RÍO DE JANEIRO.—Aquí, en el hogar de los XXXI Juegos Olímpicos, y me imaginó que en cada rincón del mapa deportivo mundial, una de las hazañas más grandes de la historia del atletismo mundial ha quedado eclipsada por otros dos seres casi sobrenaturales.
Cuando el sudafricano Wayde van Niekerk paró el reloj en 43,03 segundos en la final de 400 metros no solo hacía trizas el récord del planeta de Michael Johnson, impuesto en 1999, sino que estuvo a punto de bajar de la barrera de 43, algo que nadie había imaginado. Pero van Niekerk, aunque nadie podía ocultar la magnitud de su obra, corrió el día en que Usain Bolt ganó su tercera presea de oro consecutiva en los 100 metros, y en los Juegos donde la saeta jamaicana y el delfín Michael Phelps, con 23 metales áureos, se despiden de las competencias de los cinco aros.
Solo citaré dos referencias para ilustrar la grandeza de van Niekerk, una del propio Johnson, hoy comentarista para la señal televisiva de BBC Mundo, que al describir la carrera exclamó: “Dios mío, ha masacrado el récord”. Y la otra, conocida ya desde el pasado Mundial de Beijing, donde también venció el sudafricano ahora dueño de la marca del planeta: es el único ser humano que ha bajado de 10 segundos en 100 metros, de 20 en 200 metros y de 44 en 400 metros. Y en esta ciudad solo fue una imagen fantasmagórica, detrás de Bolt y Phelps, pero desde ya habita en el olimpo de las deidades del deporte en el orbe.
Otro monstruo ganador de seis medallas doradas en esta ciudad balneario, el nadador estadounidense Ryan Lochte, volvió a ser noticia, pero fuera de la piscina al ser asaltado en un taxi, junto a tres de sus compañeros. Los cuatros están sanos y salvo y sin ningún daño físico, solo que perdieron el dinero que llevaban encima.
Y desde la natación, esta de aguas abiertas, conocimos que la plataforma de donde arrancan en la prueba de esta especialidad se hundió. El incidente no tiene que ver con nada vandálico, sino con las olas, típicas de esta época del año en las costas de Río de Janeiro. Los organizadores la repusieron y la prueba y la salida se desarrollaron sin problemas.
Nos han preguntado sobre los diplomas que les entregan a los deportistas y si se reciben solo por participar. Llegar hasta estas lides es ya un mérito y en estos momentos con los amplios y complejos sistemas de clasificación más todavía. Sin embargo, el diploma de tamaño A3 (similar a una página de los periódicos en Cuba), solo son para los ocho primeros, con más elementos distintivos para los tres medallistas. La justa práctica de este reconocimiento comenzó en los Juegos de Londres 1948 y en un inicio solo se les entregó al cuarto, quinto y sexto. Treinta y seis años después, en Los Ángeles 1984, se llevó hasta el ocho.
Ya habíamos dicho que el valor de una medalla de oro está calculado aquí en 600 dólares, lo que sucede es que después de las emociones y el esfuerzo por lograrlas, esa cuantía se incrementa, y si detrás de ella hay una leyenda, podemos encontrar que compraron una de las preseas doradas de Jesse Owens, en Berlín 1936, por el valor de casi millón y medio de dólares.
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Jorge dijo:
1
16 de agosto de 2016
08:41:18
Florencio Merced Rosa dijo:
2
16 de agosto de 2016
10:02:06
Papo dijo:
3
18 de agosto de 2016
12:00:43
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