasó hace poco más de un mes en Martinica, cuando rompió el récord nacional del hectómetro, 31 años intocable. Desde ese instante, tiene todos los ojos encima. ¿Esperanza de la velocidad?
Callada llegó a San Salvador, y cuando cruzó la meta de los cien metros planos, ese bronce dejó muchas bocas abiertas: hacía un cuarto de siglo una cubana no subía al podio de esa prueba. «Estoy muy contenta, aunque no hice mi marca personal y tenía mucho aire en contra. Para los 200 esperen sorpresas», dijo entonces a la prensa.
Al cabo de la media vuelta al óvalo, paró los relojes en 23,05 segundos, rozando su marca personal, a solo 25 centésimas de la jamaicana Yanique Tishana Dayle. Subió un peldaño en el podio, y en su felicidad: «Yo dije que habría sorpresa, y quería dar este alegrón. Estoy feliz con mis dos medallas, que me impulsan a seguir mejorando, para regalarle a Cuba todo lo que se merece».
Lindas palabras para un futuro inmediato… pero nadie imaginó que fuera tan inmediato.
Al día siguiente Yunisleidy está a cien metros de una tercera meta en los mismos Juegos. Desde el podio más alto, frente al pebetero, San Salvador puede verse por sobre las gradas del estadio. Ella quiere tenerlo a sus pies, y sus compañeras del relevo 4x100 lo saben. Antes de salir a pista lo confirmaron: «Yuni, te falta el oro, ¿verdad? Te vamos a ayudar a conseguirlo».
Con el pistoletazo de salida, Laura Moreira fue un ciclón en la arrancada. «Sabía que al lado tenía corredoras con mejores marcas, relevos rankeados, pero mi misión era reaccionar fuerte, correr duro y entregar adelantada». Enis Pérez recibió el batón con ventaja: «teníamos una tremenda responsabilidad, sabíamos que iba a ser una competencia dura», dijo, «pero para eso entrenamos como una familia», agregó Yarima García, un bólido sobre la última curva.
Con la vista fija en cada metro de la carrera, posta a posta, Yunisleidy entendió enseguida que sus compañeras no bromearon. Nada les importó el pedigrí de las rivales, ni la casta olímpica de las dominicanas.
Recibió perfecto de Yarima, salió a la recta pareja con otras dos, pero el suyo era el tramo de la promesa cumplida, del sueño realizado: «Ya era feliz con mi plata y mi bronce, pero quería llevarme las tres a mi país».
A los 43,17 segundos el reloj se detuvo. Parpadeaba una señal: récord centroamericano y caribeño.
Yunisleidy García, con tres medallas al cuello y abrazada a sus compañeras, cantó el Himno Nacional con la ciudad a sus pies.






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