ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Lianet Gómez es la capitana de las boxeadoras cubanas. Foto: Archivo de Granma

San Salvador.–En el argot deportivo, una carrera de saltos es lo que ha sido el meteórico periodo entre la oficialización del boxeo femenino en Cuba y la inserción inmediata en la alta competencia.

No se practicaba y, de pronto, la Isla tiene un equipo nacional; una de ellas, luchadora retirada, está de un pestañazo sobre el ring, cruzando guantes; otra, del hobby en un gimnasio de La Habana Vieja, a un cartel centroamericano…

Así ha sido la evolución que en seis meses han tenido las muchachas del boxeo para vestirse de Cuba y estar ya, con todos los arreos, en la primera cita multideportiva de un atropellado ciclo olímpico.

La suerte grande es que pisan terreno élite, que entrenan allí donde están los tripulantes del llamado buque insignia, los atletas masculinos del primer nivel, compañeros y consejeros.

 

UN PRONÓSTICO BRONCEADO

Dice Santiago Suárez, entrenador principal, que en los Juegos Deportivos del alba las boxeadoras rompieron el celofán del estreno, con su altísima dosis de presión y de impresión. Allí fueron con poquísimos días de un entrenamiento en que todo, absolutamente todo, era nuevo para ellas.

«Por supuesto, eso determinó la actuación, pero desde allá hasta acá la preparación ha sido otra, muy buena diríamos, con énfasis en algunos elementos que debíamos mejorar.

«Incluso, antes de venir a San Salvador, cruzamos una serie de sparrings libres con guantes, con atletas de La Habana y de otras provincias cercanas, y las muchachas se vieron bien.

«El objetivo, ya lo hemos dicho, es lograr dos medallas de bronce, y el sorteo lo ha favorecido, así que vamos por esa meta».

 

EL ASUNTO ES DAR PELEA

Por curiosa, y porque desde chiquita le apasionan los deportes de combate, la subcampeona actual de lucha, Yaquelín Estornell, no pudo ignorar el magnetismo que la convocatoria para una formación femenina de boxeo obró sobre ella.

Ya estaba retirada, y hasta trabajaba, pero el ímpetu atlético pudo más, y ahora es el nombre más conocido entre las pugilistas.

Con pedigrí centroamericano, panamericano, mundialista, la presión de un torneo internacional no melló su rendimiento, sino la técnica por madurar, una cuestión en la que, dice ella, ha crecido mucho entre Caracas y San Salvador.

«La competencia no es un ambiente nuevo para mí, pero sí para mis compañeras, y es algo que trato de transmitirles, tranquilidad, que es como un entrenamiento fuerte, en el que los primeros rivales son el peso y el rigor de la preparación».

Por su parte, a sus 37 años, Yaquelín Estornell sabe del pronóstico bronceado para la escuadra, pero se limita a responder: «Voy a dar lo mejor de mí», y una resolución como esa pueda cambiar el metal.

 

VOY CON TODO

Toda sonrisas, hay una pugilista en el equipo cubano que, por la manera de ser y proyectarse, nadie creería que es la única de todas que no estuvo en los Juegos del ALBA, y que, por tanto, no sabe aún de los efectos de la presión.

Es la primera pregunta que le hacemos a Eliannis de la Caridad García, pero responde sólida y frontal, como su derecha: «Para nada, no va conmigo», y añade, «estoy ansiosa por subir al ring».  

Ella está en el equipo nacional, en primer lugar, por persistente. Era una de un grupo amplio «de muchachitas» que entrenaban el boxeo en un gimnasio de La Habana Vieja, algunas de las cuales se cansaron de esperar por la oficialización del boxeo de mujeres.

«Empecé como un hobby, para mantener la forma física, hasta que se dio la noticia. Participé en el concentrado, me aceptaron cuando gané el primer cartel. No fui al alba por una lesión en el hombro, pero ahora estoy aquí».

De niña entrenó atletismo, velocista dice, y aunque no es una cualidad que heredó en los brazos, lo compensa con la fuerza de la pegada, sobre todo de la derecha. «En las piernas sí que tengo velocidad, y esa es la ventaja en la pelea, hay que cazarme, y eso cansa al oponente».

De algo tienen todas un criterio común: el equipo masculino, sobre todo los más encumbrados, las han acogido como familia. «Hablan mucho con nosotras –argumenta Eliannis–, de las posturas sobre el ring, los movimientos, del prearranque, a fin de que los nervios no lo traicionen a uno, y en poco tiempo hemos logrado ser eso, una familia».

Escucharlas anima, verlas pelear convence. Con estos Juegos podría empezar una cosecha temprana de medallas en una carrera joven, pero ahora importa más ese carácter, esa resolución que se delata en las palabras de Eliannis: «Voy con todo, voy  a ganar».

A veces eso alcanza.

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