RÍO DE JANEIRO.—Tener más de 30 años y participar en unos Juegos Olímpicos ocasiona aquí miradas inquisidoras, incluso, algunos son objetos de bromas, muchas veces pesadas. Pero en esta ciudad, casa de la XXXI Olimpiada, los abuelos también se rebelan.
El estadounidense Anthony Ervin a sus 35 ganó justamente la prueba más rápida de la natación, los 50 metros, tras haberlo hecho por primera vez en Sydney 2000. La británica Katherine Grainger (40) se enyugó con Victoria Thornley y su bote de dos plazas sacó una significativa plata.
Un día antes de cumplir los 43, la estadounidense Kristin Armstrong ganó por tercera vez consecutiva la contrarreloj del ciclismo. Y Hoang Xuan Vinh (41) le dio a Vietnam su primer título bajo los cinco aros, en el tiro. Michael Pehlps (31) volvió para hacer más grande su leyenda y los cinco trofeos dorados que acá completaron 23 diademas en su vitrina.
Otros, más bien otras, aunque no alcanzaron medallas, fueron mejor que muchas de sus rivales más jóvenes, tan jóvenes que no habían nacido cuando estas súper abuelas comenzaron su paso olímpico. La uzbeka Oksana Chusovitina (41) salió en quinta posición en la gimnasia; Thompson Willie (56) se sentó en la silla de timonel del bote de ocho mujeres de Canadá, alcanzando su octava participación en los Juegos, récord para las féminas. Y la neozelandesa Julie Brougham (62) vino a su primera reunión olímpica para subirse a un caballo y llevarse el puesto 14 en la doma.
Aunque no es atleta, los periodistas también tenemos nuestro abuelo, el fotorreportero Juan Moreno, quien cargado de cámaras sobre sus pies de 69 años va tras las imágenes olímpicas.
Nuestras próximas invitadas están en el umbral de los 50, y hace ya años que dejaron de competir en uno de los deportes que demanda mayor gasto energético, el voleibol. Virna Dias y Mireya Luis, miembros de la generación que mejor ha jugado este deporte en Juegos Olímpicos, se fundieron en un abrazo humedecido por las lágrimas de sus ojos, y con él mostraron cuánto se quieren.
¿Recuerdan hace 20 años lo que ocurrió en el Omni Coliseo de Atlanta? La semifinal entre Brasil y Cuba terminó en una verdadera batalla que no concluyó con el 3-2 favorable a las Morenas del Caribe, sino que se fue hasta los vestidores.
De aquel glorioso equipo cubano, Mireya Luis era su capitana y amuleto, por ella pasaban los balones y la postura de una selección que hizo historia con tres pergaminos dorados consecutivos.
A Marcia Fu, temida central de la escuadra de 1996, le escuchamos decirle a la cubana. “He venido hasta aquí desde muy lejos solo porque tú estabas, sabes cómo te respetamos todas, sabes cómo te queremos, eres la luz de una generación de cubanas y de tantas otras nacionalidades que prendimos fuegos en las canchas de voleibol. Te quiero mucho Mireya”.
El encuentro, en la casa del voleibol en Río de Janeiro, espacio convertido en templo del deporte de la malla alta y en centro de promoción para su práctica, deparó otro singular saludo, el de Fofao, la pequeña pasadora auriverde que tantos problemas les dio a las bloqueadoras cubanas.
Y si Mireya Luis estaba en Río, Ida Vieira, otra de las que jugaba por el centro de la red brasileña no iba a faltar. “Era y es mi mejor amiga”, me dijo con lágrimas en los ojos por la alegría de ver a quien era indetenible sobre la net. Y dos hombres, Ari Sacra y Cristóbal Marte, presidente y vice de la Federación Internacional, maravillados con las escenas, expresaron: “es la importancia de un ídolo, de un líder, Mireya es así, por eso la queremos tanto, por eso nos sentimos privilegiados al homenajearla, justamente un sábado como este, 13 de agosto”.
Y la camagüeyana agradeció a las jugadoras brasileñas y a los directivos, porque le reconocían el mismo día del cumpleaños “del hombre que me permitió ser una jugadora de voleibol, representar a mi país, atenderme en el hospital cuando se decidía mi suerte con una de mis rodillas. Gracias Fidel, eres y seguirás siendo nuestro más grande y verdadero campeón olímpico”.





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Jordan dijo:
1
17 de agosto de 2016
21:30:21
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