Sus rostros reflejan las ansias de verse ya envueltos en la mayor competencia donde cualquier atleta del mundo desea brillar. Los Juegos Olímpicos son la cita esperada, el momento de elevarse hasta inimaginables cumbres.
En tan solo breves segundos como los que encierran la gloria de los 100 metros planos, o en una lid mucho más prolongada al estilo del heptatlón para las mujeres o el varonil decatlón, surge la magia que inmortaliza a los mortales y los eterniza en una imagen lanzada de un confín a otro de nuestro universo en pocos minutos.
Cuántas hazañas han apretado en un haz las 30 ediciones precedentes de los Juegos Olímpicos. Cuántos nombres han pasado a la historia cuales hitos incomparables, imperecederos, porque el hombre a cada paso empuja sus límites físicos hacia un punto superior, hoy más, cuando la ciencia y la técnica han irrumpido como rayo favorecedor de tiempos, marcas, récords.
Aun en esta época de crisis económicas y de guerras de rapiña, el movimiento deportivo internacional brega por tal de mantener esta cita cuatrienal con el interés de crear un paréntesis de paz y hermandad entre los hombres de este planeta tierra convulso, agitado y expuesto a inimaginables riesgos.
Sin obviar el momento histórico concreto en que nos ha tocado vivir, nuestra Cuba apuesta por la paz y la amistad, esa misma que brota de la hermosa y noble confrontación deportiva. No en balde esta pequeña Isla del Caribe siempre se ha alineado con las causas más enaltecedoras como ese internacionalismo que la ha llevado a compartir con los hermanos del mundo la humilde sabiduría acumulada en distintos campos del saber, entre ellos el deportivo.
Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro marcan una pauta diferente, única, porque por vez primera esta competencia, en la que han manifestado su interés por participar 206 comités olímpicos nacionales, tendrá por escenario un país de Sudamérica, una nación a la que nos unen históricos lazos de hermandad.
Y, sin obviar la situación económica actual, nos decía recientemente el doctor Pavel Pino que en aras de tener una actuación digna en los Juegos, el país ha atendido con especial esmero el cuidado médico de los deportistas, no solo de los 120 que definitivamente integraron la delegación, sino de otros más que tomaron parte en la hoy complicada trama que significan los sistemas de clasificación para las distintas competencias de Río.
Y Cuba lleva, como lo ha hecho siempre, una comitiva limpia, saludable, alejada del dopaje que por estos días agrede a distintos países. Los rostros de nuestros deportistas reflejan los deseos de honrar a la Patria, de competir por la gloria de la tierra que los vio nacer. Sin perder de vista de dónde venimos y hacia dónde vamos. Sin olvidar la historia, porque un pueblo sin historia, no tiene nada que lo represente.
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