Solo necesitó un intento, ese inicial de 63.17 metros, para plantar bandera en el estadio Heriberto Jara, de Xalapa. Se trata del discóbolo matancero Jorge Fernández, quien se encargó de mantener la tradición dorada de Cuba en dicha modalidad, nación ahora dueña de 13 coronas en las 22 ediciones de Juegos Centroamericanos y del Caribe.

Sin embargo, estoy convencido de que tanto para él como para su mentor Raúl Calderón no fue la competencia soñada ni mucho menos: cometió cuatro fouls, acusó descoordinación en su técnica, falló la velocidad en el giro y pese a coronarse, no cumplió el objetivo de frisar o superar sus 66.50 cimeros, conseguidos en julio del presente años en Lausana, Suiza.
A sus espaldas se ubicaron el colombiano Mauricio Ortega (60.69) y el mexicano Mario Cota (58.21) como parte de los ocho inscritos.
De cualquier manera, Fernández, de 27 años, 1.96 metros y 108 kilogramos de peso, reconquistó la cima de su evento que había quedado en poder de Yunior Lastre en Cartagena de Indias 2006.
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