San Salvador.–La rival más difícil de Elisbet Gámez no tiene nombre ni marca ni país y, sin embargo, nada con ella en cada competencia, en su mismo carril.
Con lo que ha hecho en estos Juegos Centroamericanos y del Caribe ha dejado claro, de una vez, su abolengo de reina, pero aun con dos coronas en su haber, de su dominio en las piscinas de cien y 200 metros del estilo libre, más una plata en 400, son tan hondas las raíces de la humildad baracoesa que no se esconde para reconocerlo: su mente le exige mucha fuerza sicológica.
Varias veces ha sucumbido a esa rivalidad, incluso a poco de competencias de alto rango, como un Panamericano y una Olimpiada, cuenta Luisa María «Lulú» Mojarrieta, su entrenadora, «pero ella es una guerrera, valiente, corajuda», y cuando acopia para sí toda la confianza, entonces se hace indetenible.
Elisbet llegó a San Salvador recién salida de una de esas batallas sicológicas. Anduvo ocho meses por una beca de entrenamiento en Tailandia, pero entre aquella preparación y estos juegos lidió con ella misma un par de meses, que la obligaron, de la mano de Lulú y de especialistas, a plantarse desde cero y recomponer su forma deportiva en tiempo récord.
Todavía en su primera final «no nadó suelta, con todo», aunque quedara segunda. «Pero quien vio a Elisbet en la última piscina de los 200 metros libres, pudo notar el cambio, como si soltara todo el lastre –cuenta Lulú–, y entonces remató como lo hizo».
En la prueba de los cien metros ya era Elisbet Gámez en condición, e impuso toda la casta que le viene de niña, de las tardes que se iba hasta el río Miel, donde aprendió a nadar con ocho años.
«A los 11 ya estaba en la Marcelo Salado, la Escuela Nacional de Natación, y a los 15 en las manos de Lulú. ¿Qué puedo decir de ella?: entrenadora, sicóloga, amiga, madre, la que me cuida cuando me enfermo, y han sido muchas las veces».
Con las medallas de la ondina guantanamera, Cuba parece ir volviendo a los planos estelares de la natación femenina en la región, con señales también en la plantilla de nivel que se va armando, con nombres como Andrea Becali, Lorena González y Clara Lauren Estrada. «Desde Maracaibo-1998 no teníamos una medalla de estas entre las mujeres, ni un equipo así, que hace soñar con resultados como los de Ponce-1993», valora Lulú Mojarrieta.
Del saldo de estos Juegos, con sus tres preseas en el cuello, Elisbet Gámez declara sentirse muy feliz, «la felicidad más grande que he podido tener, ya que son mis últimos Centroamericanos, los terceros, y me iré siendo campeona».
Entonces revela que transita el cierre de su carrera, que termina con París-2024, que desea graduarse y pasar a entrenadora, en principio junto a su querida profesora.
En ese punto el porqué es pregunta obligada, tan fuerte que se le ve, imponente, vigorosa, vital… campeona. «Decisión personal –alega–, ningún problema». Dice que hay fuerza para más, pero la vida tiene otros caminos.
Sin embargo, reacciona, queda una ruta fuerte y activa. Afirma que a los Panamericanos de Chile irá por resultados grandes, y luego a la Olimpiada de París.
De estos Juegos, de estas medallas, asegura que le han dado un aire nuevo «para ponerle más ganas», y que el reinado que inscribió con letras de oro amplíe la dimensión de su casta.





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